Entrevista

CULTURA

Sara Gallego: "El proceso creativo es absorber cualquier experiencia vital y usarla para transmitir emociones"

La joven castellonense es una de las directoras de fotografía más respetadas del país

  • Sara Gallego

CASTELLÓ. A veces ocurre que se cumplen los deseos por más complicados que parezcan en la teoría. Que se lo pregunten a Sara Gallego (Castellón, 1991), que pasó de estudiar en la UJI Comunicación Audiovisual a hacerse un nombre dentro del mundo del cine y la publicidad en España. Ha tenido que esforzarse hasta lograr ese hueco que le ha llevado a ser la directora de fotografía de ‘La buena letra’, película que hemos visto este verano en los cines y que es uno de sus últimos proyectos. Su trabajo consiste en defender que en las películas -o en los anuncios- el oficio no solo se demuestra delante de la cámara sino también detrás de ella. 

En esta entrevista Sara nos comparte su visión del oficio, la ausencia de referentes femeninos en sus inicios, las influencias que marcan su trabajo cuando coge una cámara, la complejidad de construir una historia a través de las imágenes y alguna que otra anécdota de rodaje. 

— Estamos muy familiarizados con el cine, la publicidad y las series, pero ¿en qué consiste el trabajo de una directora de fotografía?

— En general se encarga de pensar y crear la estética visual de la pieza, de traducir en imágenes la emoción de la historia. Cuando tú ves una película hay mil decisiones que se han tomado y que no analizamos como espectadores pero de las que sí disfrutamos inconscientemente, como los decorados, el vestuario, el maquillaje y también la luz y la textura fílmica. Para mí la genialidad del director de fotografía consiste en poder crear una estética lo más coherente posible con lo que necesita trasmitir la película, aunque eso tenga que ver con hacer una fotografía feísta, por ejemplo, si ayuda a que empatices con los personajes.

— ¿Cómo llega una joven de Castellón que estudia Comunicación en la UJI a estar en primera línea del sector audiovisual español? ¿Cuál ha sido tu camino?

— Empecé a estudiar en la UJI la diplomatura de Comunicación Audiovisual sin saber muy bien a qué me quería dedicar, simplemente porque me gustaba mucho la fotografía y el cine. De hecho empecé a conocer y admirar el trabajo del director de fotografía mientras estudiaba y no antes. El último año lo cursé en Madrid a través de una beca Séneca y alguien me habló de la ECAM, una de las escuelas de cine que hay aquí. Me lancé a seguir con esta vocación artística, no con el afán de ser directora de fotografía pero sí por aprender y estar cada vez más cerca, y entré. En seguida empecé a trabajar como ayudante de cámara en publicidad pero me volvía loca buscando cortos y videoclips en los que meterme como directora de fotografía. Todo lo que vino después fue mezcla de estar en el momento adecuado en el sitio adecuado y el empeño, la pasión y la energía que tienes a los 20 años.

— ¿Tenías que salir de Castellón si o sí para poder trabajar en tu sector?

— Sin duda. Creo que Madrid y Barcelona monopolizan el sector del cine y la publicidad desde siempre. De hecho en estos últimos años se han empezado a descentralizar algunas producciones a otras comunidades autónomas gracias a las ayudas fiscales, y eso es maravilloso. Pero aún así sigo  pensando que el mejor sitio donde formarse y empezar a meter cabeza es la capital o Barcelona.

— ¿En qué momento pensaste que sí que podrías dedicarte a ser directora de fotografía?

— Pues es curioso porque mientras me formaba como directora de fotografía en la escuela de cine, mi proyección era la de trabajar y profesionalizarme dentro del departamento de cámara y me hubiera parecido impensable estar en pocos años haciendo películas. Y me parece importante hablar de esto porque en ese momento mis referentes eran sobre todo masculinos, había muy pocas directoras de foto en las que fijarme. ¿Cómo voy a imaginarme a mí misma operando una cámara si todas las fotos que veo son de hombres manejándolas? Muchas veces estamos bajo un techo de cristal y por eso es tan importante visibilizar a los colectivos minoritarios y generar más referentes en los márgenes.

Mis referentes eran sobre todo masculinos, había muy pocas directoras de foto en las que fijarme

— Entonces, ¿no tuviste referentes femeninos?

— Los pocos referentes femeninos que tenía eran las profesionales del colectivo Directoras de Fotografía que llevan trabajando años aquí y fuera de España, y a las que siempre les voy a estar agradecida por abrir nuevos caminos. Pero esta brecha de género está cambiando y celebro con mucha alegría y optimismo que cada vez seamos más mujeres ocupando este espacio. Mirando hacia fuera, me gusta mucho el trabajo de Natasha Braier, Kate Aritzmendi, Ari Wegner o Rina Yang.

— Y ahora que ya tienes experiencia y trabajos de primer nivel, ¿qué influencias dirías que están marcando tu trabajo?

