VILA-REAL. "La salud mental es un derecho de la ciudadanía que debemos cuidar", destaca Jaume Agost, trabajador social especializado en el área de adicciones, en esta entrevista con el COTS Castelló con motivo del Día Mundial de la Salud Mental. Un campo, el de la salud mental, al que se acerca a diario a través de los casos de patología dual -coexistencia de una adicción y una enfermedad mental- en los que interviene el equipo multidisciplinar del Centro de Día Lluís Alcanyís de Vila-real, del que Agost forma parte desde hace 32 años. En una jornada como la de hoy, aboga por poner en valor el Trabajo Social en los servicios, programas y centros de salud mental. "Sin un abordaje social en salud mental toda la intervención se queda coja, como un taburete de dos patas", afirma.
— Desde tu experiencia en el centro de día Lluís Alcanyís, ¿cómo describirías la relación entre salud mental y adicciones? ¿Hasta qué punto son inseparables en muchos casos?
— Es una relación complicada, diría yo. En el centro nos encontramos con multitud de casos de patología dual -y de patología dual grave, cuyo tratamiento se realiza en una unidad específica, dentro del Programa de Patología Dual Grave del Hospital Provincial-. Cuando una persona presenta patología dual, que implica la convivencia de una enfermedad mental y una adicción, el caso se complica para su tratamiento, para la deshabituación en el consumo y su reinserción en la sociedad.
Cuando tratamos casos de patología dual no podemos olvidarnos de ninguna de las dos partes del caso. Es un todo. La enfermedad mental y la adicción aquí son inseparables y requieren un abordaje y un tratamiento en toda su complejidad: incluyendo la afección para la persona a nivel social, psicológico y psiquiátrico.
— Como comentas, esa relación nos lleva a hablar de la patología dual, que tal y como has explicado implica la coexistencia de una enfermedad mental y una adicción. Es un fenómeno complejo y desafiante… ¿Cómo interviene el Trabajo Social en este cruce y qué tipo de acompañamiento se realiza en estos casos?
— En una persona con patología dual, el deterioro de las relaciones es mucho mayor y de más difícil recuperación que en una persona que sólo presenta enfermedad mental o en una persona adicta, situaciones no obstante que ya son de por sí bastante graves. Desde el Trabajo Social
debemos intervenir acompañando a la persona, dándole el soporte que necesita en su proceso de deshabituación y reinserción social. Y hacer entender tanto a la persona enferma como a su entorno cercano en qué situación está y de qué recursos dispone.
Necesitan de un acompañamiento integral, en el más estricto sentido de la palabra. Un acompañamiento que supere las limitaciones a las que se enfrentan.
— ¿Qué retos específicos plantea esta doble problemática a nivel de intervención y tratamiento desde el Trabajo Social?
— Como trabajadores sociales, los retos que tenemos ante esta doble problemática es tener un buen manejo de la situación familiar: conocer el entorno, la situación familiar y el tipo de relaciones de la persona con patología dual, e intentar aportar herramientas para mejorar esa situación familiar que podría estar deteriorada por lo complejo del tema. Y también ver a nivel personal qué metas puede alcanzar, siendo conscientes de las limitaciones de cada usuario o usuaria. Trabajar en equipo es clave, en nuestro caso con la psicóloga clínica, con el educador social, con profesionales de la Unidad de Conductas Adictivas (UCA), y el psiquiatra de patología dual grave, para tener una visión completa.
— ¿Qué otros problemas de salud mental, al margen de la patología dual, se derivan o tienen relación con las adicciones?
— En el centro Lluís Alcanyís tenemos conocimiento de los casos de patología dual a través de las y los usuarios de la unidad de Patología Dual Grave del Hospital Provincial. En estos casos graves coexisten, como decía, una adicción con una enfermedad mental grave como una esquizofrenia, trastorno bipolar, trastorno depresivo mayor grave, trastorno límite de la personalidad o TOC grave.
