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Educar en la inercias (La eneava polémica de las PAU)

Foto: JORGE GIL/EP
10/06/2021 - 

Este año, como casi todos, las pruebas de Selectividad (PAU) en la Comunidad Valenciana vienen con polémica incluida. Parece que el examen de Lengua y Literatura Valenciana presenta varias modificaciones con respecto a otros años, por lo que ha pillado por sorpresa al alumnado cuyos profesores entrenaron para un tipo de prueba un tanto diferente. Además de ello, se han detectado algunos errores y por ello se ha pedido benevolencia a los correctores. El futuro del alumnado dependerá de la benevolencia de los correctores. Todo muy serio.

Parece también que el examen de Lengua y Literatura Castellana ha tenido polémica por poner un texto muy politizado y preguntas lingüísticas muy difíciles. Estoy en un grupo de whatsapp de profesores de Secundaria y ayer, tras ver el examen, saltaban chispas.

Pero estos exámenes son lo de menos. Solo los últimos ejemplos de unas pruebas cuyos problemas de base harán que año tras año se repitan las mismas polémicas y los mismos disgustos.

Intentaré simplificar algunos de los problemas que, a pesar de estar muy localizados, nadie quiere ver. Aunque de fondo el problema son unas leyes educativas que van de parche en parche, sin consenso, mareando con tonterías pero sin abordar los verdaderos problemas del s. XXI que, nos guste o no, ha vivido una revolución tecnológica que ha cambiado incluso la forma de mirar y procesar la información de los jóvenes.

En mi opinión, el principal problema es que sean profesores universitarios, que no han pisado un aula de Secundaria en su vida, los que elaboren los exámenes de las PAU. La lógica más aplastante exige que sean aquellos que trabajan cada día con los alumnos de Bachiller quienes elaboren los exámenes. Conocen al alumnado, su nivel de madurez e intelectual, y cómo se trabaja en clase. Que sean personas ajenas a la Educación Secundaria los que decidan el examen no tiene sentido, por muy catedráticos que sean. Poco tiene que ver el ambiente universitario y la madurez de sus alumnos con los chavales que salen del instituto. Si la Universidad no quiere perder poder y dinero (bastante dinero al parecer), porque no nos engañemos, esto va de poder y dinero... ¿no podría elaborarse  al menos una comisión conjunta entre la Universidad y los profesores de Secundaria?

No, claro que no. Siempre se ha hecho así y así se hará. Nadie quiere perder los privilegios adquiridos.

Otro problema es que los tiempos cambian y los exámenes apenas se adaptan a la nueva realidad. Hace veinticinco años eran casi idénticos. Las inercias educativas son demasiado fuertes. Yo soy profesor de Lengua y Literatura Castellana y considero, con bastante enfado, que una buena parte del examen de PAU de Castellano no tiene sentido. Pondré este ejemplo que es el que conozco mejor: la Sintaxis que se estudia en Bachillerato tiene un nivel tan alto que, en ocasiones, ni siquiera los propios profesores de Castellano son capaces de ponerse de acuerdo en la respuesta correcta. Y no es que sean incompetentes, ni mucho menos. Tampoco se ponen de acuerdo los libros de texto. Ni siquiera los teóricos de las diferentes gramáticas concuerdan. Cada libro de texto puede dar una respuesta diferente a una misma cuestión de sintaxis. También de morfología. ¿Y qué significa esto? Significa que los profesores van perdidos y que el alumnado acude estupefacto a una clases dificilísimas sobre unas cuestiones casi metafísicas que no sirven para apenas nada. Porque saber lo básico de sintaxis es útil para aprender idiomas (sujeto, predicado, núcleo, complemento directo…) pero a un nivel tan específico como el que se imparte en Bachiller solo sirve para perder un tiempo que podría usarse en dar cosas más útiles.

¿El problema de los jóvenes es que no distinguen una subordinada adverbial ilativa de una consecutiva? ¿En serio? En una sociedad donde prima la rapidez y la superficialidad, debido a la revolución digital, deberíamos estar enseñando a interpretar los textos de forma adecuada y a pensar con cierta profundidad. Entre tantas fake news tendríamos que enseñar a nuestros alumnos a argumentar de forma adecuada. A reconocer las mentiras, las falacias y las malas intenciones de los artículos periodísticos, los discursos de los youtubers o los memes que les llegan al WhatsApp. En una España tan polarizada deberían aprender a matizar, respetar y debatir con el que piensa diferente. En tiempos de ultracorrección política, censura y guerra ideológica tendrían que aprender a interpretar y entender la ironía, los dobles sentidos, el subtexto y la intención del autor.

Pero no tenemos apenas tiempo para ello. Estamos enseñando que las oraciones coordinadas distributivas ahora según la Nueva Gramática se llaman disyuntivas y preguntándonos si el corrector habrá leído la Nueva Gramática y les pondrá bien o si será de la vieja escuela y les pondrá mal.

Porque este es otro de los problemas. Muchos de los correctores no reciben las respuestas de los exámenes por parte de la Universidad. O no al menos de forma pormenorizada. Y por ello el criterio de corrección queda en ocasiones en manos de los profesores. Lo que significa que un mismo examen tendrá una nota diferente dependiendo de las manos en las que caiga. Y todavía más si se pone un texto político como el de este año, donde la ideología del corrector podría ser un problema frente a la ideología del texto que debe valorar.

Resumiendo: Los exámenes de las PAU deberían estar elaborados por profesores de Secundaria, que son los que trabajan con Bachiller y los que conocen bien el día a día de las aulas. Algunas partes del temario han quedado obsoletas y son una pérdida de tiempo que no se puede dedicar a temas mucho más necesarios. Y, por último, los criterios de corrección son a veces vagos y el futuro del alumnado depende de la suerte del corrector que te toque.

Pero la Universidad seguirá metiéndose en medio porque le interesa, claro. Y muchos agentes educativos seguirán defendiendo materias como la Sintaxis porque es lo que han hecho siempre. Y así, de inercia en inercia, nuestros alumnos irán dando tumbos por el sistema educativo. Un sistema que necesita una reforma profunda y no las ocurrencias partidistas de los últimos decenios.

Una reforma de verdad, pactada entre todos los partidos y con el profesorado de Secundaria liderándola.

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