Los terribles incendios han dado paso, como siempre, a un paisaje desolador, negro y gris, ceniza y pinos, arbustos y casas chamuscados. Las visitas de los políticos tanto a la coordinación como al día después empiezan a parecernos un paripé innecesario
La Comunidad Valenciana ha sido una de las más castigadas por los incendios forestales en este mes de agosto, pero todos vivimos la espectacular y destructiva erupción del volcán de Lla Palma. Fenómenos naturales de distinto origen y causas y no siempre de idénticas consecuencias, aunque todos destruyen parte de nuestro entorno natural y en ocasiones también nuestras casas y las vidas de quienes no logran huir o perecen presos de las llamas en la noble tarea de luchar contra la fuerza de la naturaleza.
Los incendios pueden ser fortuitos o provocados, por desgracia de los segundos hay más de lo que sería esperable, pero ya sabemos que “el hombre es un lobo para el hombre” y que somos capaces de cometer las mayores atrocidades. Los incendios accidentales también pueden tener unas causas en la acción, o más bien en la inacción, del ser humano que quizá no destina recursos materiales y humanos para cuidar nuestros bosques y paisajes más agrestes. Entiendo que es difícil tener cuidada y controlada al detalle toda la masa forestal de un país como España, pero seguro que podríamos estar más implicados y prevenir más y mejor a través de la limpieza, de un mejor reparto de responsabilidades y por supuesto de más presupuesto.
La expresión que usamos de manera cotidiana, especialmente cuando en nuestra vida o trabajo tenemos diversas cuestiones de cierta complejidad que resolver con rapidez es aquella de: “me paso el día apagando fuegos” o “aquí haciendo de bombero”. Pero lejos de ese uso común, y por supuesto de quienes trabajan con valentía y coraje para acabar con las llamas, podríamos denominar así a los políticos que siempre aparecen en el PMA -Puesto de Mando Avanzado- con cara de interesantes y cómo si fueran ellos quienes van a liderar la operación rescate y aún peor, cuando vuelven al lugar de los hechos con el fuego extinguido, pero con los rescoldos aún humeantes.
Las declaraciones de los gobernantes nada más suceder una tragedia como son estos incendios, son para asegurar que van a crear unas líneas de ayuda inmediatas y que esas localidades van a contar con todo el apoyo del mundo. Basta con volver unos meses (o años) después y preguntar a los vecinos para comprobar que sino todo, casi todo era falso. Una sobreactuación que deberían ahorrarse por el bien de todos, los primeros ellos mismos, una falsa preocupación que a veces genera más rechazo que empatía con los vecinos de los lugares afectados. El último ejemplo ha sido la polémica suscitada por las fotos de Sánchez, Marlaska y Puig visitando el paraje del incendio en Bejís y donde podíamos ver unas caras sonrientes, tal vez producto de algún comentario, no creo que fueran a ver el terreno desolador tras un incendio y comenzaran a carcajada limpia. En cualquier caso, el mínimo gesto es analizado y destapa todo tipo de críticas y comentarios y es lógico.
Es difícil buscar responsables directos a los accidentes naturales y/o fortuitos, no lo es tanto cuando el mal tiene una causa humana y se puede investigar y encontrar al responsable directo. Pero en el caso de los brutales incendios, como en tantos casos donde los políticos acaparan por decisión propia un protagonismo total, existe la responsabilidad política. Es esta una responsabilidad que puede tener muchas definiciones, muchas lecturas, muchas justificaciones y por supuesto muchos enemigos. No es fácil concretar si se da por acción, omisión o dejación de las funciones propias del cargo, pero sirve para pedir la dimisión de un político cuando sucede algo anormal en su área de trabajo o en el caso de los máximos responsables en cualquier ámbito.
El famoso escándalo del fraude a la EMT generó muchas críticas al concejal de quien depende la empresa municipal de transportes, Giuseppe Grezzi, y lógicamente se pidió su dimisión (aunque con poca intensidad), no porque él fuera el único y responsable directo sino porque como máximo responsable ante un fallo de tal gravedad en su concejalía, era razonable pedir una responsabilidad política. De la misma forma que los atroces incendios ponen el foco en el presidente Ximo Puig, pese a todas las consejerías que pueden estar implicadas en la correcta prevención y gestión de un hecho así, él es quien está al frente de todo el gobierno autonómico. La factura la pueden pagar en las próximas elecciones y de hecho, ya ha ocurrido en otras ocasiones como explica perfectamente el gran Ximo Aguar en este interesante artículo de análisis.