CASTELLÓ. Es difícil empezar a hablar de una artista como La Megi, porque su persona corresponde a Elena Medina pero su obra, sus creencias y su compromiso con el mundo nos interpelan a todos. No es metafórico. La artista de l’Alcora basa su trabajo en el arte colaborativo, es decir, involucra a diferentes personas, que así quieran, en la producción de sus piezas desde el minuto cero. “No quería continuar desarrollando mis obras al servicio de las élites. Ni que mis exposiciones fueran fotografías que simplemente se colgaran en una pared para venderse. El arte hoy en día no tiene sentido solo si es para las élites. Hace falta un arte contemporáneo que democratice la cultura y sea colaborativo”, así piensa La Megi.
Su cambio de chip llegó, contrariamente, mientras estudiaba Publicidad y Relaciones públicas en la UJI. Especialmente en el último año de carrera cuando ya entendió que lo que le hacía feliz no se encontraba en ninguna agencia o empresa de comunicación. Por eso, decidió centrarse en la teoría de la imagen y en la crítica constructiva de la misma publicidad. “Las empresas están acostumbradas a crear realidades alternativas para vender mucho más. Así que empecé a plantearme qué tipo de artista quería ser e hice un máster experimental sobre mediación y educación a través del arte”. A raíz de sus estudios surgieron proyectos como el fotolibro Realismo imaginativo: pareidolia que invita a cualquier persona a imaginar caras y objetos en lugares inesperados, para dejar volar su imaginación y creatividad.
“Es emocionante porque la pareidolia es algo que no todo el mundo puede ejecutarlo, pero cuando lo consigues no puedes parar de ver símbolos en sitios insospechados”, explica la artista, a quien le interesó difundir este fenómeno en unos momentos en los que cada vez menos nos paramos a fijarnos en lo que tenemos alrededor. “El realismo imaginario fue un término que acuñó mi padre y me gustó mucho porque explica a la perfección mis reflexiones sobre la falta que hace no quedarse solo con lo que vemos a primera vista. Hay que ser críticos e ir más allá para dejarnos afectar por todas las cosas que nos producen alegría, pena… También evoca a un realismo mágico pero no es tan simbolista. La realidad tiene que estar siempre muy presente sin dejarnos alienados”.
Con todo ello, valiéndose de ese sentimiento por lo colectivo, La Megi puso al servicio de otras personas la investigación que había hecho para crear un proyecto comunitario. Así, en lugar de pedir al resto de personas interesadas su opinión sobre la pieza final, les explicó desde el principio sus inquietudes y juntos formaron el trabajo de forma “horizontal”, es decir, sin sobreponerse ella a ningún otro autor. “Convivimos en una sociedad cada vez más individualista y lo que quiero es recuperar el sentido de grupo o de comunidad para generar una cultura que de verdad nos defina. No sometida así por la economía”, defiende la creadora, quien cree que este posicionamiento todavía se le escapa a los museos. “Hay muchos centros de arte que sí tienen intención de introducir al espectador en la cultura, sin embargo, estos acaban marquetizadas porque solo llegan al final del proceso creativo; ven la obra, interactúan, pero nada más. No se les brinda herramientas para que puedan formar parte directa de la cultura y hacer cultura junto a artistas. Muchos no queremos formar parte de este romanticismo que suele rodear a los creadores. Simplemente tenemos que ser acompañantes para permitir que toda la gente se beneficie de lo que es el arte”.
Realismo imaginativo: pareidolia es el primer fotolibro de La Megi y aun así ha logrado que participen 40 personas. Muchos –cuenta- ni encontraban un solo “rostro” durante semanas, pero poco a poco fueron percibiendo formas por todas partes. De hecho, lo que más le llegaron fueron pareidolias emocionales, “debido a la capacidad que tiene el ser humano de detectar el estado emocional de los demás”.
Su trabajo, que se expondrá el próximo 26 de octubre a las 17h en el festival Ultrasons, le ha servido también para volver a la manualidad y poner en valor las fotografías que se miran, se tocan y se sienten. “La era digital ha hecho que la información sea muy líquida. Todo se pierde. Pero inevitablemente una parte del arte vuelve a la manualidad para recuperar esa artesanía que es fundamental desarrollar”, defiende la creadora. En su caso, el libro además es autopublicado y se pondrá a la venta únicamente para recaudar fondos con los que hacer copias y entregar ejemplares a las personas que han participado. Ahí se cerrará el proyecto.
Elena Medina también desarrolla proyectos de educación y mediación a través del arte con un grupo del máster. Su planteamiento reside en fomentar pedagogías críticas, la horizontalidad y, de nuevo, la democratización de la cultura para lograr que los individuos sean capaces por ellos mismos de expresarse mediante el arte. “No queremos apoyarnos en la productividad porque pensamos que lo importante no es la obra final, sino el proceso de creación”, asevera.
En resumen, La Megi o Elena Medina –como prefieran llamarla- centra todo su trabajo, de una forma u otra, en el artivismo, una resistencia creativa que desde los 80 quiere visibilizar las posibilidades que tienen todas estas herramientas para reivindicarse y mejorar la sociedad. “Todos tenemos derecho a construir la cultura porque la cultura es cómo gestionamos lo humano, aquello que queremos contar a generaciones próximas. El arte ayuda a visibilizar los discursos y a resolver conflictos de forma no violenta”, sostiene la castellonense.
Antes de terminar de hablar sobre su obra, sus creencias y su compromiso, preguntamos a La Megi qué opina sobre la polémica fotografía en la que se ve a una mujer posando delante de las barricadas de Barcelona para, posteriormente, subirlo a su perfil de Instagram. Un caso que no es aislado de muchos otros:
“Hemos llegado a un nivel de proliferación de imágenes tan alto que hay un desconocimiento total sobre los símbolos que hay alrededor de toda fotografía. Es síntoma de no ser verdaderamente conscientes de lo que pasa alrededor. Las imágenes construyen un lenguaje y una cultura. No es apropiado banalizar la situación para tener más likes, porque es de tener poco tacto. Pero el mundo de hoy en día hay tantas contradicciones que al final es positivo que sucedan para que reflexionemos sobre los límites a los que hemos llegado como individuos. Nos importa solo nuestra imagen y bienestar, olvidando que vivimos en comunidad y en sociedad. Todo lo que pasa en cierta manera nos afecta.”