VALÈNCIA. Como todos los años por estas fechas, ya tenemos la lista de las películas más taquilleras del año anterior, en el mundo y en España.
Y, como todos los años por estas fechas, aunque este todavía un poco más, es motivo de depresión para los cinéfilos. He aquí la cansina lista de la taquilla española:
Secuelas, precuelas, segundas y cuartas partes, los consabidos blockbusters de Disney y personajes e historias que ya conocemos de sobra y visto muchas veces. No es novedad. Suele ser así desde hace demasiado tiempo: primacía absoluta de Hollywood, del cine familiar, de fantasía y acción y reinado de las sagas. Y, también, la frustrante sensación de que la falta de imaginación y de riesgo es lo que triunfa en el cine. La gente va a ver lo que ya conoce, ya lo sabemos, pero quizá es un poco too much. Por lo menos en el anterior listado, el de 2023, entre megalodones, sirenitas, remakes varios y las correspondientes entregas de Fastandfurious, Guardianes de la galaxia e Indiana Jones, aparecieron por ahí Barbie (la más taquillera) y Oppenheimer (en tercera posición), dos producciones originales para la pantalla, y, sin duda, obras singulares de gran personalidad que animaron mucho, pero muchísimo, el cotarro.
El listado mundial es muy parecido e igual de deprimente, solo que sin Santiago Segura, claro, y con Wicked, que es un fenómeno muy específico de la cultura pop USA.
En ambos listados aparecen tres nombres de amplia trayectoria: Tim Burton, Ridley Scott y Denis Villeneuve. Son cineastas con estilos propios y personales, con una condición de autores reconocidos dentro del ámbito comercial, y lo demuestran en sus tres taquilleras películas. Pero su historial y su prestigio no les libran del signo de los tiempos. También ellos están metidos hasta la médula en el mundo de la repetición: los tres títulos son segundas partes.
Por supuesto, sabemos bien que las más taquilleras no son necesariamente las mejores películas ni las más interesantes, son las que se imponen, a golpe de talonario, en un mercado que no es libre, por mucho que se empeñen en llamarlo así, sino totalmente cautivo de las grandes corporaciones. Títulos cuyas gigantescas campañas publicitarias cuestan a veces tanto como el propio film y que son solo piezas dentro de un mecanismo mayor que incluye todo tipo de merchandising, ventanas de explotación y productos derivados.
Que esas películas sean en verdad entretenidas y que los efectos especiales funcionen es lo mínimo que debemos exigirles, dada la inversión realizada y los talentos técnicos y artísticos que hay detrás. Cuando no lo consiguen, desde mi punto de vista, es una estafa. Al fin y al cabo, son productos millonarios diseñados para secuestrar toda nuestra atención y que cuentan con todos los medios posibles, y hasta los imposibles, para hacerlo. Y, lo digo con todo el cariño y el respeto, si usted se lo ha pasado bien con algunas o varias de estas películas, enhorabuena, no tengo nada que alegar. Para eso existen. Si encima no consiguieran eso, sería escandaloso.
Claro que también pienso que si algunas de ellas se realizaran mediante Inteligencia Artificial (IA), no notaríamos la diferencia. Es horrible esto que he dicho, lo sé, porque la IA, por ahora, en el campo de la creación es un peligro, pero no creo que haga falta mucho más para una nueva entrega de Fast and Furious, Misión imposible, John Wick o, desde luego, Padre no hay más que uno.
Si se han fijado con atención en las listas, se habrán percatado de otras cosas. La más evidente: todas, salvo una, son producciones de Hollywood, tanto en el listado general como en el de la taquilla española. Cosas del ‘libre’ mercado y, por favor, no me vengan, visto lo visto, con aquello de que eso será porque hacen las mejores películas. No cuela.
Más cosas. La preponderancia de protagonistas masculinos: Gru, Lobezno, Deadpool, Venom, Bitelchús, Kung Fu Panda, Godzilla, Kong, Paul Atreides (Dune), los gladiadores. Cierto es que el número de protagonistas femeninas en el mundo del blockbuster y el cine comercial de Hollywood va aumentando, porque los tiempos están cambiando, pero, como los listados demuestran, aún queda mucho por hacer. Tampoco encontrarán muchos nombres femeninos en la dirección: solo tres, y dos de ellas como codirectoras. Es la desigualdad habitual. En el cine de Hollywood y también en el español, el porcentaje de mujeres directoras suele estar entre el 20 y el 25%. Está costando. Aunque cada vez hay más mujeres haciendo cine y ganan premios en festivales internacionales con películas excelentes, el territorio del cine comercial es fundamentalmente masculino, tanto por las historias que se cuentan, por quien las protagoniza y por quien las dirige.
Y la última cosa que voy a reseñar. Que la única película española que se cuele ahí sea la cuarta entrega de la rancia saga familiar creada por Santiago Segura es una de las cosas más deprimentes de la lista. Es la puesta al día de la comedia ibérica de los años sesenta y setenta que inunda el programa Cine de barrio, con su costumbrismo cañí lleno de ruido, gritos, aspavientos e histrionismo, en justa consonancia con los clichés, chistes y gags previsibles que se gasta y los manidos estereotipos de género (¡a estas alturas del siglo!), clase y edad que ya eran viejos cuando los interpretaba Paco Martínez Soria hace seis décadas. Caspa.
En la cartelera de 1981 se pudo ver El Príncipe de la ciudad, El camino de Cutter, Fuego en el cuerpo y Ladrón. Cuatro películas en un solo año que tenían los mismos temas en común: una sociedad con el trabajo degradado tras las crisis del petróleo, policía corrupta campando por sus respetos y gente que intenta salir adelante delinquiendo que justifica sus actos con razonamientos éticos: se puede ser injusto con el injusto
