VALÈNCIA. El año pasado murió Don Everly en agosto, en 2014 lo hizo su hermano. La noticia no tuvo la misma repercusión que si hubiese fallecido una estrella del rock posterior, pero es lo que tienen los mecanismos que lanzan a la fama a las estrellas. Artistas muy influyentes y que dejaron una huella muy profunda pasan desapercibidos, otros más superficiales son recordados por varias generaciones a la vez. Es un fenómeno que forma parte de este negociado y que no tiene solución.
La muerte de Don lo que ha traído es el documental The Everly Brothers: Harmonies from heaven a Filmin. Realizado en 2016, es de solo una hora, pero explica muy bien aspectos capitales no solo de la música de este dúo genial, sino del estallido de la música pop tal y como la conocimos en el siglo XX.
Art Garfunkel cuenta que para él, con esas armonías, todo empezó ahí. Keith Richards que sus arreglos de guitarra, que venían directamente de Bo Diddley, fueron una gran influencia para él. Graham Nash, también famoso por sus melodías vocales, reconoce que ellos fueron los que le marcaron en su día. Después de que el rock and roll hubiese dejado paso a una época más controladita con Patti Page, Perry Como o Doris Day, de pronto volvieron a aparecer dos jóvenes, como antes había hecho Elvis, en su mejor momento en la época adecuada. Eran guapos, sus tupés desafiaban la gravedad y no solo es que fueran hermanos, es que sobre el escenario eran una sola voz con dos cerebros.
Hasta ahí, todo conocido y lo que encontrará cualquiera que se quiera introducir en su música. Lo más interesante es lo que se cuenta del estallido de la música pop. Como es conocido, la industria del disco fue fundamental para el desarrollo de la música rock. Era un producto destinado a adolescentes, a cogerles el dinero que habían ganado trabajando en empleos destinados para ellos o sus pagas. Venderles sentimentalismo propio de su edad y emociones fuertes a cargo de una serie de ídolos fue un negocio redondo, sigue funcionando bastante bien, de hecho, aunque la rentabilidad ya no venga de vender masivamente trozos de plástico llamados discos.
Lo que llevó a esa maravillosa conjunción de la oferta y la demanda, tuvo también mucho que ver con la radio. Los Everly Brothers eran hijos de la verdadera cultura popular, que no es la de los discos, sino la de las canciones que se saben de memoria y se pueden cantar con tus padres y abuelos, que también se las saben. Eso en España murió por diversas circunstancias que no es objeto de esta columna analizar ahora, pero en otros países es un fenómeno que sigue vivo. En aquella época en Estados Unidos, el padre de los Everly era minero. Al final de la semana, los trabajadores se reunían y montaban fiestas donde ellos ponían la música.
En este tipo de sociedad entró la radio. El fenómeno de tocar cada fin de semana, se pudo llevar cómodamente al salón de casa. La gente la ponía los sábados, cuando tenía tiempo libre, y se enamoraba de los artistas. Se convertían en sus mejores amigos. Algo como las reinas de los magazines de por la mañana en las cadenas generalistas, pero más profundo y sentimental.
A través de la radio, en este caso, creció la música country. Muchos músicos no se conformaban con que fuese un estilo regional, querían que gustase en todo el país. Alcanzó grandes cotas de popularidad, pero llegó otro avance técnico-científico que lo cambió todo: el transistor. Las radios estaban en el salón, el territorio paterno, ahí los hijos tenían que escuchar lo que les dijeran, pero cuando pudieron llevarse la radio a su cuarto con el transistor, empezaron a escuchar algo que inmediatamente se dirigió a ellos.
En este punto del documental, hay una frase realmente bonita. Se parece mucho a lo que ocurre ahora, desde que la música es gratis, con la gente joven. Lo explica el productor Keith Harris. Se dice lo que todos conocemos, que la música negra, particularmente el blues, se fusionó con el country, o que un artista blanco, Elvis, se puso a hacer sobre un escenario lo que hasta ese momento solo habían hecho artistas negros. Son verdades, pero también ya lugares comunes. Harris va más allá. Dice que, a la generación más joven que escuchaba música en esos años, por primera vez no le importa de dónde venía la música. No les importaba si tenía componentes negros, lo importante era que les gustaba.
