VALÈNCIA. En un escenario postapocalíptico, un armadillo podría ser el candidato perfecto para convertirse en un buen soldado. Su tez inexpresiva y su caparazón formado por placas le podrían dar esa estética de soldado romano impasible, duro por fuera y a descubrir por dentro. Sus extremidades cortas no le permitirían huir muy lejos, eso sí, pero ganaría en estética. Los armadillos son algunos de los protagonistas de Territorio, un cómic escrito por el guionista David Muñoz y dibujado por Miguel Robledo que, tras siete años de trabajo, ve la luz de la mano de la editorial Astiberri. En esta obra de ciencia ficción la humanidad gana la guerra contra una “civilización extraterrestre”, pero durante el conflicto otros protagonistas viven su propia lucha.
El soldado Castro se acaba incorporando a la brigada de Noguera, quien reconoce inmediatamente a Castro como aquel niño que le hizo bullying en el instituto, hace más de veinte años. En un escenario que parece a años luz, Noguera tiene que decidir si, en este nuevo sistema en el que viven, hay espacio para la venganza en medio de un conflicto armado. Muñoz ya publicó Miedo, un cómic en el que reflexionaba sobre la situación de acoso que vivió en la escuela en el año del intento del golpe de Estado. Ahora, sin embargo, genera un nuevo escenario más fantasioso en el que la venganza toma un tono adulto y en el que se puede derramar sangre por un conflicto del pasado.
“A partir de la idea del bullying, y enlazando con la ciencia ficción, surge la idea de ambientar el relato en un futuro en el que la sociedad está en guerra con los extraterrestres aunque los malos en este caso son los humanos”, explica el autor, “el relato al final se centra en la relación entre el acosado y su abusador, como su vida cambia a lo largo del tiempo y que les hace conectarse”. De esta manera conecta de forma visual y argumental un relato en el que todo se apoya en el tema principal del acoso, poniendo a la venganza como protagonista, en una historia que salta a lo largo de veinte años y que se compara constantemente con una guerra abierta. Una vez termina el conflicto, tal y como lo explica Muñoz, se ve como por desgracia el abuso se sigue dando entre grupos, algo que ya no tiene ningún tipo de sentido.
Junto a Robledo compone territorios “tanto físicos como mentales” en los que las páginas se convierten en un póster enorme y en el que los bocadillos traducen el idioma alienígena entre tipografías de lo más extrañas. “Le damos la vuelta a la cuestión narrativa, de diseño y de lenguaje. Queremos construir un mundo propio que funcione para el lector, que pueda incluirse en el relato sin ningún esfuerzo”, apunta el dibujante. Uno de los retos, de los más curiosos, es dibujar infinitos bocetos para dar vida y forma a las armaduras de los armadillos, construir las armaduras de guerra de los humanos y la arquitectura de este universo postapocalíptico.