CRÍTICA DE CONCIERTO

Magistral lección de anatomía mahleriana

12/02/2023 - 

VALÈNCIA. Antes de nada, hay que felicitarse por un auditorio hasta la bandera, todas las entradas estaban vendidas desde hacía días, y sobre todo con muchísima gente joven, muchos de estos músicos de conservatorios. Hay relevo, de eso no hay duda. 

Ya estamos una vez más con una de esas críticas poco menos que imposibles por la incapacidad de reflejar lo vivido, más que lo escuchado, por los mil quinientos afortunados que llenaron el auditorio. Más allá de la calidad musical de una interpretación que debe de calificarse de superlativa, a la altura de las más grandes orquestas, digamos algo sobre lo que Gaffigan hace en 2023 con la Segunda sinfonía de Gustav Mahler. Digo 2023 porque no es fácil, a lo largo de toda una carrera de dirección orquestal, que suele ser dilatada, abordar estas obras, plagadas de tantos vericuetos no solo musicales sino intelectuales y, más allá, filosóficos, de igual forma. En cuanto al oyente, cuando escuchamos una interpretación musical hay ocasiones en que nuestro pensamiento va más allá de la obra musical considerada en abstracto, y el corpus mahleriano es de esos casos en que es inevitable relacionar esta música con cuestiones extra musicales pues, de una forma un tanto simplificadora, las sinfonías mahlerianas tienen, o pretenden tener, el mundo dentro de ellas. Esa era la aspiración del megalómano y genial compositor, pues tratan de la vida, de la naturaleza y del fin de la primera y lo que hay más allá. 

Dicho esto, el Gaffigan de este pasado viernes huye de hacer prevalecer el hedonismo sonoro, de la belleza y busca lo descarnado de esta música, el drama y una intensidad, diría propia de estos tiempos de cólera que nos tocan vivir: cólera de la naturaleza destructiva, cólera de los hombres. Ello no quita que haya momentos también de tensión interna al contrastar esta visión tan dramática que se inicia con una cuerda grave que hace temblar la sala como nunca he escuchado en directo, con otros de enorme serenidad como ese célebre coral de los metales en el Scherzo final, entonado con un deseo de belleza absoluta culminado con un crescendo y un trémolo de todas maderas que estremecería a las almas más duras y frías que campan por este mundo, o el dúo de la flauta y el píccolo que puede leerse como un canto a la esperanza en estos tiempos difíciles. 

Mucho se podría hablar de la tremendamente personal lectura de Gaffigan: además de enormemente tensa, es transparente “revelándonos” y diseccionando la obra como ese cadáver de “Lección de anatomía” de Rembrandt, logrando un acontecimiento único de cada frase. Gaffigan quiere que se escuche todo y dilata, en algunos casos mucho, los tempi (cuestionable como aborda con una lentitud grotesca la célebre escala descendente con que finaliza el primer movimiento) lo que no suele más habitual en directores al final de sus carreras, y, ante todo, es muy poco previsible en su lectura, evitando caer en los lugares comunes. 

De hecho, tiene en esta segunda mahleriana un particular sentido de las dinámicas: cuando pensamos que viene en primer plano una célebre y cantábile frase de la cuerda lo que hace resaltar es la fanfarria de las maderas que habitualmente ocupa una voz secundaria. Ejemplo culminante de esta forma particular de entender la partitura es la inmensa coda con la que finaliza la obra. Gaffigan evita el crescendo de la masa orquestal excepto las diez trompas en un perfecto acorde final de un impacto imborrable. En definitiva, una lectura que nos permite ver como en una lección de anatomía lo increíble de la orquestación mahleriana. 

James Gaffigan, director titular del Palau de les Arts, exhibe una madurez para su edad absolutamente insultante, una capacidad para transmitir lo que quiere digna de un gran maestro, pues resulta incomprensible como en menos de una semana de ensayos se puede comunicar a la gran orquesta que reclama esta partitura, cantantes y coro una visión tan personal de una obra enormemente compleja. Además, el neoyorquino se muestra absolutamente confiado en las inmensas posibilidades de sus músicos y en un coro que lleva hasta el límite de sus posibilidades físicas (tal como me confirmaba una integrante de éste) lo que además demuestra gran confianza en sí mismo. 

Llegamos al difícil asunto de las citas personales. Empecemos con las dos cantantes, excelentes en sus cometidos, al nivel excelso de la lectura ofrecida tanto Jamie Barton con un Urllicht imborrable junto con el posterior coral de las trompetas, como Sydney Mancasola. Un acierto colocarlas en un lateral a la altura del coro. En cuanto a los profesores de la orquesta, como la nómina es extensa y podría dedicar todo un artículo al respecto, pero no puedo dejar de citar al gran Álvaro Octavio en la flauta que ha sido una agradable sorpresa verlo de nuevo por Valencia, como no, a la gran píccolo (y flauta) que es la francesa Virginie Reibel y el también galo Antoine Escoffier junto Christopher Bouwman y extraordinaria Ana Rivera en el corno inglés, Bernardo Cifres a la trompa. Sensacional la sección de chelos, la estremecedora percusión en el scherzo final, la fantasmal banda fuera de escena en uno de los pasajes más geniales y turbadores de toda la literatura mahleriana, por no hablar de todos los metales desde la primera trompa de Bernardo Cifres hasta la última, el seguro de vida que es Rubén Marqués en la trompeta o la impresionante tuba de Ramiro Tejero, tremenda en la reexposición del tema inicial.

Éxito absoluto en una tarde inolvidable, con un público que braveó a cada uno de los intervinientes tanto a título particular como global. Un detalle admirable de Gaffigan es que, tras ir levantando uno por uno a los solistas, jefes de secciones y coro, en momento alguno quiso recibir un aplauso en solitario, sabiendo que la sala se habría literalmente venido abajo. 

Ficha técnica

10 de marzo de 2023

Auditori del Palau de Les Arts

Segunda sinfonía de Gustav Mahler

Jamie Barton, mezzosoprano; Sydney Mancasola, soprano

Cor de la Generalitat Valenciana 

Orquesta de la Comunitat Valenciana 

James Gaffigan, director musical

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