Pero no sólo hay gente afectada por estos trastornos de mayor gravedad. También una depresión que no sea mayor, trastorno por ansiedad o por estrés, o diagnósticos de trastornos narcisistas: en estos casos no podemos recurrir a la unidad del Hospital Provincial, y tampoco a salud mental en muchos casos. Es aquí cuando la intervención se hace en el centro, donde prestamos atención a todas las personas con cualquier tipo de adicción, sea cual sea su condición.
— ¿Cuáles son los perfiles más frecuentes de personas que presentan patología dual (u otra enfermedad mental) y que atendéis en el centro? ¿Han cambiado en los últimos años?
— Además de sufrir enfermedad mental como trastornos límites de la personalidad, esquizofrenia o trastorno bipolar, a nivel social son personas que no han logrado la emancipación de su familia de origen o lo han intentado sin conseguirlo, y han tenido que volver. En su mayoría tienen una incapacidad laboral permanente o están en situación de desempleo, porque suelen tener muchas dificultades en el ámbito laboral. Además de arrastrar una situación económica compleja.
Por género, hay hombres y mujeres, aunque en el caso del Lluís Alcanyís el 80% de las personas usuarias son hombres, frente al 20% de mujeres.
— Desde el Trabajo Social, ¿cuáles son las principales dificultades a la hora de abordar casos de patología dual o de cualquier otro problema de salud mental vinculado a las adicciones? ¿Qué herramientas o enfoques se consideran más efectivos, desde la experiencia del equipo del centro Lluís Alcanyís?
— Una dificultad que tenemos para trabajar con este tipo de pacientes es que tengan una buena adherencia al programa de tratamiento, y esto se complica por el efecto que tiene en ellos el tratamiento psiquiátrico que siguen, que es fuerte. Todo ello nos dificulta trabajar cuestiones como la motivación y encontrar un estímulo para su vida, para su día a día.
En cuanto a las herramientas, para nosotros es clave el taller del centro de día, porque les da consistencia, hábitos. Llegan con sus facultades minadas por la medicación, y necesitan una rutina. Y esto lo da el taller: el hecho de venir, de compartir experiencias con otras personas, hacer actividades terapéuticas y ocupacionales…
Otra herramienta es el grupo de terapia, que imparto junto al educador social y la psicóloga. Es un espacio donde encuentran apoyo mutuo, donde pueden mostrar sus dificultades y miedos, y escuchar a los demás.
La historia de este centro es peculiar: así como en el sector de las adicciones el enfoque mayoritario es el cognitivo conductual, en el Lluís Alcanyís hemos abogado por una corriente psicoanalista-psicodinámica. Más allá de poner el foco en el síntoma y en lo que debe hacer o dejar de hacer la persona usuaria, apostamos por entender de dónde viene todo, quién eres, por qué te encuentras en esta situación y de qué soluciones puedes disponer para salir de ella.
— ¿Qué papel juega la intervención comunitaria y la coordinación con otros recursos (salud, servicios sociales, empleo, etc.) en el abordaje integral de estos pacientes?
— Es fundamental. En el centro lo que intentamos es que las personas usuarias accedan a los recursos comunitarios que les corresponden, no sólo los servicios sociales o de salud, con los que estamos coordinados, sino también a recursos de tipo educativo, cultural, de tiempo libre. Es clave para ir sumando y consiguiendo estímulos positivos.
— A menudo, el estigma se multiplica cuando confluye el binomio adicciones y enfermedad mental. ¿Cómo afecta esto a su recuperación y acceso a recursos? ¿Cómo combatirlo?
— El estigma lo vemos cada día, y también el resultado de ese estigma: por ejemplo, en la familia, o en la propia sociedad: pasan a ser personas desvalorizadas, cuya palabra u opinión no tiene valor. Es una de las cuestiones que debemos abordar en la medida en la que consiguen mantener la abstinencia en el consumo de drogas durante un tiempo significativo. Lograr que vayan reivindicando el espacio que les corresponde como miembros de una familia, de la sociedad, porque por su historia de vida han acabado siendo excluidos y excluidas. Ir recuperando esa posición es un camino largo; el cambio es difícil, de ahí la importancia de trabajar de forma paralela y coordinada con la familia y el entorno.
