CASTELLÓ. Natuka Honrubia es una artista valenciana que planta en escena la monstruosidad, el miedo, lo desagradable. En una vuelta a la infancia, a través de juguetes y colores vistosos, configura un aspecto muy personal y provocativo; una narración sincera que logra captar la mirada. Una vez nos encontramos aquí, ¿por qué no contemplar frente a frente nuestros miedos, dolores, goces, fetichismos…?
En la obra de Natuka los materiales han ido variando, es algo que tiene muy en cuenta: “del bronce pasé a la escayola, he trabajado con tela, objetos encontrados, resina… según cómo me han ido llegando, no ha sido nada premeditado”.
Natuka se gradúa en 1994 en Bellas Artes (Academia San Carlos, Valencia), es entonces cuando empieza a crear lo que ella siente como su primera obra. Trabajó mucho con el hierro y la fundición, también durante los 15 años que pasó en Londres, donde estudió en Winchester School of Art y Royal College of Art.
En 2014 regresó a España. “En esos años estaba muy perdida, tenía muchas ideas, creaba muchas obras, pero no las terminaba. Aunque como yo digo…nunca tiro nada a la basura”. Natuka guardó dibujos antiguos que concluiría años después. Una de estas piezas es ‘Ouroboros en el menú’,que comienza a dibujar en unos papeles plegados que le da su padre. Los deja olvidados y años después los recupera, observando que las hojas se podían desplegar, permitiéndole -por sorpresa- trabajar en los dos lados del papel.
En sus dibujos Natuka también integra otros recursos como el collage, bocadillos de cómic, o habitualmente incluye su propio nombre, como manera de posicionarse, exponerse y reivindicar su existencia. Su arte se basa en “el aquí y el ahora”, no trabaja con bocetos; “me pongo a trabajar con un pensamiento que me viene a la cabeza. Es estando con la obra; nos decimos una a la otra qué es lo que vamos necesitando”.
Natuka se expone como una persona con muchos miedos, inseguridades, de los que consigue liberarse a través de su obra. A su última exposición la titula Porque me da la gana, que se podrá visitar hasta el 10 de febrero en la Galería Cànem. “Soy muy consciente de que en mi obra puedo hacer lo que quiero y porque me da la gana. A veces pienso que la gente pregunta demasiado rápido, nada más entran a una exposición quieren que les digan. Yo creo que es muy importante que miremos las obras de arte y veamos lo que para nosotros significa, creo que el arte debe retar, yo busco que mi arte no pase desapercibido. Puede gustarte o no gustarte, pero ante todo, primero, que te atraiga mirarlo, y una vez lo hayas mirado decidas qué opinión tienes sobre él, o qué sentimientos y emociones despierta en ti. Yo no busco un porqué a cada elemento que aparece en mi obra”.
Natuka Honrubia es muy consciente de que puede haber monstruos que nadie quiera mirar, y que trabaja con algo que puede resultar abyecto. Sin embargo en su obra también abre puertas al humor y la ironía. Al respecto menciona una anécdota: “tengo una amiga que siempre me dice ‘Natu, tu obra me da asco, pero me encanta mirarla’. A mí eso me gusta, trabajo con el dolor y con el placer, que también es muy relativo”.
Las cadenas que representa Natuka en su obra no tienen por qué significar dolor o sometimiento, “puede ser todo lo contrario, que tú controlas la situación o que incluso disfrutas de ese dolor. Y evidentemente, cuando hablo de todo eso, mis miedos me lo hacen pasar muy muy mal”. Reconoce en sí ese aspecto infantil, esa niña herida, pero así se siente dueña de sí misma, y cuando utiliza cadenas en las obras, en ese sentido, es ella quien las maneja.
