CASTELLÓ. Hace tiempo que el flamenco viaja por otros caminos. Bailarines como Andrés Marín o Rocío Molina son ejemplo de una generación inquieta que se mueve entre la tradición y la vanguardia. Artistas que están rompiendo la barrera del flamenco más puro, porque simplemente disfrutan experimentando con otras disciplinas. Y lejos de ser esto malo para el género, el flamenco parece más vivo que nunca. Lo explicaba muy bien el Premio Nacional de Danza, Manuel Liñán, en una entrevista con este diario meses atrás, quien decía que "si no se despierta interés por la evolución del flamenco, se quedará en la memoria de algunos como un arte histórico cuando en realidad está muy vivo". Cree el bailarín que este es un arte "tradicional y clásico", pero también, "transgresor y vanguardista". Una expresión artística que, además, bajo sus ojos, suscita un mayor interés fuera que dentro de nuestras fronteras.
No es algo nuevo, siempre han provocado interés los espectáculos flamencos en el extranjero, pero no se refería Liñán únicamente a los tablaos y a las ansias de coleccionismo folclórico de los turistas. También, las propuestas más contemporáneas están encontrando cobijo fuera de España. Citas como la Bienal de Flamenco de los Países Bajos reúnen edición tras edición a los autores de eclécticas performances, convirtiéndose en un encuentro clave para el desarrollo del género. En su caso, el compromiso del festival con este arte es tal que ni siquiera la pandemia ha podido detenerlo.
Terminaba este domingo la bienal su octava edición. Una edición que, como otras, tuvo que trasladar su programación al online. Pero, además, viajó de manera excepcional hasta España para retransmitir in situ los espectáculos contratados, ante la imposibilidad de hacerlo en su propio país.
Lejos de conformarse, la bienal ha sido durante días espejo de un flamenco transgresor que se ha 'cocinado', para más inri, en el estudio de Rocío Molina. La propia bailaora pudo hacer una exhibición de su saber. Pero, además de ella y de otros artistas, tuvo la oportunidad de exhibir su último trabajo el castellonense Enric Monfort, quien mostró un avance de su nueva obra La reina del metal, creada junto a la jienense Vanesa Aibar.
No cree Enric Monfort que sea experto en flamenco y, además, asegura que no ha tratado de hacer flamenco de manera buscada. Lo suyo es la percusión, aunque, lo cierto es que su relación con este género no es primeriza. El músico, ahora instalado en Amsterdam, lideró hace varios años un grupo de percusión llamado Kimbala que ha tenido más de un encuentro con el flamenco. Junto al popular bailaor Antonio Canales y la cantaora Eva Durán, interpretaron por todo el país el espectáculo 'A la Tierra', que además, contó con la música del flautista Jorge Pardo, conocido por acompañar a tótems como Camarón y Paco de Lucía.
Pero, no ha sido esta la única vez. El castellonense conoció a la bailarina Vanesa Aibar precisamente en un festival de flamenco celebrado en Liubliana, capital de Eslovenia, mientras trabajaban en sus respectivos proyectos. Sin embargo, tanto conectaron aquellos días que ambos profesionales no dudaron en colaborar más adelante. "En septiembre me llamó Vanesa porque tenía un proyecto de residencia online y estuvimos trabajando en la creación de una pieza juntos. Encontramos pronto un punto intermedio. Hay referencias flamencas, pero La reina del metal también conecta con mi lenguaje. A mi lo que me interesa es un sonido monocromático que recuerde a un ritual. Me parece interesante esto porque la transformación personal que se puede conseguir a través de la música y del arte es muy considerable", explica el creador.
Lleva años Monfort apreciando esta tendencia por romper con los viejos esquemas del flamenco. En Amsterdam, dice, "se está tirando muy fuerte de la cuerda para que nuevos artistas rompan la barrera". Pero aclara que, también en España se están abrazando otros relatos. "Sigue habiendo corrientes más clásicas, pero es indudable que se han roto ciertas barreras para sorprender". En su caso lo hacen con un espectáculo con percusión que, tras estrenarse en la Bienal de los Países Bajos, promete evolucionar en una representación mayor.
Monfort y Aibar ya trabajan en la preparación de un show que, con una duración de una hora y no diez minutos como el de ahora, esperan poder llevar hasta los teatros del circuito nacional e internacional. "Lo que hemos mostrado hasta ahora ha sido un trabajo hecho por completo a través de la plataforma Zoom. Como yo estaba en Amsterdam y Vanesa en Sevilla dedicábamos las mañanas a desarrollar conceptos por separado y después nos conectábamos y los poníamos en común". Parece un trabajo complicado, pero es ahora cuando asegura el castellonense que llega el trabajo más arduo: "Vamos a tener que hacer mucho trabajo de oficina y producción para poder llevar a cabo nuestra idea. Y cuando esto esté cerrado ya volveremos a ensayar, esta vez sí, juntos".
De momento, se puede decir que sobre el escenario no falta el metal. Además de los instrumentos de Monfort, la bailaora lleva atadas a su piernas unas cadenas de las que poco a poco irá deshaciéndose. Eso sí, de un modo u otro siempre terminará la artista cerca de estos objetos. Como ocurre con el típico cajón flamenco, el xilófono del castellonense marcará su tiempo. "De la obra se pueden extraer muchos significados, pero nosotros en estos momentos preferimos dejarlos en la interpretación del público. Puede parecer ambiguo, pero es mejor así", concluye el creador.