entrevista con la fotoperiodista de guerra

Judith Prat: "Si queremos seguir llamándonos humanos, qué menos que proteger a quienes huyen"

21/05/2019 - 

CASTELLÓ. Solo bajo el título de Expolio Judith Prat (Altorricón, Huesca) podía reunir en una misma obra historias tan distintas. Por un lado, la fotoperiodista de guerra ha documentado el expolio que la República Democrática del Congo vive de sus reservas mundiales de coltán, un mineral que resulta imprescindible para el desarrollo de los teléfonos, ordenadores o tablets a los que nosotros- Occidente- miramos todo el tiempo. Las minas, situadas al este del país y al delta del Níger, concentran un 80 por ciento de las reservas mundiales. Son fuente de riqueza y al mismo tiempo de sangre. Sus trabajadores pasan por unas condiciones laborales extremadamente duras y peligrosas. Desde trabajar 15 horas diarias hasta someterse a derrumbes o avalanchas constantes, con las que a menudo muchos pierden la vida. Todo, además, bajo la atenta mirada de diferentes grupos armados.

Por otro lado, Judith Prat muestra la violencia desmedida que el grupo yihadista Boko Haram rinde sobre el noreste de Nigeria, primera potencia de riqueza petrolera en África. De nuevo, un expolio de recursos naturales y de derechos. Muchos sembrados precisamente sobre las mujeres de las aldeas, los cuerpos de las cuales se someten como arma de guerra. No obstante, lo que trata de mostrar en este caso la fotógrafa no es sumisión, sino la fuerte mirada de un grupo de nativas que no temen, sino que levantan sus cabezas para hallar otra vida.

De esto esto vive pues, Expolio, trabajo que Judith Prat empezó a tejer hace cuatro años y que desgraciadamente no ha perdido su vigor. La guerra continúa, la sangre también y la memoria de muchas de estas personas quedarán, al menos, reflejadas en algunas de las muchas fotografías que la documentalista ha reunido en una personal exposición. Dicha muestra, tras rodar por diferentes galerías de todo el Estado, ahora vive en la Galería Octubre de Castelló, donde estará abierta hasta el próximo 7 de junio gracias al festival Imaginaria. Desde Castellón Plaza hacemos conciencia y hablamos por eso mismo con su artífice, quien todavía tiene muchos sitios -nuevos y viejos- donde mirar. Y es que durante su carrera, la prestigiosa fotógrafa ha sido premiada con más de una decena de galardones fuera y dentro de España, gracias a sus obras no solo en África, sino también Oriente Medio y América Latina.

-Se dice que las fotografías capturan primero el presente, pero inmediatamente, pasan a retratar el pasado. En el caso de Nigeria y la República Democrática del Congo, ¿viven su terror en presente continuo?
-La realidad es que sí, en ambos sitios el conflicto sigue prácticamente igual que cuando lo fotografié; no ha cambiado apenas. Por su parte, la República Democrática del Congo lleva más de veinte años en una guerra muy dramática. Se la conoce, de hecho, como la guerra mundial africana, con terribles consecuencias para su población. Y lo mismo ocurre con Nigeria, donde siguen habiendo atentados por parte del grupo yihadista Boko Haram. Y no solo en su nación, sino también en países vecinos. 

-Mientras la tecnología va cada día a más, como consecuencia, la vida en la República Democrática del Congo se hace añicos. ¿Falta ese paso firme a nivel internacional?
-Existen muchos intereses de por medio, pero lo que es cierto es que su riqueza -de recursos naturales- ha terminado por ser su desgracia y a perpetuar el conflicto. Hay unos cuarenta grupos armados disputándose el control de las minas que, al final, quedan al servicio de las grandes multinacionales o de países vecinos. Todos quieren saquear la zona y llevar el 'botín'. 

-¿Y qué es lo que frena el progreso en Nigeria?
-Nigeria es la primera potencia de riqueza petrolera en África, pero existe muy mal reparto de su capital. Sobre todo en el norte del país, que vive extremadamente empobrecido y no ve los beneficios que obtiene el gobierno nigeriano. Además, en ese contexto de pobreza y abandono surge un grupo yihadista que consigue ganar adeptos entre una población joven que no tiene expectativas ni futuro de ningún tipo. Ante ello, la respuesta que se le está dando en los mejores de los casos es ninguna. Solo hay una lucha militar contra Boko Haram, pero no se aplican medidas económicosociales para paliar la pobreza; y si no se contrarrestan, difícilmente acabará el conflicto. Hablamos de que la población está situada entre dos fuegos; por un lado sufre la violencia de Boko Haram y por otro, la violación de los derechos humanos por parte de las fuerzas militares de los gobiernos que en pro del terrorismo comete atrocidades tales como encarcelar a niños menores. 

-Ha pasado mucho tiempo desde que capturaste estas imágenes. ¿Cómo se convive con unas fotografías que en muchas ocasiones nosotros –los espectadores- ni vemos y que tu guardas en la cabeza?
-Son recuerdos que están muy presentes por todo lo que has visto y vivido. En mi caso intento además seguir en contacto con muchas de las personas que he fotografiado o con los trabajadores locales que en su momento me facilitaron mi trabajo. No hace falta, con ello, ni hacer un ejercicio de memoria. Sé cómo continúa la situación del país al día y de primera mano.  


-¿Cómo preparabas cada una de tus exposiciones?
-Dedico mucho tiempo a preparar los proyectos, viajes y temas antes de salir de casa. Documentarse es una parte del proceso muy importante. En efecto, los fotoperiodistas no solo han de saber hacer buenas fotos; se necesitan conocimientos de geoestrategia, política, económica...o datos del lugar donde vas a ir. En ese sentido, establezco relaciones, aunque sea a distancia, con el personal local del país que voy a visitar, especialmente cuando nunca antes he estado ahí. Aun así, por más que te hayas preparado, hace falta tener mucha flexibilidad y capacidad de reacción, porque todo puede fallar o no ser como esperabas. Saber reconducir tu trabajo también es una habilidad importante. 

