Este primer domingo de mayo, día del trabajo, ha coincidido con el denominado día de la madre, una metáfora excelente para recordar que somos madres trabajadoras, en nuestros puestos profesionales, -en el caso de no estar en el paro-, y también en nuestros hogares. Estudiamos, nos preparamos, éramos excelentes profesionales, comenzamos a trabajar… pero nuestras vidas colisionaron con una realidad no deseada, no sabíamos qué estábamos destinadas a engendrar, alumbrar vidas y cuidar esas vidas, además de mantener el calor y esplendor hogareño.
En pleno siglo XXI, la publicidad comercial dedicada al día de la madre, sigue promocionando pequeños electrodomésticos para la cocina o la limpieza doméstica. Una plancha de vapor vertical, la batidora, la panificadora, la nueva freidora sin aceite, el nuevo robot que barre, aspira, friega y desinfecta, el set ideal para elaborar kéfir en casa, la yogurtera o una nueva versión de la thermomix.
También hay grandes campañas para luchar contra el avance de la edad de las madres, para mantener esa esclavitud estética decretada por un sistema que sigue marcando a las mujeres. Otras ideas a regalar están relacionadas con la ansiedad y la relajación, ofreciendo múltiples experiencias antiestrés, la meditación y todas las técnicas asiáticas del bienestar. Un mundo de ofertas que ponen de manifiesto la estresante situación que, al parecer, vivimos las mujeres, porque el mercado y la sociedad siguen pensando que necesitamos tranquilizarnos, relajarnos y combatir ese histerismo que desde los tiempos de los tiempos nos han atribuido. En las luchas que afrontamos, en muchos aspectos de la vida, siempre te encuentras con eso de que somos pasionales, discutidoras y nerviosas. Es demoledor.
Madres trabajadoras desde los siglos de los siglos. Madres que han parido y dedicado su vida a los cuidados de la prole, de la familia y de quien precisara atenciones. Mujeres que, todavía en este siglo, se ven obligadas a abandonar sus carreras profesionales para dedicarse a sus hijas e hijos. Porque las madres de hoy, las mujeres jóvenes, siguen sufriendo esta discriminación y la precariedad laboral, a pesar de que los hombres jóvenes de hoy están responsabilizándose, cada vez más, de los cuidados familiares y domésticos. Es un avance que, esperemos, no decaiga. Pero no es mayoritario.
Madres trabajadoras que no son valoradas ni reconocidas. Madres estigmatizadas con el concepto ‘ama de casa’, o con el señalamiento de ‘profesiones feminizadas’. Mujeres dedicadas a la asistencia social, a la limpieza doméstica, comunitaria, que habitan en una estadística permanente de precariedad laboral. Mujeres que siguen rompiendo techos de cristal que nunca se acaban. Mujeres con excelentes carreras profesionales que no dejan de sufrir la brecha salarial, la desigualdad en toda su extensión.
Madres trabajadoras que han vivido una cruel discriminación social y ambiental, estructural. Mujeres que no tuvieron opción de elegir, porque ser mala madre es un estigma que aún practica el patriarcado. Abandonar una carrera profesional y dedicarse a las ‘obligaciones’ domésticas, siendo mujer, es lo más ‘natural’ del mundo. ¿Cómo puede permitirse un hombre frenar sus ambiciones, desarrollo y ascenso profesional?. Es imposible, desde siempre, y, hoy, jodidamente, sigue sucediendo.
Mujeres trabajadoras que hoy nos sentimos amenazadas. Mujeres que hemos luchado desde hace décadas por alcanzar la igualdad real. Demasiados años para llegar a un punto sin retorno. Demasiado tiempo combatiendo un sistema y un machismo estructural, conquistando derechos y libertades, sí, con una ley integral de igualdad y contra la violencia de género, sí. Pero sin avanzar lo necesario. Cada paso hacia delante, sufrimos retrocesos peligrosos.
Madres trabajadoras, amorosas, mujeres plenas y valientes, han ido siendo asesinadas por esos hombres poderosos y maltratadores, esos verdugos que siguen pensando que las mujeres son una propiedad propia inquebrantable, que sus hijas e hijos también lo son, que quitarles la vida es una forma de castigar a las madres y establecer el poder machista en la vida de estas mujeres. Más de mil mujeres asesinadas desde 2013, año en el que comenzaron a registrarse los asesinatos machistas. Y decenas de miles de mujeres víctimas del maltrato psicológico, de la destrucción paulatina de su autoestima, de la humillación y deslealtad, una de las más complejas agresiones para implementar protocolos.
Mujeres y madres trabajadoras que hoy son vapuleadas, confrontadas y humilladas por la ultraderecha y esta derecha española que consiente gobernar conjuntamente. Lo que está pasando en este país, y en otros estados europeos, es muy grave. Vox y otros fascismos están tejiendo las pieles de cordero para esconder al lobo de su mensaje misógino. Una mujer, candidata a la presidencia del gobierno andaluz, que no quiero nombrar, es una especie de mensaje sobre que esta ultraderecha ‘siente con las mujeres’. Lo mismo que ha desarrollado Le Pen en Francia, rebajando el perfil totalitario y populista.
En esta clave de estrategias de comunicación de masas y de control férreo y manipulación de la opinión publica y medios de comunicación de la derecha de siempre, hay quien destaca como una de las mejores discípulas de Vox. Es Díaz Ayuso. Y, en este caso, quiero nombrarla. El gran bulo, provocado y difundido por un medio de comunicación ultra y poco profesional, sobre la prohibición del consumo de alcohol en los restaurantes, ha tenido en la presidenta autonómica de Madrid el mejor altavoz y ejemplo de cómo se manipula la información en este país.
Por mensajes de whatsapp, esta información nos ha llegado masivamente a la población. El gobierno comunista de Pedro Sánchez va a prohibir beber vino o cerveza en las comidas de bares y restaurantes.
La realidad, la verdad, parte del informe anual de la Sociedad Española de Cardiología en la que, entre otros aspectos y, como en otras ocasiones, recomienda un consumo moderado del alcohol. Nada más.
Pero, el medio de comunicación La Razón publicó una noticia que destacaba la prohibición del consumo de alcohol por parte del Gobierno. Rápidamente, tanto fuentes oficiales como desde la Sociedad de Cardiología se desmiente esta información. Y ni el medio ni la presidenta madrileña desmintieron ni retrocedieron. Tremendo.
Díaz Ayuso, incluso, ha seguido insistiendo. El bulo, la mentira, ha ido transformándose y creciendo hasta convertirse en una advertencia muy peligrosa, “que estos comunistas pueden hasta prohibir el consumo de vino y cerveza en los bares”.
Este ejemplo es clarísimo. El momento que sufrimos es de alto riesgo. Cada cual deberá descubrir la verdad y la mentira, elegir entre la información rigurosa y contrastada, o la manipulación y el bulo.
Hay que explicar estas historias que no son anécdotas. Son muy relevantes sobre lo que se avecina.
En este contexto y ejemplo de manipulación, mentiras y confrontación, quiero advertir que debemos estar alertas, que no confundan ni borren a las mujeres de la actualidad, de la historia, arte y cultura, que no sigan dilapidando nuestra memoria y realidad colectiva.
Mujeres y madres trabajadoras, somos la mitad de la población de este país, estemos alertas y protegiendo nuestros principios, nuestra infinita sororidad y sigamos siendo ese abrazo prolongado que busca la igualdad real, la solidaridad, la justicia social y nuestra felicidad.