a expensas de saber si habrá uno, analizamos sus posibilidades

Secretos de cinéfilo: así es el ansiado cine que funcionaría en el centro de Castelló

16/05/2019 - 

CASTELLÓ. Fue en 1896 cuando el gran invento de los hermanos Lumière se trasladó hasta la ciudad de Castelló, más concretamente en el ya alzado Teatro Principal. Según cuentan, este -bien sea por la época o porque al final la capital de la Plana no era más que una pequeña ciudad de unos 30.000 habitantes- tenía muchas deficiencias. Sin embargo, el 'experimento' gustó y la proliferación de salas de cine familiar no se hizo esperar. Nombres como el Royal, Victoria, Saboya, Rialto, Condal, Capitolio, Goya o Rex coparon poco a poco el núcleo de ocio de la ciudad de extremo a extremo. Un florecimiento que, pasado un largo tiempo y con el boom de la crisis económica, se frenó en seco, dando por cerradas la totalidad de sus salas. ¿Era un problema coyuntural de la ciudad? ¿Era problema del tipo de películas de las que se disponía? Pues bien, a la primera pregunta responderemos rápidamente que "No". 

Desde 2007, se han cerrado 678 salas de cine en todo el Estado, según señala el último informe de la Federación de Cines de España (FECE). Y la Comunitat Valenciana no es ni mucho menos la más mal parada. Igualmente, el mismo documento apunta a un escenario post-crisis mucho más amable y calmado. De hecho, el cine sigue suponiendo el 69,89% del consumo de ocio cultural, colocándose así por encima de otras prácticas como la música popular en directo. Y solo por lo que hace a la terreta, habría más de 400 pantallas activas. No obstante, se continúan perdiendo cines. En València, recientemente bajaron la persiana los locales de Ventura Pons, abiertos hace apenas dos añosEs difícil pues entender por qué los proyectos funcionan unas veces sí y otras no. Expresaba el mismo Pons  -veterano en el sector- en unas declaraciones a Culturplaza que nos topamos ante una "hecatombe a la que tenemos que estar simplemente preparados". Ahora bien, tampoco la incertidumbre puede volver a estos imprescindibles. 

Castelló que, como hemos dicho, carece de salas en el centro, podría volver a sus viejos tiempos configurando un nuevo tablero. Fue en plena campaña cuando Compromís per Castelló presentó sus más de 450 propuestas sociales, a fin de formalizar su candidatura municipal. Entre todas ellas, en la sección de Cultura resaltaba especialmente una: la creación de una sala de exhibición pública que proyectaría obras en versión original y en valenciano, de forma regular y con precios populares. La propuesta, sin saber todavía si la agrupación valenciana podrá materializarla, es como poco atractiva para analizar. De ser esto cierto, qué tipo de cine funcionaría en Castelló, o mejor dicho, qué tipo de cine necesita la capital. 

El tejido local se nutre en la actualidad de la programación eventual del Teatre del Raval o de la Filmoteca valenciana en el Paranimf de la Universitat Jaume I. Así mismo, en el Grao habita la sala privada de Neocines; y en la periferia, la cadena Cinesa, ubicada en el centro comercial la Salera. A todo ello, próximamente el recién estrenado Estepark se sumará a la lista, en su caso bajo el paraguas de Ocine. Podríamos pensar que con este listado es suficiente para saciar la sed. Sin embargo, la programación no parece ser del todo completa. "Hace dos semanas había 19 pases diarios de Vengadores Endgame solo en Castelló. Es una película que está muy bien y que la hemos celebrado mucho, pero que en una provincia como la nuestra ocurra esto es un problema", señala Aarón Rodríguez Serrano, doctor en Comunicación Audiovisual, investigador en la UJI y auténtico experto en la materia.

-¿Está la oferta cinematográfica privada demasiado acotada? 
-Tenemos la suerte de que los Neocine del Grao se manejan lo mejor que pueden. Combinan la vertiente más comercial con el cine de autor y también arriesgan con películas de producción propia y en valenciano. Es una empresa privada que hace muy bien las cosas y eso hay que ponerlo también en valor. Pero cuando analizamos fríamente cómo se configura la oferta local es evidente que los términos de programación no funcionan bien. Partimos de intereses ecónomos, está claro, pero no puede ser que el 60% de las pantallas de Castelló se centren en una misma producción. El problema de los cines de los polígonos industriales -tales como la Salera o Estepark- es que están enclavados en una oferta de ocio, que sí está muy bien, pero que no debe girar únicamente entorno a ella.

-¿Tenía Castelló un buen cine en sus años de máximo esplendor?
-Yo aprendí mucho de los cines del centro de Castelló. Hasta hace cuatro años el Museu de Belles Arts tenía un ciclo de cine con películas que muchas veces no habían llegado ni a València. Eran buenísimos, muy exigentes y con una calidad excepcional. También en la cadena ABCD hubo una filmoteca que hacía unas sesiones maravillosas de cine negro. La progresiva desaparición de estos espacios fue totalmente consecuencia de la crisis, porque la selección de films era buena, tampoco influía dónde estaban situados. Simplemente llegó un momento en el cual había menos dinero y las empresas familiares se vieron obligadas a ceder sus terrenos.

-¿Así, eres partidario de alzar un nuevo cine público en el centro de la ciudad?
-Sí, puesto que este tipo de salas tienen otra función social. Ha de hacer arqueología del cine, además de entretener. Pero, sobre todo, se ha de invitar al debate y formar al público para que aprendan a disfrutar plenamente de su arte. 

-Después de ver de dónde venimos, ¿es factible?
-La alternativa es factible porque hay otras ciudades de nuestro tamaño que tienen importantes comunidades cinematográficas propias, y desde hace relativamente poco. No es un riesgo gratuito. Podemos ver casos como son Santiago de Compostela o San Sebastián, que cuentan con una programación profesional y les funciona muy bien. No tiene porque quedarse en un buen propósito; si hay antecedentes, sí se puede. Aquí, de hecho, tenemos a gente de tercera edad muy fiel e inteligente que reacciona genial a ese otro tipo cine. En general, hay mucho público con ganas de abrirse a propuestas más vanguardistas y alternativas.

Por eso, es importante generar otros espacios. Hay instituciones que lo están haciendo todo lo bien que pueden. El Raval y la Filmoteca de la UJI hacen un esfuerzo que se agradece, pero ha de verse reforzado con una programación regular y coherente que esté al servicio de la educación de los cinéfilos. 

-¿Qué debería programar pues esta ansiada sala?
-Lo mejor es generar una programación híbrida que esté al alcance de todo tipo de públicos. Aunque, repito, es fundamental contar con obras que ayuden a formar a los espectadores, especialmente a las nuevas generaciones. Los años de adolescencia son fundamentales para los futuros amantes del cine. Así, si no podemos crear una programación súper elitista, tenemos que invitarlos a ver propuestas diferentes a las que se suelen ver en las otras salas. Si se hace una programación más exigente puede, incluso, ayudar a asentar el trabajo que se hace en el Raval o la Filmoteca. 

Es evidente que si hay otra alternativa y otra ventana en el centro de la ciudad, se ha de propulsar. No se trata ni siquiera de competir, sino de acompañar la oferta para generar una masa crítica.

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