Estas personas se enfrentan también a una situación de soledad. Han estado viviendo en entornos de adicción, con personas consumidoras, y cuando cesan en esa adicción, salen de ese grupo, deben apartarse, y se topan con esa soledad. Aquí hay un trabajo a nivel social muy fuerte:
de transición, de incorporarse a entornos ‘normalizados’ y buscar dentro de él otros ambientes y tejer nuevas relaciones, y de conseguir que ese cambio o esa reinserción en un entorno, como decíamos, normalizado, les atraiga y les anime a quedarse. Porque no siempre es así, aunque sean conscientes de que el ambiente previo les causaba daño.
— Precisamente el lema del Día Mundial de la Salud Mental para este 2025 es ‘Compartimos vulnerabilidad, defendamos nuestra salud mental’, un mensaje que invita a reconocer que todas las personas, en diferentes momentos vitales, podemos atravesar dificultades emocionales o problemas de salud mental. Visibilizar esta realidad fortalece la empatía social y permite avanzar hacia una sociedad más justa, inclusiva y cuidadora. ¿Es este el camino? ¿También para derribar estigmas y favorecer la inclusión social?
— El lema me parece muy acertado. Es verdad que la salud mental no es algo que hay que cuidar solo en las personas con enfermedad mental. Casi todos, y todas, a lo largo de la vida vamos a necesitar ese cuidado. Podemos pasar por crisis, duelos, estrés, o incluso sin crisis, duelos o estrés, podemos requerir de esa atención a nuestra salud mental. Hago un paralelismo con el Sistema de Servicios Sociales: cuando empezó a construirse, en los años 80 y los 90, se identificaba con las personas en situación de exclusión social o en situación de pobreza, cuando no es así. Hoy vemos que cualquier persona, sea cual sea su situación, puede necesitar de los Servicios Sociales. Hay que cuidarlos porque son un derecho de la ciudadanía. Pues con la salud mental pasa lo mismo.
— ¿Crees que los recursos sociosanitarios actuales están preparados para atender adecuadamente esta realidad? En el lado contrario: ¿qué avances destacarías en el tratamiento social de las adicciones con patología dual en los últimos años?
— Ahora hay más recursos, pero siguen siendo escasos, sobre todo en las UCA, en las Unidades de Salud Mental, en las USMI (Unidades de Salud Mental Infantil). Hay una ratio de población por profesional que es demasiado elevada. Y además en las UCA hay pocos profesionales de Trabajo Social: una adicción, al igual que una enfermedad mental, hace estragos en la salud física, la mental y la social. Los daños en el apartado social son muy serios. Quizás tendemos a atender mas la parte física y la psicológica, y dejar de lado la social. Hay mucho trabajo que hacer.
En adicciones, o patologías duales como las que hemos abordado en esta entrevista, hablamos de enfermedades crónicas que requieren de tratamientos prolongados en el tiempo. Programas a largo plazo.
Sobre los avances, destacaría la formación de las y los profesionales del Trabajo Social en este binomio adicciones-salud mental. En los centros de adicciones como el Lluís Alcanyís, durante los primeros años toda la intervención se focalizaba en la adicción. Pero los perfiles cambian. Y hay que formarse, para adaptarse y dar respuesta a esos desafíos.
— Por último: ¿Qué mensaje te gustaría compartir en este Día Mundial de la Salud Mental para visibilizar el papel del Trabajo Social en el campo de la salud mental?
— Si no se pone en valor el Trabajo Social en los servicios, programas y centros de salud mental, se esta errando. Sin un abordaje social en salud mental toda la intervención se queda coja, como un taburete de dos patas. Si al tratamiento farmacológico y psicológico, no le acompaña un tratamiento desde el ámbito social, la persona con enfermedad mental -o con patología dual- y su entorno familiar, van a naufragar, porque se van a perpetuar conflictos. El Trabajo Social les da acceso a recursos a los que, por otra vía, probablemente, no podrían acceder. Es la puerta de entrada a esos recursos para recuperar su lugar en la sociedad, con dignidad.