CASTELLÓ. Quedamos a las 16:30 y Mohamed L'Ghacham (Tánger, 1993) continúa mientras tanto pintando. No hay tiempo que perder. Vila-real y la muestra de arte TEST anhelan ver terminado su mural. Con 25 metros de alto y 12 de ancho será el más grande de la historia. Además, como es característico en el artista, en la finca escogida de la calle Jaume Roig lo que quedará plasmado serán las figuras de aquellos vecinos que durante años dieron vida al edificio. Le interesa lo "nostálgico", nos cuenta, también la cotidianidad. Y lo tiene fácil, puesto que los vila-realenses le han acercado decenas de fotografías de sus álbumes privados para que escoja. Así pues, mientras da sus últimos brochazos saca unos minutos para atender a Castellón Plaza y hablar de arte urbano, su boom en las calles y de ferias como Arco.
-Para tu intervención en el TEST has tenido que reinterpretar fotografías que vecinos de Vila-real te han aportado. ¿Cómo trasciende la memoria de todos ellos en tu graffiti?
-En general, desde que pinto en formatos grandes en la vía pública intento contextualizar todo lo que hago en el sitio donde estoy. Y lo que hago básicamente es ponerme en contacto con alguien que esté en contacto con gente cercana del edificio para "camelármelos", porque lo que más me gusta es reflejar la cotidianidad.
-Iba a decirte precisamente que todas tus creaciones me evocan cotidianidad y es que en la mayoría de los casos prevalece la figura de personas.
-Sí, totalmente. Siempre tengo la idea de enfocar mis fotografías como un documental y no como una película de ficción. Me interesa ese punto nostálgico de reflejar qué había vida antes de que yo llegase hasta el edificio.
-¿Porque, cómo preparas cada intervención urbana?
-Miro las fotografías que me han llegado, selecciono las que más me han gustado y voy probando varias composiciones con el edificio. Es todo muy naif porque me quedo con la que al final mejor funciona. Pruebo diferentes fotomontajes hasta que doy con la tecla.
-Decías en una anterior entrevista que te "subiste al carro" del graffiti y de la pintura de forma natural. ¿Podrías ahora vivir sin ambas disciplinas?
-Podría vivir porque supongo que haría algo distinto. Si no hubiera empezado con 15 años a pintar con mis amigos tendría estudios serios y sería una persona de provecho. Aunque seguramente me hubiera encauzado en otras técnicas relacionadas con el arte, como el diseño gráfico. Pero nunca me había planteado pintar paredes grandes y luchar por ello. Empecé, como he dicho, pintando chorradas y me fui enganchando, así que no había ni un plan detrás ni una visión de futuro.
-Tienes estudios en arte pero sin embargo, ninguna titulación terminada. ¿Beben tus creaciones, principalmente, del contexto social en el que te mueves?
-Al final lo que pasa es que te hacen escoger qué estudiar muy joven y yo con 18 años no sabía que quería. Hice el bachillerato artístico porque intuía que ese era mi camino y cuando lo terminé me fascinaba la ilustración, así que estudié sobre ello. Un año después vi que no me gustaba y pasé a un ciclo de artes aplicadas al muro y escenografías. Pasado otro año me dieron una beca de dibujo y pintura clásico, porque lo anterior pasó a no interesarme pero esto tampoco lo terminé. Así que hasta aquí hemos llegado, me puse a pintar. También es verdad que soy partidario de no seguir una formación reglada, nunca te van a pedir un título en este trabajo. Hace falta pues formación pero tu aval es tu trabajo. Además, en las escuelas de arte hay demasiados filtros, eso me echaba hacía atrás. Igualmente, soy una persona que se aburre rápido. Eso sí, sigo teniendo contacto con antiguos profesores y sigo aprendiendo de ellos.
"Las instituciones han acogido este tipo de arte pero no lo quieren presentar como algo serio, sino como una contracultura"
-Has trabajado en países tan variopintos como Marruecos, Suiza o Estados Unidos, donde la situación política es bien dispar. ¿Qué has encontrado en tus viajes?
-Problemas políticos con la pintura nunca he tenido, pero la primera vez que pinté en Marruecos intenté hacer un guiño crítico al país porque controlo la cultura marroquí y me lo taparon a los seis meses de hacerlo, ya que varios vecinos se quejaron. Aún así asumo las consecuencias; no puedes ir a un lugar al que te han invitado y, entrecomillas, insultarlo. Igualmente al año siguiente volví a Rabat y el mural que hice todavía sigue ahí.
-El arte urbano está en plena ebullición y cada vez son más los municipios o galerías que se apuntan a la moda. ¿Se está forzando la maquinaria?
-Toda la gente que trabajamos en esto llevamos años diciendo que sí, se está forzando la maquinaria. Va a estallar la burbuja y nos va a explotar a todos nosotros. Sin duda, se hacen más murales de los que hace falta en un sitio porque se vive como un show que atrae a la gente. Es como algo publicitario y muchos municipios se unen al boom por eso.
-Aun así parece que el graffiti continúa estando destinado a convivir en edificios deshabitados y en la periferia de las ciudades. Un ejemplo que me viene a la cabeza es el del barrio de Brick Lane en Londres que queda totalmente separado de la parte más empresarial de Shoreditch.
-Las instituciones han acogido este tipo de arte pero no lo quieren presentar como algo serio, sino como una contracultura. Es como que les gusta pero no lo van a poner en el centro para no darle el mismo apoyo que se le da a una gran exposición. De todos modos, también muchos de nosotros somos reacios a según que cosas y a veces se está más a gusto pintando en la periferia que en grandes infraestructuras donde no paran de presionarte. Hay mucha gente capaz que de hecho no se mete en este circuito porque no les interesa el mundillo.
"Es difícil que una persona de a pie decida ir a una galería a verte, pero sí suelen buscar murales en Google”
-Y cuando parece que es más fácil que nunca tener acceso al arte a través de las diferentes plataformas digitales, ¿En qué lugar quedan los museos?
-Lo que ocurre es que para ir al museo hay que tener cierta cultura o inquietud, pero las redes sociales es donde mayoritariamente los artistas compartimos nuestro trabajo porque todos tienen un perfil. De ahí la rueda del arte urbano. En general es difícil que una persona de a pie decida ir a una galería a verte, pero sí suelen buscar murales grandes en Google. De hecho, mucho de mi público no es gente que pinta, sino personas que se han topado con algún trabajo mío y han seguido buscando. Además, de mis amigos muy pocos van al museo. Es como un hecho cultural que no está establecido y también ocurre que es más cómodo mirar por Internet. Aun así, creo que cada vez la gente se interesa más, sobretodo, por ir a ferias. Ha cambiado el chip de ver las galerías y museos como algo elitista y aburrido.
-¿Imaginas transportar parte de tu obra a ferias como Arco?
-En Arco no me veo por la filosofía de la feria. Me gusta lo que exponen y muchos de los artistas que van, pero creo que no pertenezco a ese circuito. Quizá una intervención dentro del evento sí funcionaría, pero una exposición al uso no. En resumidas cuentas, no creo que me llamen nunca para exponer pero sí me gustaría participar en Arco.
-¿Hacia dónde van tus ambiciones como artista?
-Paralelamente estoy trabajando en una galería de París afincada en Estados Unidos. Ahí está mi futuro. Físicamente no puedo hacer esto toda la vida, no puedo viajar cada mes a un país muchos más años. Al final mi trabajo sé que terminará en las galerías y haré murales puntuales. Aunque quién sabe, quizá en años ni pinto. Pero el proceso natural es que solo trabaje exponiendo.