CASTELLÓ. Con 72 años Alejandro 'Mono' González sigue viajando por todo el mundo para pintar. Este es su día a día desde que empezase a crear murales de la mano de la Brigada Ramona Para en 1969, una asociación que se dedicó a diseñar la campaña gráfica del por entonces candidato a la presidencia en Chile, Salvador Allende. La experiencia marcó su trabajo, tanto que terminó el mismo día en que el dictador Augusto Pinochet dirigió un golpe de Estado que derrocó al gobierno democrático. Como consecuencia, Mono González debió entrar en la clandestinidad y a partir de entonces desarrolló trabajos como carpintero. Pero no conforme con adoptar una vida que no había querido, González escogió un pseudónimo bajo el cual desempeñó labores de pintor y escenógrafo en el Teatro Municipal de Santiago, al mismo tiempo que dejó su impronta en zonas públicas tanto de Chile como de Argentina, Holanda o Italia.
Entre la sombra y el colorido que destaca en su obra, la carrera de Mono González todavía no ha terminado, ni parece que lo hará jamás. Y es que el artista no ve otra acción en su día a día que no sea la de pintar. Dice, en efecto, que del arte uno no se puede jubilar, "no debe", pero además, "no va a hacerlo, porque es su pasión y es lo que le gusta", subraya. Ahora bien, resalta que ser grafitero "no es un hobby", es su profesión. Un trabajo que, aunque no destaque por su alto salario, ha sabido trasladar hasta su hijo Sebastián González Ruiz, 'Perro Seco'.
Así, padre e hijo viajan de ciudad en ciudad -la última Fanzara, gracias al MIAU- para dejar patente su propio estilo haciendo referencia a una misma temática político social. Les interesa pues investigar el lugar en el que van a crear para darle su toque antropológico. "De mi padre he aprendido el método, es un aprendizaje constante el viajar con él; pero luego no tiene nada que ver mi trabajo con lo suyo en lo visual, aunque sí en lo que queremos decir. Siempre cuando llegamos a un sitio conversamos con la gente para aprender de este y proyectarlo sobre el mural", explica Perro Seco. En el caso de Fanzara, los artistas visuales crearon, por una parte, la cara de una mujer que miraba al pueblo (hecha por Mono) y, por otra, las casas del pueblo (hechas por Sebastián González). "Para pintarlas me inspiré en una leyendo que me contaron y es que antiguamente se pintaban las ventanas en azul para protegerse de los malos espíritus", explica el joven creador. Su obra ha servido así para renovar una vivienda de más de 200 años en pie.
"Cuando preguntábamos por Fanzara, nadie la conocía. De hecho, estaban confundiéndola con otro sitio porque nos mandaban como a Marruecos. Para nosotros esto es lo interesante, como pueblos que aparentemente están perdidos, a través del arte empiezan a aparecer en el mapa. Es la historia de todas las civilizaciones que han pasado por aquí y es lo que a nosotros nos nutre", sostiene por su parte Mono González. El artista venía al pueblo castellonense después de un tour que le llevó al festival Medusa de Ibiza y a una residencia artística en Burgos. Su sorpresa al llegar fue el no ver a casi personas. "Era con la celebración del festival que el pueblo ya se llenó de autos, mientras más de una decena de artistas con estilos distintos empezaron a trabajar".
Con su obra lo que quiso fue, de este modo, inspirarse en muchos de los castillo europeos que han sido construidos en los lugares más altos de los municipios, para vigilar el entorno ante la llegada de gente desconocida. Lo hace además, él que estuvo mucho tiempo obligado a trabajar a escondidas, con un estilo siempre colorido. "Si miras a tu alrededor verás que todos los colores están en mi mural. Tendemos a vestir de gris o de negro porque somos muy tímidos. El color tiene que ver con la autoestima, el empoderarse y el respetar el lugar al que se va", asevera Mono González, quien cuenta con orgullo como una vecina de 83 años se le acercó para contarle lo mucho que le alegra su mural.
Mono González es "el doble de la edad" de los muchos artistas que han pasado en esta y en las cinco ediciones anteriores del MIAU. Él mismo lo subraya para que entendamos su trabajo. Un quehacer que se sostiene todavía en sus orígenes trabajando hoy por hoy con brocha y no con spray o con bombas como otros artistas sí escogen. No obstante, además de crear, lo que le inspira al pintor de estos encuentros es precisamente poder empaparse de nuevos métodos. "La gente comparte y yo comparto lo que hago", expone. Es por eso que el chileno, quien se topó hace tantos años con la censura, no ve algo negativo en el boom de murales que está habiendo por toda la geografía española y mundial. Puede que sean modas pero, sostiene que "mientras se den posibilidades a los jóvenes para expresarse" todo va a estar bien. "Si de pronto se prohíbe hacerlo, los grafiteros van a estar fuera de control. Aquí lo que sucede es que hay participación y un trabajo con ganas y calidad", defiende.
Por su parte, Perro Seco tiene claro que sin el dibujo "no sabría que hacer". Al igual que su padre, es donde se ve toda la vida. Ya sea en el mural, de aventura en aventura, o en su taller en Santiago de Chile, donde también realizan grabados o ilustraciones para libros.