CASTELLÓ. "La música se hace con el deseo de llevarla después al directo. Solo así suena mejor". Estas palabras las decía hace un año El sombrero de color. Pero aunque a la banda de Castellón le han picado las ganas, no ha hecho ningún concierto desde que se decretase el estado de alarma. Ni en físico en streaming. En su lugar, han publicado un disco, Rayuela, que llega además, tan solo un año después de que se publicase su anterior álbum, Sonido camaleónico. Algo que a priori puede sonar a loco y que quizá no lo es.
Aunque es poco habitual que una banda, y menos local, lance material nuevo en tan poco tiempo -más teniendo en cuenta el escenario actual-, el grupo indie lo ha hecho por una razón de peso: no ponerle freno a la cultura ni a sus ganas de difundir música. "Nunca solemos ponernos metas a la hora de sacar un disco. El objetivo es simplemente sacarlo e intentar moverlo lo máximo posible para que la gente pueda escucharlo. Que ahora con la Covid no hay promoción en directo, ya lo haremos, no tenemos prisa. No hay que cortarle las alas a la creatividad, porque falten medios. Y si ahora no se puede ya sacaremos otro disco con el que seguramente- espero- todo esto se haya acabado", defiende Víctor Pajares, guitarra y coros de El sombrero azul. Y añade: "Decidimos publicarlo en septiembre porque nos apetece compartir nuestra música. Así de sencillo. Y si el mensaje cala, pues perfecto, porque le damos bastante importancia a las letras". Hablemos pues de estas.
El sombrero de color quería hacer un disco conceptual y para ello, eligieron la rayuela como inspiración, un juego infantil que se cree que está a su vez basado en La Divina Comedia de Dante. Mientras que en la obra del poeta italiano, el personaje principal intenta atravesar varios mundos para llegar desde el purgatorio hasta el paraíso, en la rayuela se intenta avanzar de casilla en casilla hasta llegar a la meta. Algo que en el disco de la formación de Castellón también se produce, con canciones y letras que van in crescendo hasta alcanzar, como los mismos apuntan, su propio "cielo".
Ya dentro se aprecia un trabajo con un sonido bastante particular. Los mismos músicos no se atreven a enmarcarlo en un estilo único y por eso definen su música como un 'indiefunk camaleónico'. Es decir, una propuesta donde predomina el indie, aunque también tiene tientes de funk y a veces algo de metal, de reggae, de ska, de pop y mucho de rock. "El sonido ha ido evolucionando y la composición también. La música tiene un peso grande en nuestras vidas y por eso no podemos lanzar los mismos discursos que cuando teníamos 15 años. La vida transcurre y la música también vive esos años. De hecho, no queremos nunca estancarnos en un sonido determinado", reafirma Pajares, que dedica más de la mitad de su conversación con Catellón Plaza para explicar uno a uno el significado de cada tema. "Me gusta hacerlo. No los he escrito todos yo, pero sí siete de once. Otras tres las compuso Corcuera, el vocalista, y el resto entre los dos", apostilla.
Es 'Mi mundo' la canción que abre Rayuela. Un tema que ya da pistas de cómo será el álbum. Enérgico, bailable y reivindicativo. "Reivindicar bailando es la leche", apuntan los mismos. Por eso, tras esto, llega 'Malditos, bailad', una canción que se inspira en aquel Danzad, danzad, malditos de Sydney Pollack, para dejar claro que "sin la música la vida sería un error, pero sin el baile también". Aunque "no todos los temas se pueden bailar", como señala Pajares, una melodía pegadiza "hace que los mensajes calen mejor".
En 'Mi julio', Víctor Pajares se dirige a su segundo hijo, Julio, para darle "unos consejos". El guitarrista empieza aludiendo a aquel "se abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre", del político chileno Salvador Allende, para dejarle claro a las nuevas generaciones que "hay que tratar de construir una sociedad mejor, pero a pasos pequeños y no agigantados". Después hay temas como 'El inmigrante', que son bastante más explícitos. "Hacemos una oda a la libertad y al hermanamiento entre personas. Si todos fuéramos ciudadanos del mundo no existiría la inmigración", manifiesta el músico. Por su parte, en 'Las invisibles' se dirigen a toda esa "lacra" de la sociedad que decide terminar con la vida de una mujer sin ninguna piedad.
Poco hay que explicar también en el tema titulado 'Orson Wells'. El sombrero de color se basa en la obra radiofónica La guerra de los mundos para poner en entredicho la fiabilidad de los medios de comunicación. "El estadounidense dijo en un programa que estaba retransmitiendo una invasión extraterrestre y la gente se lo creyó. Muchos medios siguen engañándonos hoy, pero las personas creen que todo lo que sale por ahí es verdad, no tienen capacidad critica de discernir que es mentira y que no". Pasado el ecuador, 'Cuentos' se presenta como una analogía entre la ficción y la realidad. Inspirada en aquel "cabalga Sancho y deja que los perros ladren" del Quijote, el tema viene a decir que no dejemos de soñar, aunque nos critiquen por hacerlo. En esta misma línea, 'Camino', habla del lastre que supone llevar, en el recorrido de la vida, el odio como equipaje. "Tenemos que ser revolucionarios, pero no pegando tiros, sino denunciando las injusticias".
Rayuela va acercándose a su destino con 'Nuevas Noches', una canción que trata del amor no correspondido'; 'Imperfecto experto', con la que los castellonenses apelan a aquellos "calletanos" que "tienen que hablar como expertos sobre todo"; y 'Teatro', la canción de la llegada a la cumbre. "En el teatro de la vida hay que buscar la salida. Hay quien devora la escena y hay quien se esconde en las bambalinas. Nosotros queremos ser los protagonistas de nuestro teatro", asegura el músico.
Lo decíamos hace un tiempo, la música ya no se escucha, se consume en videoclips. Concienciados de eso, El sombrero de color ha vestido sus once canciones de once videoclips. Unos audiovisuales creados por su propio vocalista. "Estar en YouTube sin un vídeo detrás no llama la atención. Por eso, con los medios que tenemos, hemos tratado de vestir las canciones. Aunque es música no hay que olvidar que vivimos en una sociedad audiovisual", señala Víctor Pajares. La banda ha apostado además por desaparecer de sus grabaciones, primero por el pudor a las cámaras, segundo por la falta de recursos para hacer producciones mayores y tercero para ayudar a reforzar los mensajes de sus temas.
Un ingenio que les ha llevado también a hacer algo poco habitual. Y es que El sombrero de color solo pública canciones en los 'días mundiales o internacionales de'. Por ejemplo, la canción de 'El inmigrante' salió publicada en el Día para la Erradicación de la Pobreza, y 'Las invisibles' saldrá el 25 de noviembre, que es el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. "Con el presupuesto que tenemos tratamos de adaptarnos. Nunca podremos llegar a grandes cifras y por eso también nuestro estudio lo tenemos casi en su totalidad en casa. Únicamente salimos de ellas para tocar la batería en los Rockaway Studios de Castelló", cuenta para terminar la banda, que aunque no puede dar información exacta, asegura que ya se están concretando al menos tres fechas de conciertos, si el coronavirus les deja.