Opinión

OPINIÓN

El interior de las cosas

El paso de la vida

Publicado: 18/08/2025 ·06:00
Actualizado: 18/08/2025 · 06:00
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CASTELLÓ. La mitad de agosto está siendo un infierno de calor en Morella. Calor seco y contundente. Calor que agobia sin noches refrescantes. Pero todo pasará. La ciudad de Els Ports está sitiada por la fiesta taurina, bous y más bous, encierros, bous de carrer… Un pueblo de barreras y cadafals. Desde los balcones miramos la fiesta. Mis nietos gozan con tanto jaleo, desorden, camiones llenos de troncos de madera. Los grupos de amigas y amigos con su incansable y divertida jarana fueron montando ayer, domingo, las barreras de la Plaça, troncos unidos con cuerdas entre los pilares de Els Porxes morellanos. Y correrán los toros y vaquillas sin tregua, dolorosamente. Cada vez entiendo menos esta fiesta de ebullición taurina.

 

Miramos desde los balcones el estado de sitio festero, la alegría colectiva y desbordada, la xaranga animando los corazones, vibrando los adoquines de las calles. Pancho, mi perro, sobrevive asustado ante tanto ruido, curiosea en el balcón, pero huye rápidamente. Mis nietos son otra historia. Viven de lleno la fiesta, adoran seguir desde el balcón el paso de los camiones y cuadrillas cargadas de los troncos de madera. Aimar, Biel, Quim y Guillem están alterados estos días de movimientos entusiastas y vertiginosos.

 

El quince de agosto, día de la Mare de Déu d’Agost, todos los pueblos viven estallidos de fiesta, de celebración suprema, de encuentros familiares, de cenas de cuadrillas en las calles. La comarca de Els Ports ha sido tomada por la fiesta. La Banda de Morella, la Asociación Mestre Candel, con Toni Ortí al frente, recorre las calles con su insuperable música y el entusiasmo de sus integrantes. La colla de gaiteros hace lo propio con sus maravillosos despertares y pasacalles.

 

Ayer fue un día ajetreado en Morella. La Plaça ofrecía el lleno de las paradas del mercado dominical de verdura, fruta y variantes, mientras Quintas y Quintos acompañaban a las niñas y niños Pelegrins con su danza y poesías críticas, mientras las cuadrillas iba moviéndose a la espera de poder montar els cadafals, retrasado hasta las seis de la tarde por el exceso de calor. Morella ha estallado en la fiesta, en la alegría y en la vida.

 

Siempre recordaré el quince de agosto, fecha en la que parí a mi hijo pequeño. Un día perezoso y festivo. Siempre recordaré la celebración de su cumpleaños en casa de Elodia, su abuela, la mejor abuela del mundo para mis hijos y sobrinos. La mejor bisabuela de mis nietos. Elodia ha marchado entre los aniversarios de sus nietos Pau y Max, dos días antes de su propio aniversario, al borde de los noventa. El quince de agosto era fiesta grande y ella disfrutaba cocinando suculentas comidas, preparando una extensa mesa, sintiendo la cercanía de sus hijos y todos sus nietos. Porque a Elodia lo que más le gustaba era reunir a su familia, cuidarlos con su bondad infinita, quererlos con su amor infinitivo. Para mi era como una madre, porque también cuidaba a las esposas de sus hijos, era cuidadora de todos.

 

 

Entregada, sonriente, de carácter abierto, siempre dispuesta a los imprevistos, llena de amor a sus nietos. La iaia Elolida y su generosidad eran únicas, una mujer dedicada, como muchas de su generación, a las tareas de la casa, a la cocina, -era una excelente cocinera-, a la crianza de sus hijos, al cuidado de su marido Joaquín. Siempre recordaré que en agosto cargaba en el mercado con una caja de tomates maduros para preparar una exquisita conserva, que elaboraba la mejor sopa morellana, la mejor cuajada y los mejores guisos de carne. Nunca aprendí de ella cómo crear aquellos cocotets de Pasqua, aquellas deliciosas pilotes de Nadal. Y cerca de ella, siempre ha estado Aure, su hermana pequeña, hijas de la iaia velleta Pilar y el abuelo Francisco. Dos hermanas unidas y siempre dispuestas a montar enormes mesas de encuentros familiares. Todo era sabroso y especial en las manos de las dos hermanas jubilosas de cuidar y atender a los suyos.

 

El mes de agosto se ha convertido en un tránsito lleno de tristeza, el paso de la vida, la llegada de la muerte. Pero, simultáneamente, es tiempo de gozo y felicidad. Elodia vio crecer a sus hijos, a sus nietos y cuatro bisnietos. El paso de la vida. Siempre la vida.

 

Buena semana

Buena suerte

 

No se olviden de Gaza, ni de Cisjordania.

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