Desde el mismo día en el que acepté la propuesta para dar el salto a la política, tuve muy claro que esto no sería un camino de rosas. Lo cómodo, para mí y mi familia, hubiera sido continuar en mi anterior puesto de trabajo donde ya contaba con cierto reconocimiento y estabilidad profesional. Sin embargo, estaba ante una oportunidad, quizás irrepetible, de poder servir a mi país. Y esto es algo que, os aseguro, compensa y supera todos los momentos amargos y cosas del día a día que te arrebata la política. Iba a poder hacerlo, además, en las filas de Ciudadanos: un partido libre, sin ataduras, dispuesto a condicionar al bipartidismo y con pleno espíritu de hacer partícipe a los ciudadanos de todo aquello que la vieja política les había alejado.
Decidí enfundarme la camiseta naranja y saltar al campo con el equipo que representa el único proyecto limpio y regenerador de todo el tablero político. Ciudadanos era y sigue siendo esa formación que, pese a los diferentes costes que esto pueda conllevar, siempre toma el camino mejor asfaltado para el futuro de los españoles. Un partido con cabeza fría en el mapa económico y corazón caliente en los debates sociales. Que te cuenta la auténtica realidad sobre el futuro de las pensiones y que apuesta por regular la eutanasia. Que batalla contra las subidas de impuestos y se vuelca en los derechos de las personas LGTBI. Que defiende con el mismo ímpetu facilitarle la vida a los autónomos y lograr una ley para la igualdad de trato entre hombres y mujeres.
Y sí, atravesamos una de las etapas más duras de nuestra historia. Y no, tirar la toalla no va a ser una parte del plan, ni siquiera una tentación. ¿Sabes por qué? Hay en este país el suficiente número de personas que solamente se sienten identificados con las políticas liberales de Ciudadanos como para rendirnos ahora. Y porque como escribió en un artículo mi admirado Andrés Trapiello hace ya unos meses, "alguien tiene que quedarse para recordar y luchar contra las desigualdades tributarias, sanitarias y educativas. (...) Por la libertad de estudio sin temor a que nadie te llame revisionista, la libertad de emigración y la libertad de educación, lejos del sectarismo ideológico y de la roña eclesial".
Tengo el honor de formar parte de ese equipo político que se va a arremangar para rearmar el espacio político más necesario en estos días para nuestro país. Propondremos, estudiaremos, reformularemos, actualizaremos, replantearemos, analizaremos...y por encima de todo, escucharemos. Y a todos aquellos que pretenden desanimarnos y nos piden que entreguemos la cuchara (aquellos mismos que seguramente jamás confiarían en un proyecto liberal), tengo algo que decirles: no nos vamos a rendir. Porque, como ha dicho Inés Arrimadas, hay muchos españoles que tienen el derecho de votar un partido como el nuestro y nosotros tenemos el deber de poder hacerlo posible. Un deber histórico.