CRÍTICA DE ÓPERA

Eleanora Buratto reina en Les Arts con su magnífico Donizetti

3/10/2022 - 
FICHA TÉCNICA
Palau de Les Arts Reina Sofía, 1º octubre 2022
Ópera ANNA BOLENA
Música, Gaetano Donizetti
Libreto, Felice Romani
Dirección musical, Maurizio Benini
Dirección escénica, Jetske Mijnssen
Orquestra de la Comunitat Valenciana
Cor de la Generalitat Valenciana
Anna Bolena, Eleonora Buratto.  Giovanna Seymour, Silvia Tro Santafé
Enrico VIII, Alex Esposito. Lord Percy, Ismael Jordi
Smenton, Nadezhda Karyacina. Lord Rochefort, Gerard Farreras
Hervey, Jorge Franco

VALÈNCIA. Tras ese experimento oscuro y fallido del Zelle, -esa Cosa Rara que diría Martín i Soler-, con Donizetti ha llegado la ópera al coliseo del Jardín del Turia. Y ¡vaya de qué manera!, pues ayer sábado se vivió una de esas líricas noches mágicas, donde el obnubilado y fascinado aficionado, -que premió con aplausos entusiasmados a los artistas-, presenció un espectáculo de un nivel que para sí lo quisieran cualquiera de los teatros más importantes de Europa.

Gaetano Donizetti, -contemporáneo de Rossini y Bellini-, forma con ellos el triunvirato más famoso del bel canto italiano de principios del XIX. Fue un compositor muy prolífico, con 66 óperas a sus espaldas, y otras 7 sin acabar, no desatendió la forma cantata, ni la música sacra. Tampoco la canción, ni la composición de obra sinfónica. De origen muy humilde, gracias a su enorme talento, vivacidad, y capacidad de trabajo, iba a la carrera, bajo encargo; y tuvo que componer 23 óperas antes de serle encomendada desde el Carcano de Milán la ópera que con 33 años le catapultaría a la fama: Anna Bolena.

Impresiona saber que tan sólo un mes después de que el libretista Romani le entregara el texto completo, Donizetti ya tenía lista la partitura para el comienzo de los ensayos y su rápido estreno. Y también impresiona del todo saber que esa partitura, escrita en tan corto periodo, es una de las piezas operísticas de mayor calidad de su producción, y de referencia en la historia del canto bello.

Si Donizetti era un compositor brillante, de pureza expresiva y sentimental, con extrema ternura para sus líricas melodías, con Anna Bolena comienza a evidenciarse su marcado carácter trágico, y se postula como impulsor del romanticismo vigoroso y elocuente, de armonías suaves y sofisticadas, trayendo la expresión dramática a través de la línea vocal.

Así lo vio ayer el director musical Maurizio Benini, quien, apoyado en esos dos magníficos pilares de Les Arts, que son su orquesta y su coro, enfocó su trabajo artesano, serio, y expresivo, en la búsqueda de la expresividad, y al servicio de la voz. El Cor de la Generalitat Valenciana se enfrentó soberbio a las elegíacas páginas de marcado estilo popular del compositor de Bérgamo. Se mostró, como siempre, en un nivel de profesionalidad de envidia, aportando color, justeza, matiz y fuerza. La Orquestra de la Comunitat Valenciana, que es también de un nivel no existente en el resto del solar patrio, sonó grandiosa, llena de matices, y rebosante en precisión, en exhibición del viento sobre el fondo neutro de la cuerda.

Puro bel canto

Cualquier director agradece mucho trabajar con tan altos conjuntos, y Benini en agradecimiento, y bien tranquilo, aprovechó para sacar a ambos sonoridad, ritmos, brillo, fuerza, y delicadeza justa, para el acomodo de las voces solistas. Como muestra de la total subordinación de la orquesta a la voz, Maurizio Benini braceó sin batuta en el “Cielo, a’miei lunghi spasimi” de la soprano, momento sublime del final de la obra, para tributo al bel canto, y deleite del aficionado, que absorto, contenía la respiración. 

En la sala principal del Reina Sofía, pudo escucharse un Donizetti del comienzo de su madurez, de partitura original, cuidadosa, y sobria, asentada sobre un texto que habla de valores, donde Romani bien dibuja a los personajes. Así, todos los solistas pisaron firme las tablas. Y además demostraron tener unas cualidades canoras a la altura del director y conjuntos de la casa, que ya es decir. Por eso el espectáculo fue mayúsculo. Si puede, no se lo pierda.

El Smenton de la rusa Nadezhda Karyacina fue creíble actoral y estilísticamente. Falta de graves, y plena de musicalidad, enturbia su voz un vibrato inadecuado que le impide un canto claro y brillante que asoma por momentos. El Lord Rochefort de Gerard Farreras, y el Hervey de Jorge Franco fueron defendidos con voces bien timbradas y verdadera profesionalidad.

