VALÈNCIA. En Estados Unidos, la Biblioteca del Congreso es el único lugar conocido donde se pueden encontrar las tres copias de Negro Romance, un cómic de Fawcett Comics (Capitán Marvel, Shazam) que apareció en el verano de 1950 para aprovechar el tirón del cómic romántico, pero con la mala fortuna de que en esa época iniciaba su decadencia. Michelle Nolan, autora de Love on the Racks: A History of American Romance Comics dice en su estudio que todo cómic romántico que apareciera a mediados de 1950 estaba condenado al fracaso. El año empezó con 147 títulos y solo lo acabaron 30.
Solo se sabe que estos tres ejemplares aparecieron en junio, agosto y octubre. En la portada se podía ver a señores de clase media, profesionales liberales o profesores de universidad, que cortejaban a sonrientes damiselas. Lo mismo de siempre, con la salvedad de que eran negros. Algo que llama la atención no solo por lo segregado, de hecho, ya había aparecido un cómic solo para negros que solo duró un ejemplar, -All Negro Comics, en 1947-, sino porque era una de las pocas referencias en la cultura popular donde la imagen de los negros no era negativa o conflictiva. De hecho, cuando en los cómics de EC se trató de incluir un mensaje social de igualdad, la profesora Qiana Whitted ha denunciado en su estudio EC comics: race, shock, & social protest que se hacía desde una perspectiva blanca, o como las consecuencias del racismo para los blancos (antisemita que descubre que sus padres son judíos, por ejemplo), pero nunca el punto de vista de los negros.
El primer número abre con la historia de una huérfana que vive con su tía soltera. Se trata del gran drama de aquellos tiempos, la soltería, una época en la que el matrimonio era una redención en vida que se le metía en el coco a las niñas como en una secta, una religión que en lugar de paraísos trajo no pocos infiernos en forma de matrimonios infelices. Como en este tipo de historias, la cuestión es que aparece un hombre, un galán al que la tía conoce jugando al bridge, y la pesadilla de la soltería podrá tocar a su fin.
En un ataque de lucidez, la sobrina le reprocha que no sabe nada del pasado de ese hombre. De hecho, intercambiando los papeles, es ella la que le hace un férreo marcaje al pretendiente, de quien sospecha que quiere aprovecharse de su querida tía. El nudo de la historia es un embrollo con equívocos por el que las dos mujeres, tía y sobrina, acaban solteras rechazadas, una por el pretendiente y la otra por su pareja. No obstante, al final todo se aclara y todos se quieren y ponen rumbo al altar. ¿Qué es lo que cambia de las historias habituales de este género? El color de las caras.
Aunque era normal que nada cambiase en el argumento porque tras los guiones estaba Roy Ald, que era blanco. Sin embargo, el dibujante, Alvin Hollingsworth, sí que era negro. Natural de Harlem, Nueva York, había empezado a dibujar a los 4 años y a los 12 ya estaba trabajando como asistente en los tebeos de los personajes Cat-Man and Kitten, de Tem Publishing Co. Poco después llegó a recibir formación en la High School of Music & Art de Manhattan, donde fue compañero de pupitre de Joe Kubert, autor de Tarzan y, entre otros, la famosa novela gráfica Fax From Sarajevo en los 90, elaborada con faxes enviados desde el cerco de la ciudad.
Su carrera en la industria fue prototípica de los años 40. Empezó dibujando crímenes de serie negra e historias bélicas. En la siguiente década, por sus lápices pasaron Fu Manchu, historias de romance como la que nos traemos ente manos, y tebeos de horror y misterio, y ya en los 60 se dedicó a enseñar en la misma escuela en la que él había aprendido el oficio.
En esta última etapa, también se dedicó a la pintura. Sus obras tenían temática social, normalmente sobre derechos civiles y racismo, también dibujó obras inspiradas por el jazz, y llama la atención la noticia que dio la revista Ebony en 1971 sobre un Cristo negro que había pintado. "Siempre he pensado que Jesús era negro", declaró en la entrevista, donde luego añade que los verdaderos profetas serían Luther King y Malcolm X.
No obstante, cuando abordó aquella cabecera años atrás destacó porque no destacaba nada. En el punto donde sí que cambió el paradigma fue en una de las historietas de la mencionada revista All negro comics. El lugar principal estaba reservado para Ace Harlem, un detective que perseguía a unos criminales que adoptaban todos los clichés sobre delincuentes negros. Sin embargo, la segunda historia larga era sobre Lion Man and Bubba. Este personaje sí que rompía la pauta. Era un joven científico que había sido enviado por las Naciones Unidas a África a buscar un yacimiento de uranio. En lugar de un Tintín al uso que se adentra en el tercer mundo a pasar aventuras, aquí Lion Man se integra con los zulús e incluso adopta un huérfano.
Según los críticos, era un intento de enorgullecer al público por sus raíces africanas. Aunque salían con taparrabos, manejaban alta tecnología y su objetivo era impedir que el uranio cayese en manos de los típicos blancos con salacot que habrían sido los protagonistas en una propuesta franco-belga de la época. El huérfano adoptado, incluso, resolvía la situación ametrallando a los intrusos directamente. Un planteamiento radical en comparación con el mayor escándalo de la época. La historieta Judgment Day, publicada en Weird Fantasy en abril de 1953, en la que un astronauta visitaba un planeta de robots en el que estaban segregados los naranjas de los azules. Al marcharse, el enviado decía que no merecían ser admitidos en la República Galáctica por esas políticas. Momento en el que se quita el casco y resulta que es negro. Por aquello, un juez trató de empurar a la editorial. Aunque también hay quien se ha preguntado por qué el personaje, cuando se veía que era negro, ya no hablaba más.