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TODO DA LO MISMO

El hombre que observaba a Elvis

26/06/2022 - 

VALÈNCIA. Alfred Wertheimer era un fotógrafo que comenzaba a trabajar como free lance cuando a principios de 1956 recibió una llamada del departamento de promoción de la compañía discográfica RCA. Le encargaron que fotografiara a su nuevo fichaje, un joven talento de Tupelo, Misisipi, llamado Elvis Presley. A Wertheimer no le sonaba de nada aquel nombre, pero aceptó el encargo igualmente. Lo fotografió durante su actuación en el programa Stage Show, y quedó tan subyugado por aquel joven que decidió pegarse a él, convencido como estaba de que allí había una historia que merecía la pena ser contada. Consciente del papel que podían jugar él y su cámara, consiguió el milagro que todo buen fotógrafo busca, hacerse invisible, estar sin interferir, captar sin ser visto y hacer que su presencia sea como el aire, constante, necesaria, pero intangible. 

Wertheimer propuso a Elvis convertirse en su sombra, seguirle allá donde fuera durante dos semanas. Estar con él en las actuaciones, en el tren, en los ensayos, con los fans, en el camerino, incluso en el cuarto de baño. Y Elvis aceptó porque sabía que su voz no iba a bastar para hacerle famoso. Su voz sonaba por la radio y enamoraba al público, pero el efecto que tenía que producir era mucho más completo si podíamos ver su expresión de niño inocente, su tupé engominado, sus ropas anchas, los gestos de su cara al contonearse. No bastaba con las canciones y la voz para lograr ser aquello que Nik Cohn apunta en su Auambabuluba Balambambú: “Se convirtió en una de las personas que han influido de una manera más radical en la manera de vivir y de pensar de la gente


Elvis aceptó y Wertheimer le disparó cerca de 2500 instantáneas. Una exhaustiva selección de ese arsenal gráfico se convirtió, en 2015 y de la mano de Taschen, en el libro Elvis and the birth of rock & roll, que acaba de ser reeditado. El fotógrafo de origen alemán no llegó a tiempo para tomar la imagen que terminaría presidiendo la portada del primer álbum de Elvis, Elvis Presley, una cubierta que también hizo historia. En ella ya se desplegaba el potencial visual del artista, resaltado por un diseño -que a día de hoy sigue sin tener autor acreditado- de letras de dos colores que enmarcaban a un Elvis en éxtasis, poseído por la energía de esa música que él mismo estaba ayudando a nacer y que pronto cautivaría al mundo entero, el rock & roll. Sin esa imagen, Elvis no habría sido Elvis, y eso es algo que The Clash nos recordaron un par de décadas más tarde, cuando reformularon aquella estampa para crear la portada de London Calling. El disco se publicó en enero de 1956, dos meses antes de que Wertheimer enfocara a Elvis con su objetivo, pero sus imágenes poseen el mismo magnetismo, la misma fuerza y pureza que la de aquel primer elepé que hoy sabemos que fue obra de William V. “Red” Robertson.

Es cierto lo que dice el título del libro de Taschen, el rock & roll estaba naciendo ante los ojos de este fotógrafo alemán emigrado a Estados Unidos, que años después trabajaría para la cadena de televisión inglesa Granada TV y también sería parte del equipo de filmación del festival de Woodstock. El rock & roll estaba naciendo ante el objetivo de un reportero gráfico primerizo que supo aprovechar bien los instantes que conducen hasta eso que Cartier-Bresson llamaba el “momento decisivo” y que también supo tomar buena nota de aquello que dijo Robert Capa: “Si tus imágenes son aburridas, eso significa que no estás lo suficientemente cerca”. La cámara de Wertheimer es una intrusa silenciosa que solamente ha de esperar a que llegue el instante. Por ejemplo, en esa fotografía en la que Elvis está actuando en un estadio en Tennessee y frente a él se eleva un fogonazo de luz que traslada a otra dimensión aquello que en realidad está sucediendo.


Wertheimer explica en el texto que escribió para este libro -falleció en 2014- que Elvis era una persona tímida en el trato personal, pero que ante la cámara perdía completamente la vergüenza. No puede haber mejor triunfo para un fotógrafo. También es cierto –y eso también lo cuenta Wertheimer en su texto de introducción- que Elvis no estaba pendiente de lo que ocurría a su alrededor, estaba inmerso en ser Elvis, completamente abstraído en la interpretación de aquel nuevo papel. La cámara lo sigue mientras se peina o liga con una muchacha cuyo anonimato también queda borrado en este libro. La chica del beso de la célebre foto homónima tenía nombre y apellidos –Barbara Gray-, y también algo que decir sobre la estrella que intenta seducirla en unas instantáneas inolvidables: “Quizá saltaron chispas, pero no sabía quién era. Era muy tonto. Correteábamos persiguiéndonos el uno al otro, simplemente estábamos siendo jóvenes”. El fotógrafo toma nota sin escribir, a base de enfoque y clics, y este libro nos revela el fruto de su intuición y su paciencia. Elvis en tren rumbo a un concierto. Elvis en los escenarios dándose sus primeros baños de multitudes. Elvis y su mánager, el famoso Coronel –que no era coronel- Tom Parker. Elvis en la casa familiar, hablando con su madre, llenando la piscina con una manguera porque la depuradora se ha averiado.

La otra tanda de fotos que compone Elvis and the birth of rock & roll, fue tomada unos años después, cuando Elvis ya era una estrella indiscutible. No deja de ser paradójico que Wertheimer fuese testigo de su ascenso y que estuviera también presente en lo que sería el comienzo de su declive. Los retratos de su partida a Alemania para hacer el servicio militar documentan el momento en el que todo comenzó a disiparse. Con una carrera nefastamente manejada, no lograría afrontar un cambio de década que fue aún más explosivo que su propio advenimiento, y que le desbancaría para siempre con la llegada de los Beatles y los grupos británicos. Comenzó un declive irreversible que le llevó de ser un fenómeno cultural a ser un artista que, con mayor o menor fortuna, mantenía el interés de sus miles de fans. La única manera de reivindicar su importancia fue tras su muerte el 16 de agosto de 1977. Fue a partir de ese momento cuando la prensa empezó a llamar a Wertheimer para interesarse por unas fotos que hasta entonces parecían carecer de mayor interés.

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