CASTELLÓ. No pudo Greta Ramos preguntarle a su abuela Ignacia que le hubiera gustado ser de mayor. Tampoco hablaron nunca de feminismo, identidad o de los años de posguerra. Lamenta la joven, ahora artista, no haber mantenido conversaciones tan profundas con su abuela cuando todavía podía. En 2015 Ignacia fallece y tres años después lo hace su abuelo Salvador. A raíz de estas dos pérdidas, el miedo al desarraigo florece en ella. "Me sentí un poco desubicada, porque no llegaba a comprender cómo sentía una pérdida tan grande y, a la vez, no sabía realmente lo que había ocurrido en sus vidas. Tampoco sabía quién era yo".
Confiesa Greta que pese haber nacido en València, nunca ha sentido que pertenecía a la 'terreta'. "Mi familia provenía prácticamente toda de Andalucía, pero yo he nacido y me he desarrollado aquí. Sin embargo, en mi casa nunca se ha hablado valenciano. Nunca he sido fallera ni he pertenecido a ese mundo. Tampoco hemos sido de comer paella. No me siento representada en estas identidades tradicionales valencianas y esto me ha hecho desconectar con mi entorno", explica la joven, a quien la pérdida de sus abuelos le despertó el 'hambre' de querer averiguar quién era en realidad su familia y porque habitaba donde habitaba.
En 2018 la ilustradora se desplaza hasta la aldea de sus abuelos en Beas de Segura. Todos los veranos paseaba por las calles de este pueblo de Jaén junto a su familia, pero ese año iba a ser diferente. La joven iba a conformar una cartografía íntima sobre la historia de su abuela y sus tías. Todas ellas mujeres silenciadas por la posguerra. Esto, asegura ahora, le ha ayudado a conectar con sí misma. "Entendí porque estaba tan desarraigada. Y es que no conocía la historia que me rodeaba". Una historia que la joven ha querido además compartir en una exposición que acaba de inaugurarse en el espacio underground de Castelló Cúmul. "Cuando el proyecto empezó aquél verano no sabía ni siquiera hacía dónde se dirigía. Como estaba estudiando ilustración, cogí mi cuaderno y empecé a hacer dibujos a la fresca. Así como vídeos, fotos y audios de mis tías abuelas. Horas transcritas que empecé para ponerme a prueba, para superar estas pérdidas, y que derivaron en algo mayor", cuenta Greta.
Durante los diez días que la creadora estuvo en la aldea no dejó de dialogar con vivencias que desconocía. Recuerdos que sus tías Ángela y Ágeda, por su parte, nunca habían olvidado. "Hablamos de lo que les hubiera gustado ser -una de ellas artista-, de muchos deseos y anhelos que no han podido ejecutar por las circunstancias que les ocupaba en ese momento. Se emocionaron mucho porque se sentían muy desconcertadas con el presente. Tampoco entendían qué hacía yo ahí preguntándoles nada. Pero sobre todo me decían que no comprenden el ahora, cómo ha cambiado tanto la manera de vivir. Lamentan que nadie quiera trabajar y vivir en el campo, cuando ellas han vivido y evolucionado aquí. Tampoco entienden los móviles y las nuevas tecnologías, y como todo ha evolucionado y se ha globalizado tanto. Pero lo que más lástima les da es que sus vidas se hayan quedado relegadas y que nadie sepa en profundidad qué emociones tuvieron ellas durante los años de posguerra."
Además de la pobreza y el hambre de aquel periodo, sus memorias podían contar mucho más. "Hubo una época en la que desayunaban, comían y cenaban las malas hierbas de los olivos. Las hervían en agua y les ponían un poco de sal, que era de los pocos alimentos que podían almacenar en casa", relata Ramos, que añade: "Pero lo peor fue que tuvieron que empezar a trabajar con cinco años. Por eso, cuando llegaron a los 20 años ya no podían aspirar a otra vida. No tenían oportunidades tampoco de salir de ahí porque no había dinero. Tenían que ponerse a trabajar porque la familia lo necesitaba. Sus deseos quedaron descartados, debían de pensar en la familia y en lo que podían darle para mantenerla".
Así, mientras los hombres trabajaban en la carretera y en la oliva, ellas se dedicaban sobre todo a servir en casas, con lo que eso conllevaba. "Trabajaban para familias ricas cuando ellas no tenían para comer y eran además personas que no tenían un trato amigable. A veces incluso me contaban que ocurrían violaciones y que ni siquiera tenían el privilegio de irse de estas casas, porque necesitaban el dinero para vivir", cuenta la joven creadora, quien es consciente de que todo este trabajo que para ella supuso conectar con su pasado, para sus tías ha sido completo desahogo.
"Siempre que hablábamos creábamos un ambiente íntimo, pero todo esto se dio porque sus maridos han fallecido y se encontraron con una libertad que nunca antes habían tenido. Mi tía abuela Ángela me dice que si ella fuera joven lucharía por la igualdad, que todavía no lo ve todo hecho, aunque obviamente los tiempos han mejorado. Me emociona esto, porque podrían conformarse con los avances e insisten en que hace falta más"
Greta Ramos ha encontrado en Cúmul el "altavoz" perfecto para mostrar todo lo que esconde Ignacia. Un espacio gestionado por gente de su misma generación, que escucha y da voz a artistas que están empezando a moverse en el circuito cultural. "Cuando empecé a recopilar información no sabía hacia dónde me llevaría esto. De hecho, en 2019 hice una residencia artística en el taller de Paula Bonet en Barcelona porque quería darle forma a mis ideas, pero no sabía cómo. Y durante la semana que tuve el taller a mi disposición ejecuté todos los grabados y el grueso de lo que ahora es la exposición. Hay una pintura de dos metros, una pieza de barro y varios murales", cuenta la artista, que con todo anhela publicar un libro ilustrado.
"Si puedo llevaré la exposición a Jaén, pero la idea era hacer algo material y que pueda darles a mis tías. Me interesa que puedan verlo, porque cuando narraban sus vidas me decían que sobre todo lo que sentían es que la historia de España no estaba en los libros que estudiamos, porque la historia de España es también todo lo que ellas han vivido. Por eso, quiero que sientan que sí, su vida tiene importancia aunque haya estado muchos años invisibilizada", sostiene la creadora.
En su exposición en Castelló, la muestra estará comisariada Clara Culiáñez Lope y respaldada además por una pieza sonora creada por el músico Adrián del Barrio y en la que Ramos canta unas frases de la canción Todo es de color de Lole y Manuel. Asimismo, también ha colaborado con la artista audiovisual Paula Lorenzino, quien se ha encargado de poner en movimiento todas las imágenes, palabras e ilustraciones que hay tras Ignacia. "Quiero que la exposición haga reflexionar a quienes la visiten. Lo mejor que podría escuchar es decir a alguien que no se va igual, que ahora les apetece preguntarles a sus abuelos por sus vivencias, porque aunque en Ignacia cuento algo íntimo y muy individual, se genera un discurso colectivo que es más general de lo que creía. Muchas compañeras me han dicho que a raíz de esto sus madres les están contando cosas de sus familiares. En un mundo cada vez más global, inmediato y fortuito, nos hace humanos hablar con nuestras abuelas y preguntarles de dónde venimos".