Ferràs habló recientemente en Castelló sobre innovación y competitividad en el acto de presentación oficial del XVI Congreso Internacional del Técnico Cerámico organizado por ATC.
CASTELLÓ. Autor de uno de los blogs sobre innovación más leídos en español , Xavier Ferràs Hernández (Manresa, 1969) es actualmente profesor del Departamento de Dirección de Operaciones, Innovación y Data Sciences de ESADE. Ingeniero Superior de Telecomunicaciones por la Universitat Politècnica de Catalunya, MBA por ESADE y doctor en Administración de Empresas por la Universitat de Barcelona, su trayectoria destaca por la combinación de ocupaciones en los sectores público y privado. Una riqueza de la que ha extraído una particular visión de la realidad económica y de sus perspectivas de futuro.
En la industria, fue directivo del sector del automóvil, así como profesor asociado de Ingeniería Electrónica en la Escuela Superior de Ingenieros de Telecomunicación de Barcelona. Su vertiente académica se completa con cinco años en el Decanato de la Facultad de Empresa y Comunicación de la Universidad de Vic- Universidad Central de Catalunya. Y en la Administración, durante cuatro años fue director del Centro de Innovación Territorial de ACC1Ó (Agencia Catalana de Competitividad), donde trabajó en políticas de transferencia tecnológica e innovación empresarial de la Generalitat de Catalunya. Anteriormente, fue director de Desarrollo Empresarial y jefe de Innovación del Centro de Innovación y Desarrollo Empresarial (CIDEM).
Miembro de numerosos consejos asesores, entre los cuales figuran el de la Asociación de Empresas Exportadoras de Catalunya (AMEC), o la Fundación Conocimiento y Tecnología (COTEC), Ferràs publica de forma habitual en medios de comunicación y ha escrito el libro ‘Innovación 6.0: El fin de la estrategia’ (Plataforma, 2010), y asimismo comparte la autoría de otros como ‘La Economía de la Felicidad’ (2017), junto a Josep Maria Coll, o ‘Pasión por Innovar’ (Granica, 2006), con Franc Ponti. El pasado jueves 4 de noviembre estuvo en la Cámara de Comercio de Castellón para impartir la conferencia La nueva globalización: innovación y competitividad en un mundo fragmentado en el acto de presentación oficial del XVI Congreso Internacional del Técnico Cerámico de la Asociación Española de Técnicos Cerámicos (ATC).
"Centrar el proceso innovador en la Universidad es muy ineficiente. La lógica innovadora funciona al revés: voy a desarrollar una industria muy exigente y luego, que esa industria demande servicios a las universidades"
- Usted ha trabajado en las célebres 3 hélices de la innovación: administración pública, universidad y empresa. ¿Sobre cuál recaen más mitos y cuál está más cerca de cumplir con el papel que se espera de ella?
- Para que un país -o una ciudad o una región- sea competitivo en innovación debe integrar correctamente las actuaciones de las tres palancas de esa hélice: la estructura empresarial, la Administración y la estructura académica. Sería bueno que las tres fueran síncronas y en la misma dirección, pero cada una debe tener dinámicas innovadoras propias. Y sobre todo es una cuestión del empresariado. El centro es la empresa, aunque la Administración y la academia también deban ser innovadoras. A nivel de país, los hay que integran esto muy bien y otros que no, pero no hay país líder en innovación sin industria innovadora. Y tendemos a pensar en cada palanca de forma independiente. El mito es que la investigación se hace en las universidades y las empresas aplican esa investigación. Las empresas deben hacer investigación y requerir el apoyo de las universidades. Eso exige un marco legislativo, financiero y fiscal para favorecer que las empresas hagan cosas que vayan por delante de lo que el mercado les pide. En Estados Unidos, un paradigma de la innovación podría ser una misión espacial, tan icónica: un proyecto retador, con objetivos finalistas que integran a las tres palancas y que es montado por empresas con financiación pública para que traccione al conjunto de la economía.
- Asegura que ahora vivimos la sexta ola de la innovación y que esta tiene que ver con las concentraciones territoriales. En el caso de España, hablamos básicamente de ciertas ciudades. ¿A qué atribuye la diferencia con otros países, en que se habla más de regiones?
- La innovación es un fenómeno de proximidad. Si tienes concentración de agentes de proximidad, en una ciudad o región, lo importante es que interactúen. De ahí salen los proyectos híbridos más complejos, y la interacción permite que no pierdas conocimiento tácito. En alta tecnología, esto es muy conocido. Existe una barrera cultural, por ejemplo ante un “sí” de un interlocutor de otra cultura: “¿qué me han querido decir, que sí lo entienden o sí lo van a hacer?”. También una barrera idiomática e incluso horaria, por ejemplo para entenderte con unos japoneses. Por eso, si estas desarrollando un nuevo semiconductor o un nuevo avión, es importante que tengas proveedores y partners muy cerca, que hablen tu mismo idioma. Porque además, en un correo electrónico no puedes explicar realmente nada. Una conversación cara a cara es mucho mejor: acelera la innovación.