Hoy se parece, en cierto modo. En el siglo XX yo he visto a muchos de los que hoy nos dan lecciones abominar el flamenco. La rumba tan prestigiada hoy, entonces era sinónimo de cutrez absoluta para los oyentes de clase media. Incluso bien entrado el siglo XXI, en los ambientes indies, cool y modernos, la salsa era la música de los sudamericanos de los bares chungos, nada que ellos pudieran escuchar, reaccionaban con rechazo instintivo y profundo. Mucho han cambiado las cosas, pero sobre todo ha sido por las generaciones que han empezado a escuchar música por internet, es decir, gratis y con un alcance infinito. A ellos les ha dado igual si algo era heavy o after punk, flamenco o tecno pop, lo importante era que les molase. No obstante, este es un tema para otro día.
Don y Phil Everly metieron un arreglo de su adorado Bo Diddley en Bye, bye love y el resto es historia. También fue impresionante cómo convirtieron una canción de Ray Charles, Leave my woman alone, en una pieza country con un proto-riff garajero. Todo esto, la cara country del rock and roll, era lo que necesitaba el mercado para renovar el pelotazo que había dado Elvis.
Otro fanático de los hermanos, Dave Edmunds, explica lo que supuso del inicio de guitarra de Wake up little Susie. Era prácticamente heavy metal en esa época. Con distorsión y en otro contexto musical, podría ser Metallica. Además, la canción tenía connotaciones sexuales por todas partes. Si se tiene que despertar Susie, es porque han dormido juntos. Las preguntas son claras: "¿Qué le vamos a decir a tu madre? ¿Qué le vamos a decir a tu padre?" "¿Qué le vamos a decir a nuestros amigos cuando digan Oh la la?" Puedo imaginarme a Ayuso leyendo esta letra en la Asamblea de Madrid tras una portada de El Mundo porque se ha sorprendido a un profesor de Música poniéndosela a sus alumnos. Lo gracioso es que este tema rompió la pauta de las letras rockeras de glosar a delincuentes juveniles. El siguiente single fue All i have to do is
Dream, ahí alcanzaron la eternidad, aunque a mucha gente solo le suene por la cantidad de anuncios de televisión en los que ha aparecido.
Después del éxito, queda saber el porqué de la separación. La verdad es que en los años 60 tocaron muchos palos. Sin dejar de sonar del todo country, se acercaron al pop y la psicodelia más vanguardista del momento. De hecho, salvaron a Warner e un momento en el que solo tenía pérdidas. El problema fue que, como a tantos artistas de la época, les robaron. Cuando despidieron a su manager, este tenía los derechos de las canciones que habían hecho hasta el momento con el matrimonio Bryant, los geniales compositores de todos sus éxitos. No pudieron hacer más juntos.
Pese a todo, tuvo mucho mérito su evolución, aunque no era original, se cambiaba mucho de estilo en aquella época y los fans no eran tan cerriles como cuando se convirtieron en tribus urbanas años después. Sin sus compositores de cabecera, tiraron por Crying in the rain
https://www.youtube.com/watch?v=V_6qQEyCSv8 de Carole King y fue otro éxito. Sin embargo, la gran brecha se produjo con los Beatles y la British Invasion. Eso echó tierra de por medio con todo lo que había sido anterior, como pasa con todas las modas. En 1964 estaban anticuados, pero los Beatles le debían mucho de su estilo a los Everly Brothers, tanto ellos como todos aquellos grupos británicos.
La cuestión era que siempre se llevaron muy mal. Eran muy diferentes. Tanto que Phil era republicano y Don, demócrata. Edmunds dice que no hubo nadie que lograra llevare bien con los dos a la vez, o eras de uno o eras del otro. En 1973, tocando en California, rompieron sobre el escenario y estuvieron diez años sin hablarse. Los críticos musicales tampoco hablaron mucho de ellos.