CASTELLÓ. El PSPV-PSOE hace valer un año después ante sus socios del Acord de Fadrell la mayoría alcanzada el 26M. La preeminencia del grupo socialista, con 10 concejales, marca las relaciones de gobernanza, a pesar de que en la toma de posesión de la nueva corporación, el 15 de junio de 2019, los portavoces del tripartito recalcaron en sus intervenciones que la coalición de izquierdas abría una nueva etapa de diálogo, consenso y pluralidad.
Doce meses después, los hechos demuestran que las distintas voces en el seno del ejecutivo local representan una piedra en el camino para encontrar, con más o menos presteza, puntos de encuentro. La legitimidad que le otorga al PSPV la hegemonía plebiscitaria inclina en muchas ocasiones la balanza a su favor en la gestión municipal. Los esfuerzos de Compromís (tres ediles) y Podem-EUPV (dos) por mantener la cuota de poder no siempre surten los efectos deseados en la adopción de decisiones.
Algunos ejemplos de que el encaje de bolillos está resultando una pendiente algo empinada son más que conocidos. Solo hace falta repasar la hemeroteca. El desacord por las fiestas a raíz del pleno de diciembre, la división con el ajuste salarial por la covid-19 y, más reciente en el tiempo, la negativa de Podem a respaldar públicamente el presupuesto constatan que la convivencia amplifica el desgaste interno.
En realidad, esa porfía resulta inherente al propio Acord, teniendo en cuenta que valencianistas y morados, a consecuencia de su menor peso político, tuvieron que realizar mayores concesiones en las negociaciones para reeditar la alianza progresista en el consistorio.
Los socialistas, fortalecidos por las urnas (primer partido de la ciudad, incluso por delante del PP), no solo conservaron concejalías de calado como Urbanismo o Seguridad Ciudadana. Asimismo, consiguieron que se eliminara la figura del vicealcalde, hasta ese momento en manos de Compromís, copando además los principales cargos de representatividad institucional, desde la portavocía gubernativa hasta la primera tenencia de alcaldía.
El nuevo organigrama plasmó perfectamente la correlación de fuerzas resultante del 26M y auguró que la acción de gobierno requeriría de grandes dosis de temple y perseverancia. En efecto, de un perdurable ejercicio de equilibrismo, cuya práctica trasluce fisuras en cuestiones de enjundia.
En el primer año del tripartito, si hay algo que ha quedado patente es que los idearios ideológicos suponen un freno en la hoja de ruta. Una ralentización que se ha hecho más visible con la emergencia derivada del coronavirus.