- ¿Qué factores deben confluir para que los ecosistemas locales desarrollen todo su potencial?
- Lo primero es la diversidad de agentes. Es como la selva tropical, y cada uno debe poner su rol. Antes hablábamos de la triple hélice, ¿no? Pues hacen falta universidades, centros de conocimiento e instituciones que apoyen la actividad innovadora, que no la frenen. También actores financieros, capital riesgo… e idealmente también que haya cierta calidad de vida, con servicios añadidos, desde consultorías a restaurantes o bares. Si se consigue concentrar atributos favorables en un lugar y creas un marco institucional para que la innovación florezca, puedes favorecerla. Y sobre todo, las políticas públicas son muy importantes, porque la innovación disruptiva no se genera solo en la empresa, sino con el impulso de las instituciones. Tenemos la idea del ‘fallo de mercado’, según la cual los inversores privados, las empresas, tienden a hacer aquel tipo de proyectos en los que encuentran más retorno en el corto plazo y una menor complejidad.
- Prosiga, por favor.
- Si dejas solo al mercado, irá a financiar y apoyar ese tipo de proyectos muy simples. Por ejemplo, en clase siempre hago un ejercicio en el que divido la clase en dos grupos, y a cada uno le pido un plan de negocio. A uno le pido que lo haga sobre pizzerías, y al segundo le digo que tiene la patente del primer microprocesador de silicio del mundo. El resultado es que el plan de negocio de las pizzas es más atractivo, comprensible y con menor riesgos en el corto plazo. En el otro caso, para empezar es que no tienen proveedores, no encuentran a nadie que programe, no responde a necesidades evidentes… y por tanto si llevas ese proyecto al mercado tardará muchos años hasta estabilizarse. Por tanto, el capital privado apostará por un país de pizzas. Es por eso que las políticas de I+D son importantes. Alguien debe decirle a ese emprendedor del segundo caso “mira, los tres primeros años los tienes pagados porque esto es estratégico para el país, y nosotros te vamos a traer los primeros clientes y te vamos a financiar”. Y ese país se convierte en líder.
"¿Qué ha pasado en España? Nos hemos emborrachado de prosperidad. Creemos que ésta nos viene dada y no hay que hacer nada más. El resultado es que nosotros estamos cayendo. No hemos sabido pasar de una economía industrial a otra tecnológica"
- Recientemente, el profesor y escritor Adolfo Plasencia nos decía que China se va a convertir en la primera potencia mundial por un regalo de Occidente llamado deslocalización. Y recordaba que el 67% del I+D está ligado a la experiencia de fabricación.
- Es que nos hemos creído que el centro del sistema de innovación es la Universidad, y hemos pensado que con una gran política de investigación iban a manar industrias. Esa idea de que si haces buena investigación, saldrán aludes de startups que regenerarán el sistema económico. Eso solo pasa de forma residual y además es muy ineficiente. Centrar el proceso innovador en la Universidad es muy ineficiente, porque me voy a gastar mucho dinero en materia prima… y luego ya veré si la vendo. La lógica innovadora funciona al revés: voy a desarrollar una industria muy exigente y luego, que esa industria demande servicios a las universidades. Y esa ha sido y es la lógica en Asia: primero fabricamos cosas sencillas, y al ser baratos atraemos capital extranjero. Aprendemos técnicas industriales, y luego aprendemos a copiar productos. Cuando ya sabemos copiar, vamos a diseñar productos propios. Luego vamos a hacer tecnología propia y finalmente, vamos a hacer ciencia.
- Si las políticas públicas son clave, ¿son nuestros políticos más conscientes hoy que hace, digamos 10 años, de hasta qué punto la estrategia de I+D es crítica para nuestro futuro?
- Solo decirte que el indicador rey del grado de innovación de una economía es cuánto invierte en I+D. En España es un 1,24% del PIB, es decir, sumando sector público y privado. Y ese 1,24% es exactamente el mismo que hace 10 años. En ese periodo, China nos ha pasado de largo a la media de la Unión Europea. Cuando España ya estaba industrializada, Taiwan y Corea eran plantaciones de arroz y té. ¿Qué ha pasado en España? Pues que nos hemos emborrachado de prosperidad. Creemos que ésta nos viene dada y no hay que hacer nada más, un poco creernos lo del fin de la historia de Fukuyama: nosotros ya estamos arriba y solo falta que el resto de países se vayan acercando a nosotros. Pues bien, el resultado es que nosotros estamos cayendo. No hemos sabido pasar de una economía industrial a otra tecnológica. Países como Polonia, la República Checa o Malta… ya superan en inversión en I+D a España, y por este tema yo nunca he visto nervios en los Consejos de Ministros.
