Espacios públicos del deseo homosexual que eludieron la exclusión y persecución
Cada ciudad muestra sus mapas de sexualidades disidentes; espacios públicos donde, —esencialmente entre hombres— eclosionan secuencias de sexo fortuito, encuentros buscados al margen de lo normativo. El mapa del sexo líquido para gays y bisexuales en València se ha apagado en la era tecnológica, cuando las citas rápidas están al alcance de una app móvil: Grindr. Pero hace cuarenta años, con la sociedad postfranquista recorriendo los primeros capítulos de una democracia que todavía reconocía la Ley de Peligrosidad Social y condenaba al ostracismo a los homosexuales, la ciudad consolidó sus espacios para encuentros de cruising. Parques, jardines y parajes naturales que hoy todavía son frecuentados por gente que no quiere dejar huella digital de su orientación sexual, o jóvenes que ven más atractiva la idea de conocer mirando a los ojos, compartiendo los códigos tradicionales que impulsan al deseo