— Ahora mismo siento que hay muchas cosas del día a día que influyen en mi trabajo, desde el libro que estoy leyendo hasta una conversación que tenga con una amiga. Pasando por cosas más evidentes como la pintura, la fotografía y el cine que disfruto y que me emociona. Supongo que lo bonito del proceso creativo es la capacidad que tienes de aprender y absorber de cualquier experiencia vital, no solo de las artes, y usarlo para transmitir tus deseos, miedos y emociones. En cine me influyen mucho personas como Julia Ducounau, Rose Glass, David Cronenberg, Céline Scianma, Alice Rohrwacher o Ari Aster.

— ¿Qué importancia tiene para ti la narrativa visual en una película o serie?

— Es fundamental, es lo que envuelve el relato. Pero ya no solo me parece importante para acompañar y contar una historia, sino para crearla desde el lenguaje visual. Siempre me acuerdo de una cineasta pionera y queer de los años 20 que se llamaba Germaine Dulac y que decía que el cine no debía considerarse la fotografía de la vida real, sino que debía encontrar su propio camino como arte. Esto implica olvidarnos de las narrativas clásicas del teatro o de la literatura, por ejemplo, y buscar la esencia en lo que hace único el cine, que podría ser el conjunto de la imagen, el sonido y el montaje. Para mí esta es la clave, que una película logre transmitirte una historia y unas emociones mediante la sensorialidad de la imagen y el sonido, sin necesidad de sobre explicar la narración ni los diálogos.

— Ahora que ya acumulas muchos trabajos a tus espaldas con directores de prestigio y actores conocidos, ¿alguna anécdota durante la grabación de una escena que puedas contar?

— Me impresionó mucho rodar una secuencia de ‘La buena letra’, película dirigida por Celia Rico. Es la escena del baile de Loreto Mauleón, la protagonista, y Roger Casamajor. No quiero hacer ningún spoiler pero solo diré que en un intento tierno y a la vez desesperado de olvidarse de la miseria, los dos personajes bailan juntos mientras la cámara les va siguiendo en un plano secuencia. Recuerdo que la interpretación de ambos me emocionó hasta el punto de que me sentí torpe encuadrando, y cuando Celia cortó el plano me di cuenta de que el resto del equipo estaba igual de emocionado. Fue un momento mágico y esa toma, que era la segunda, es la que está montada en la película.

— ¿Es el documental ‘El año del descubrimiento’, teniendo en cuenta los premios que cosechó, el trabajo que más satisfacciones te ha dado hasta el momento?

— Me siento muy orgullosa de haber participado es este proyecto, no solo por el reconocimiento que consiguió (el Goya pero también el alcance que tuvo) sino por la importancia que creo que tiene dentro del contexto histórico y político español. Es un documento trascendental sobre la lucha obrera y la rebelión, tan importante en muchas cosas que están pasando ahora mismo. También recuerdo que éramos un equipo pequeño y rodarla fue muy bonito y revelador, ya que nos permitimos arriesgar y experimentar en cuanto a la narrativa y la forma. Además de que fue mi primera primera película y eso lo conservo con mucho cariño.

Creo que cada uno tiene que encontrar el camino que le funciona y sobre todo, el que desea y le hace feliz

— Ahora está en cartelera ‘La buena letra’, de la que eres responsable de fotografía. Si vamos al cine, ¿en qué nos tenemos que fijar para apreciar tu trabajo?

— ‘La buena letra’ es una adaptación de la novela de Chirbes y habla sobre una familia en el contexto del final de la guerra civil. Es una historia en la que se pone el foco en Ana, la madre, y que dibuja las relaciones intrafamiliares desde la incomunicación y los silencios. Ha sido muy importante poder vestir esta historia de época desde la misma austeridad en la que viven los personajes. La luz es cruda y natural, con una paleta de colores sobria pero pictórica. Buscamos crear juegos con sus propias sombras, como si las sombras hablaran también de ellos y de cómo ocupan el espacio en el mundo. Es una película que tiene dureza pero también mucha ternura y esa fuerza femenina característica de las mujeres de la época, y creo que en los claroscuros de esa casa, las texturas de las paredes, el color de los paisajes exteriores y la oscuridad de las noches iluminadas con velas se puede respirar esa atmósfera. Os animo muchísima a que vayáis a verla.

— ¿Qué consejo le darías a alguien que quiere iniciarse en la dirección de fotografía?

— Que no sea dogmático y que se deje llevar más por su instinto que por el academicismo. Que no tenga miedo a que sus primeros pasos no se parezcan a los de sus compañeros. Creo que hay mil caminos diferentes para formarse o empezar a trabajar como directora de fotografía. Puedes entrar en una escuela y especializarte, puedes empezar a trabajar en el departamento de cámara o de luz, puedes coger tu cámara y empezar a rodar un documental, pequeños proyectos de otras personas o hacer el tuyo propio… Creo que cada uno tiene que encontrar el camino que le funciona y sobre todo, el que desea y le hace feliz.

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