- Un mal síntoma.
- El problema es que tampoco se han visto nervios en la sociedad civil. Esto es más un problema de sociedad civil inconsciente… o de estar siempre fuera de juego, de desconocer el juego actual de la globalización, que cada vez más irá más en base a la tecnología que no en clave política.
- En España, el País Vasco es el referente de la innovación, pero ¿debe cada comunidad autónoma buscar su propio modelo?
- Como te decía antes, la innovación es un fenómeno de proximidad. Y cada comunidad y hasta cada ciudad pueden tener su propio modelo económico, pueden especializarse por ejemplo una en Inteligencia Artificial, otra en nuevos materiales… eso tiene su sentido, la especialización tecnológica. De hecho, la UE lo pide, pide estrategias de innovación inteligente territorial. Lo que pasa es que hay zonas que tienen enfoques más neoliberales, convencidos de las bondades del reajuste automático del mercado, y otras por ejemplo con visión más industrialista. En ese caso, claramente el País Vasco es el ganador de esta partida. Y luego hay zonas con políticas de innovación muy académicas, volcadas en la investigación pura. Los modelos neoliberal y academicista son los más cuestionados hoy en día.
- A este respecto, ¿cómo ve a la Comunidad Valenciana?
- Fue líder en su momento en el despliegue de sus centros tecnológicos, que son la asignatura pendiente del sistema español de innovación español. Desplegó una red de centros tecnológicos de elevada calidad, que habría que potenciar y hacer crecer. También es necesario un plan estratégico a nivel español, pero lo que pasa en la Comunidad Valenciana es que los agentes de innovación están demasiado supeditados al ciclo político, atentos por si les cambian las condiciones, si les van a cambiar la financiación… y así es muy complicado lograr estabilidad. Si les quitas financiación igual hacen menos investigación y pasan a hacer más servicios de mercado. Hay que tener cuidado y estabilizar las políticas, porque además la región tiene industria transformadora de cierto nivel, con capacidad técnica… El despliegue de centros no está mal, habría que ver sus dimensiones para que sea equiparable a modelos del centro de Europa como la red alemana de institutos de investigación (Fraunhofer-Gesellschaft), porque esos centros están muy bien dotados financieramente y se han creado con la misión fundacional de hacer investigación con empresas. En España, junto al País Vasco la Comunidad Valenciana fue la otra región que se inspiró en ese modelo. Valencia tiene un sustrato de primer nivel, y el futuro pasa por profundizar en ese camino.
- En el tema de los fondos Next Generation EU, hay voces de investigadores que avisan de que puede convertirse en otra oportunidad perdida porque no se ha propiciado un verdadero diálogo entre todos los actores implicados (empresas, centros de investigación, universidades, etc.). ¿Cuál es su visión al respecto?
- Es que la oportunidad es única, pero tenemos que ser capaces de gestionarla bien. Y hay que llegar a un equilibrio, porque si queremos que cada uno tenga un trocito, no saldrá bien. No es el objetivo de Europa, que lo que quiere es que la industria se transforme y se digitalice. El foco está en la industria y en proyectos de I+D que tengan masa crítica, porque si al final vas a pagar un proyecto de I+D de 10.000 €, ¿cuántos proyectos hay que hacer para ejecutar el global? Será más fácil avanzar con un proyecto de 100 millones de € que hacer 1.000 proyectitos de 100.000€. Ojo, que deben participar las pymes pero en proyectos diferenciales que se salgan de su día a día, porque deben ser de alto contenido tecnológico y tener masa crítica. El mundo que viene es de masa crítica, eso está muy estudiado en innovación.
"A Europa le tiemblan las piernas porque se ha dado cuenta de que ha estado 60 años durmiendo la siesta: si EEUU y Asia nos dejan de vender semiconductores nos vamos directos al Paleolítico"
- Es decir, la dimensión de los proyectos es fundamental para la captación de estos fondos.
- Es que existe una cierta tentación para las instituciones que los gestionan: pongamos que tengo un millón de €, ¿no? Pues por entendernos, puedo hacer un solo proyecto de un millón de €, pero condicionarlo a que quien lo desarrolle tenga que aportar dos más. O puedo optar por la alternativa: hacer mil bonos de 1.000 €. Lo segundo es más popular pero no tiene ningún impacto económico. En innovación sabemos que la masa crítica importa, moviliza más recursos y todo es más fácil de gestionar. Pero tenemos una complejidad notable, porque es algo único: digerir todo lo que tiene que llegar no se ha hecho nunca antes y encima, nuestra Administración es muy burocrática y garantista. Eso es un problema muy grande en este caso, y si no ejecutamos los fondos, perderemos una oportunidad histórica. Además, tenemos malos precedentes, porque históricamente nuestra tasa de ejecución de proyectos europeos ha sido baja. Hay que ver si somos capaces de convertir la filosofía en práctica. Por ahora, lo que hay es una percepción de que los fondos no acaban de llegar y eso genera desencanto.
