CASTELLÓN.“Cuando notábamos que llegaba un coche no parábamos de saltar, tratando de pisar las sombras que hacían sus luces. Y de repente, estábamos en la tele sin ni siquiera saberlo.” “Ahora lo llaman el viaje de sus sueños. Hay gente que incluso ahorra durante años para recorrerla.” La Ruta 66, conocida oficialmente como ‘La carretera madre de América’, es parada obligatoria para miles de personas que transitan, año tras año, sobre ella para encontrar un lugar lleno de recuerdos y de historia. En efecto, las varillas del reloj se pararon hace mucho tiempo para los pueblos que atraviesan dicha carretera, y no sería hasta los 80 cuando la gente empezó a explorarla como algo turístico, dotándole así de una nueva vida.
Sobre aquí mismo se sitúa Almost Ghosts, una película documental y ópera prima de la directora valenciana Ana Ramón Rubio, quien se atrevió en marzo de este mismo año a emprender un arduo viaje por Estados Unidos en busca de los testimonios de tres hombres que pelearon por mantener en pie la esencia de la Ruta 66 cuando todo se desvanecía. Harley Russell, a sus 73 años, vive de las propinas que recibe en su característico local de Erick (Oklahoma) con su espectáculo de “músicos mediocres”. Por su parte, Ángel Delgadillo es el último barbero de Seligman (Arizona) y todavía hoy -a sus 91 años- continúa afeitando a los conductores que se desvían de la interestatal para visitar su pueblo. Junto a ellos, se plasma la sabiduría de Lowell Davis, quien con más de 80 años es el habitante número 1 de Red Oak II (Missouri), un pueblo fantasma que él mismo se encargó de rehabilitar por su estrecho vinculo familiar. “Tiré mi televisor al estanque hace 32 años, no quiero saber qué pasa en el mundo exterior. De alguna manera ese tiempo me ha pasado de largo”, admite Davis.
Centenas de miles de personas abandonaron el medio oeste a través de la Ruta 66 guiados por el anhelo de toparse con una vida mejor. “Se marchaban con lo puesto”, explica Delgadillo en el film. Y es que, con la llegada de la nueva L-40, el comercio migro a otra parte para alcanzar mayores cuotas económicas. Los habitantes de los pueblos de la Ruta 66 lejos de preveer qué esto iba a pasar, se vieron de repente abandonados, sin ningún futuro esperanzador con el que revertir la situación.“Fue el fin”; “Todo murió”; “Nos destrozaron, no se preocuparon por nosotros, simplemente dejamos de existir”, constatan en Almost Ghosts.
Mientras observas la obra de Rubio -que se estrenó durante la 63ª edición de Seminci- puedes sentir ese mismo apego por un lugar que está repleto de vivencias y de verdad. Todo lo que vemos en él difiere totalmente de nuestra realidad, de ahí que se haya convertido en un atractivo para viajeros y excursionistas. Sin embargo, también se puede sentir el vacío y la soledad que empero a la llegada de caras nuevas, se ha apoderado de los poblados. Almost Ghosts alterna los testimonios de sus habitantes con diferentes planos recursos que logran transportarte hasta América sin necesidad de subirse a un coche. Además, no hay ninguna voz en off que se atreva a interrumpir el relato de sus protagonistas; su voz es el único vehículo conductor. Así mismo, también se expone información o curiosos datos -como el grado de popularidad de los distintos pueblos- que se van intercalando como pequeñas píldoras de bloque en bloque.
No obstante, algo sucedió con la Ruta 66; la nostalgia por el pasado fue lo que terminó devolviéndole la vida a la América de ahora. El mismo Delgadillo relata cómo la gente empezó a visitar Seligman nublados por el recuerdo. “Sonaban como un disco rayado, no paraban de decir que esta era la carretera que recorrían sus padres para ir a California”, explica el mismo. Así, sin ningún tipo de respaldo -político o económico- se creo una pequeña asamblea que quería hacer histórica la ruta. Y poco a poco, con mucho esfuerzo, todo empezó a renacer.
A partir de entonces, el documental entralaza con total delicadeza dos puntos de vista distintos: por un lado, el de aquellos que han encontrado la felicidad con esta nueva era y, por otro lado, la de quienes han tenido -y tienen- que luchar continuamente contra las “amenazas” del capitalismo. “Los líderes políticos intentaban incluso esconder que estábamos allí. Pero cuando tienes algo único, que piensa y respira, es difícil apagar ese fuego”, sentencia Russell. La música, los silencios y la propia escenografía se encargan de contar el resto.