Comprometido y exigente es el papel de Giovanna Seymour. La mezzo Silvia Tro Santafé lo abordó en casa, demostrando por qué es requerida en los mejores teatros líricos. Desde el principio hizo gala de esa escuela valenciana de canto que permite a sus voces correr plenas por la sala gracias a una colocación de libro. La Tro demostró poseer un dominio canoro espléndido, con graves asentados y agudos portentosos, en pleno ejercicio de homogeneidad en su extensión. Su canto es rico, lucidor, cuidadoso, compacto, y es dueña de un squillo, perfecto para la expresión dramática, y para el sentimiento de culpa por su traición.

Lord Percy fue Ismael Jordi, tenor solvente e inteligente, y de canto estiloso, poderoso, y asentado. Todas sus arias fueron cantadas con maestría, regalando un “vivi tu” de exquisita factura. Podrá hablarse de falta de homogeneidad en su color, o de cierta opacidad en sus agudos, pero, por encima de ello está su permanente derroche de buen gusto y musicalidad, su canto ligado, y sus frases dulces forjadas en su infalible del fiato. Percy es un papel de severa dificultad y el jerezano lo abordó con disciplina en el escenario, y con expresión pura belcantista.

Donizetti hizo un rey sin aria. No se la dio. Pero no todo lo confió a sus recitativos y escenas de conjunto, donde despliega su furia y su dramatismo. También lo hizo al mismo silencio. El controvertido rey de Inglaterra Enrico VIII estuvo encarnado por Alex Esposito, quien dispone de un instrumento muy capaz, con excelente colocación, y enorme sonoridad gracias a la adecuada utilización de los resonadores.

Es un sabio de canto efectista, con voz impactante, cruda y cortante, casi perfecta para el malvado personaje, si no fuera por su falta de rotundidad en los extremos. Fue el mejor en la escena, por su presencia siempre aterradora, bravucona e hipócrita. El barítono bajo italiano es de esos que dejan boquiabiertos a todos cuando de su boca sale el sonido squillante y timbrado que luce imponente. Pero también cuando calla.

Va de reinas

Callas, Gencer, Caballé, y Gruberova, fueron virtuosas protagonistas de Anna Bolena, y ahora Eleonora Buratto quiere sumarse a la lista. Por lo menos eso quiso decir en Les Arts, donde se desplegó por entero siempre, para culminar con unas escenas finales de verdadera altura donde hizo, llena de expresividad un canto fiorito de ensueño. La soprano italiana dispone de un instrumento redondo y soberbio, de timbre aflautado y bien hermoso, y dotado de un caudal canoro esmaltado y fresco, de fácil producción y de llegada resolutiva. Dispone de un control del fiato que le permite abordar la coloratura con ejemplar naturalidad, y hacer un canto libre, sabio, y lleno de musicalidad.

El papel de Anna requiere soprano para agilidades endiabladas, y con fiereza y dulzura a la vez; y Eleonora Buratto demostró precisamente cómo encandilar, alternando en su canto grácil sus legatos más dulces con los agudos más severos; y esa fue la clave de su éxito. Una Buratto de altura supo fusionar su voz con el evocador color de los vientos del autor, construyendo una Anna exquisita, doliente y furiosa, en su larghetto susurrante hasta el éxtasis de la locura final.

La escena de Jetske Mijnssen fue el punto más alejado del nivel. Por abajo. Exento de ideas, desvirtuó sin necesidad alguna, trayendo recurrentemente referencia extraña del mundo infantil de Isabel I, la niña pululante. Los decorados son poco creíbles, e inadecuados por permanentes e inflexibles. Todo demasiado estático, demasiado pobre, y demasiado igual para tanta acusación, para tanto honor, para tanta condena, para tanta infamia, para tanta infidelidad, para tanto Tudor.

Buratto reinó ayer con su Donizetti. Y transportó a los espectadores con su genial “Al dolce guidami” a la dulce sede de los sentimientos. Se dice en la corte que vendrán más reinas inglesas al Reina Sofía, llenas de drama e intriga. Ojalá sea pronto, porque con el de Bérgamo, la fiesta de la melodía y de las voces está asegurada. Y ojalá también vengan con calidad suprema, como esta Anna Bolena histórica de ahora, que ningún aficionado de cualquier rincón de España debería perderse.

Y hablando de historia, se sabe que el depravado rey Enrique VIII se casó con Jane Seymour al día siguiente de la decapitación de Anna Bolena. Tenía prisa. Yo voy a esperar algo más para comenzar con El Cantor de México. Por lo menos, hasta que me recupere de tanto éxtasis belcantista. ¡Uf!

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