- En la última entrada de su blog, sugiere un probable conflicto bélico a cuenta de los semiconductores. ¿Estamos a un paso de que las guerras comerciales pierdan ese apellido?
- Creo que no, hay demasiadas cosas en juego para que estalle un conflicto bélico. Pero sí creo que se va a recalentar mucho, muchísimo. Hay una gran presión psicológica y de todo tipo sobre Taiwan. Allí fabrican el 60% de los semiconductores… y China considera que esa isla es suya. No creo que llegue la sangre al río, sinceramente, pero podemos tener guerra cibernética, ciberataques, aranceles, bloqueos de puertos… en definitiva guerra económica y tecnológica. Hoy la ciberseguridad es fundamental. Y todo esto se nos está escapando aquí, igual que la conciencia de que las redes sociales pueden impactar en nuestra consciencia colectiva, generar opinión pública. Y una compañía puede ser hackeada por una compañía extranjera, e igual le bloquea sus canales de comunicación, porque alguien captura y bloquea los mensajes antes de que lleguen. Esto ya ha pasado con startups de alta tecnología: un día, una empresa con una tecnología crítica empieza a perder valor porque pierde pedidos y es adquirida por una compañía extranjera. Son cosas que están pasando y son raras: es una nueva forma de guerra, más centrada en crear ‘social unrest’ (malestar social), que en montar una guerra militar al uso.
- En este contexto, ¿sabe Europa qué quiere ser? ¿Hasta qué punto tendrá peso la estrategia de cada país si necesitamos la masa crítica del continente?
- A Europa le tiemblan las piernas porque se ha dado cuenta de que ha estado 60 años durmiendo la siesta. Unos más que otros, claro. El caso es que ha confiado en EEUU y en la globalización. Eso de que si se va industria a Asia es lo mejor que nos puede pasar, porque vamos a ganar todos con productos más baratos, va a ser fantástico… y aquí nos dedicaremos a actividades de más valor. ¿Qué la tecnología se hacía en otro sitio? Ya la compraremos. Y así nos hemos ido quedando en la nada. No se ha hecho política industrial, no hemos reforzado sectores estratégicos, y por si fuera poco, aunque a nadie le gusta hablar de Defensa, tenemos una altísima vulnerabilidad. No hemos hecho ni políticas de datos, en ese tema Europa está en manos de compañías norteamericanas, ni hemos asegurado otro tema clave: si EEUU y Asia nos dejan de vender semiconductores nos vamos directos al Paleolítico: ni Netflix ni ordenador, los hospitales se paran… y en esto no somos autónomos. Hay un cierto pánico entre ciertas autoridades europeas, y este pánico está en el origen de los fondos Next Generation EU, que son para corregir nuestros defectos estructurales. Veremos si acaban diseminados en cosas sin utilidad.
- En el título de su conferencia del próximo día 4 en Castelló habla de un mundo fragmentado. ¿En qué cree que debe centrar sus esfuerzos nuestra estrategia de país?
- La idea de un mundo fragmentado viene de lo que vivimos: una vuelta a la Guerra Fría, con Europa en medio entre los dos bloques -ahora EEUU y China- y comuna fragmentación que va mucho más allá, porque también es social, una división entre ricos y pobres. Con la globalización ponemos algunos ricos aquí, un poco de clase media allá… y mira, en EEUU están en la calle hablando de una nueva guerra civil, y eso era impensable hace unos años. Nos hemos fragmentado socialmente. También entre norte y sur de Europa: los de arriba haciendo los deberes y en el sur, haciendo la siesta, con esos 10 años congelados en materia de innovación. Y por si fuera poco, también fragmentados en todo el mundo por un nacionalismo creciente, que está fragmentando el mundo de nuevo… al que se suma un tecnonacionalismo, en el que los países van a intentar protegerse, no cerrando fronteras pero si creando sus tecnologías y cadenas de valor estratégicas. No es neutro dónde se van a poner las planteas de semiconductores en Europa, o de baterías… y ahí surge un tecnonacionalismo que configurará los próximos años.
- Y en este contexto, ¿qué puede hacer una empresa de un sector tradicional como la cerámica?
La primera buena noticia de esta industria es que existe. Que se mantiene, y eso es más importante de lo que parece. Tiene deberes, por supuesto, como convertirse en una industria con masa crítica, digitalizada, conectada con centros de conocimiento y con productos diferenciales. Pero la base está. Castellón tiene un PIB industrial muy alto y la cerámica es un sector estratégico. Y las instituciones tienen que entenderlo.