-¿Les molestaban tus ‘disparos’ a los trabajadores o entendían lo poderosa que resulta la fotografía?
-Antes de empezar pasé varios días en la mina y he de decir que desde el principio aceptaron que estuviera ahí y que fuera a capturar su trabajo. Además, me contaron cuánto cobraban y cómo eran sus condiciones de vida. Es decir, no solo acceden a que cuentes su historia sino que además quieren hacerlo. Pero, evidentemente cuando alguien no quiere participar, no lo haces.

-Hablamos de personas que huyen para no morir, como sucede con los refugiados. ¿Entiendes que haya gente que no entienda esto y se muestre poca empática con la vida que les ha tocado?
-Aquí en Occidente escuchamos grandes mentiras sobre la inmigración. Se ha extendido la idea de que nos están invadiendo y que si les damos cobijo va a ser insoportable vivir todos juntos. Esto no es cierto. La realidad es que la mayoría de personas que huyen por hambrunas o por guerras suelen ir hacía el mismo país o a los países cercanos. La gran mayoría no llega a Europa. Por eso hay que desmontar estos discursos tan perversos que invitan a la gente a pensar que vamos a ser invadidos. No solo es posible convivir todos, sino que si queremos seguir llamándonos humanos, qué menos que poner a salvo y dar cobijo a esas personas que huyen por su vida. No solo es necesario y lo que se espera como humanidad y sociedad, sino que es perfectamente posible que en Europa y demás países ricos acojamos. 

Así que no, no entiendo para nada esos discursos racistas y xenófobos que impiden que prestemos ayuda. Me muestro absolutamente crítica con lo que sucede en el Mediterráneo y siento dolor y vergüenza de nuestros gobernantes y de nosotros como sociedad por cosas como la valla de Melilla.

-Exponías también el relato de mujeres que reniegan de ser víctimas y se imponen como motor de cambio, frente a la imagen que se suele proyectar de las mismas desde un plano de debilidad y sumisión. ¿Qué encontraste en sus relatos?
-Sea cual sea la cobertura que esté haciendo, presto especial atención a las mujeres, porque la historia ha estado demasiado tiempo contada por hombres y estas también tienen mucho que decir. Por ejemplo, se ha hablado bien poco de qué sucede con las mujeres en la zona de guerra. La mayoría sufre una violencia sexual, utilizándolo como arma de guerra, y además padecen el terrible estigma de haber sufrido estas violaciones. De eso habla Expolio y por eso es tan importante hablar con ellas, no solo para saber qué les ha pasado sino también para preguntarles qué opinan de lo que sucede alrededor y del conflicto que están viviendo. Siempre aportan matices. Por eso, si no las añadimos a las coberturas, las coberturas no estarán completas.

Con ello, se imponen como motor de cambio porque la razón principal de contar sus agresiones es poner fin a lo que han vivido. Siempre digo que no fotografío víctimas, sino mujeres sobrevivientes que con todo lo que viven se levantan cada mañana para proponer alternativas y cambiar las cosas. 

-¿Son imágenes muy duras, pero solo por el hecho de ser una fotografía ya hay una estética o belleza marcada detrás de ellas?
Para mí lo importante es la historia y la narrativa, pero para conseguir la mejor fotografía hace falta que sea estéticamente y técnicamente buena. Todo eso va a ayudar a contar la historia. De todos modos, insisto en que lo más importante es la narración. Cuando preparo una exposición, no me importa dejar fuera fotografías muy buenas que no aportan tanta información. 

-Primero hiciste derecho, después te especializaste en derechos humanos y más tarde te vuelcas con el fotoperiodismo documental. ¿Hubo un momento especialmente de 'clic' para sumergirte de lleno en la fotografía ?
-Comencé a viajar en mis vacaciones con organizaciones internacionales documentando diferentes violaciones mundiales. Fue entonces cuando empecé a pensar cuánto de importante era para mi trabajo documentar bien lo que estaba viendo. Así que pensé en la fotografía como una herramienta potente y comencé a estudiar fotoperiodismo. Ahora es mi vehículo para narrar todo.

-Trabajas en parte gracias a becas y premios. ¿Está el fotoperiodista de guerra destinado a una vida precaria en todos los sentidos?
-Sí, el fotoperiodismo es una profesión con alto grado precariedad laboral. No se puede negar, lo sufrimos todos y todas. No obstante, uno busca la manera de hacer que su trabajo llegue a todo el mundo para intentar dedicarse a ello. Ahora toca ser muy versátil, como tener conocimientos de vídeos o saber escribir. Quizás no sea lo ideal, pero es lo que nos piden en el momento. Así que hay que pelear y seguir, porque el fotoperiodismo es importante. 

¿Te gusta revistar los países que has fotografiado?
-Sí, suelo volver siempre. Me gusta esa perspectiva que te da el paso del tiempo para ver cómo evolucionan las historias y conflictos que has contado. Es necesario además, no estar solo cuando todos los focos están puestos. Hay momentos en que una guerra es muy mediática y luego cae en el olvido. Sin embargo, hace falta seguir y volver a ver cómo están las cosas.

-¿Hacia dónde tomarás ahora rumbo?
-Llevo un año trabajando en la violación de los derechos humanos de campesinos y sus tierras. He viajado por diferentes partes del mundo y en apenas un mes salgo de nuevo de viaje. Si todo va bien, verá la luz a principios del año que viene.

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