Como artista le gustan los metales limpios, aunque su obra en hierro era bastante oscura. También ha trabajado con carboncillo, o con escayola, igualmente provocativa pero con un acabado más aséptico, remitiendo también mucho al cuerpo. En contraste, asegura que le encantaría hacer una falla. Y es cierto que Natuka tiene esculturas que podrían ser una falla.
Ese estilo más kitsch, más pop, es algo que ha llegado con el tiempo: “Trabajé en un espacio muy pequeño, la única manera en que podía crear era utilizar escayola, resina epoxi y pinturas acrílicas, así aparecieron los colores. Eso atrae mucho la atención, la apariencia que tienen invita a mirar”. Natuka lo ve incluso como un juego, como algo divertido “ir descubriendo personajes, ver qué van contándose unos a otros… voy añadiendo distintos planos y volúmenes. Y me río de mí misma, hay sentido del humor, aunque a veces sea un poco duro”.
En la obra en escayola Natuka trabaja mucho con los pechos, los dedos… a partir de moldes de su cuerpo, que comenzó a hacer cuando estudiaba fundición. A partir de ahí las partes de su cuerpo empezaron a estar muy presentes. Comenta la fácil accesibilidad a este recurso, tratándose de su cuerpo, aunque en una de las esculturas utiliza un vaciado de pene real.
En cuanto a la parte más escatológica de su obra Natuka recuerda: “A una persona del mundo del arte de Valencia, le dije un día en 2014, ‘te serviré una caca en un plato y te la querrás comer’, en 2016 fue la primera vez que hice una escultura que tenía una caca, con lacasitos”. Explica que lo que sucedió cuando los niños lo vieron es que estaban emocionados e ilusionados, aunque los padres ponían mucho reparo. Natuka lo defiende, es algo que le llama mucho la atención: “todo ese excremento, todo lo que uno vacía y quita de sí mismo… al mismo tiempo, esas cacas podemos representarlas con chocolate, o café… que pueden resultar muy parecidos. No me gusta limpiar cacas, pero por lo que sea me resulta muy atractivo el representarlas, dar presencia a esa suciedad, eso que no queremos de nosotros, que sí tenga su protagonismo. Me resulta divertido y creo que saca una sonrisa, aunque te haga pensar ‘me estoy riendo de algo muy asqueroso’... ¿por qué no?”.
De todos modos Natuka se percibe como alguien muy cuidadosa al presentar la obra, al detalle, y cree que sí hay buenos modales cuando dice las cosas, “ese contraste entre lo que estás diciendo y cómo lo dices”. En ‘Volición’, por ejemplo. “Yo soy una persona que nunca digo coño, y ahí lo digo”. A Natuka Honrubia le gusta decir que es una ‘niña mala’: “a mí me gusta porque yo quiero disfrutar de esa libertad de hacer lo que quiera y porque quiera, sin que nadie me diga qué puedo o no puedo hacer, ya sea un padre, ya sea un dios”.
Me pregunto si los moldes de dedos y los elementos de cocina aluden de alguna manera a comer con las manos. Para Natuka ya no es comer con las manos o comer por la boca, sino que pone muchos elementos que pueden ser servidos en cualquier sitio. “En lo que yo hago también hay mucho de erótico. El otro día le dije a un amigo que las mujeres tenemos la suerte de tener tres bocas. Él me contestó que los hombres también. Por nuestras bocas te pueden dar y puedes tirar, pero si él habla de su pene, yo lo entiendo como boca que puede escupir, pero que no puede comer”. La obra de Natuka puede tener mucho contenido erótico, pero no dice cómo jugar con ello, “puedes comer por donde quieras o meterte los dedos por donde quieras, si mi obra te invita a hacerlo hazlo. Para mi es muy importante que la libertad que yo tengo creando, la tenga el espectador mirando la obra”.
En este mes Natuka participará en Fantastik Lab, en la exposición colectiva La siesta del borrego, que se inaugurará el 17 de febrero, además de una exposición en septiembre en La Nau y en Espacio Modotti, también en Valencia.