CASTELLÓ. Era lo bonito del teatro de calle, que de alguna forma, no existía la cuarta pared. Aunque seguía habiendo una pequeña estructura - a veces invisible- que separaba al público de los actores, el feedback entre unos y otros era casi innato. Pero ahora, en su regreso, el teatro se ha topado con muchos obstáculos que le impiden que esa "provocación", ese juego, que se establecía con el espectador sea, si lo hay, un poco más forzado. La crisis sanitaria ha obligado a las artes escénicas a volver sin descuidar la distancia de seguridad, las medidas de higiene y los riesgos que pueden darse en la calle. Algo que les ha llevado, en algunos de los casos, a reconfigurar sus espectáculos. Pero con todo, las ganas por volver a ilusionarse e ilusionar han hecho que sean muchas las compañías que ya empiecen a funcionar. El teatro vuelve a pisar la calle. Las calles de la nueva normalidad.
La Troupe Malabo fue de las primeras compañías que empezaron a rodar. 20 de junio, Benissoda (València) y un público de unas cien personas. "Teníamos los mismos nervios que el primer día. Volvíamos con muchas dudas. ¿Nos acordaremos de cómo se hacía? Una cosa es ensayar y otra hacerlo frente al público". Sergio Chaves y Marisa Ibáñez empezaron su desconfinamiento con Abracadabra, un espectáculo de clowns con números de magia. Y aquí el primer obstáculo. Por razones obvias, su show tenía que prescindir de ese esperado momento en el que una persona del público sube a ayudar. Las bromas que se le hacen a ese pobre inocente que aparece en medio de la obra tendrán que esperar. "Lo hacemos solos, no pasa nada, pero se echa de menos la cara que se le quedan especialmente a los niños cuando juegan". Aun así, quitando este momento, la compañía asegura que fue relativamente sencillo adaptar su espectáculo.
En su caso, Visitants Teatre empezó la desescalada en Getafe y Trapagaran (Vizcaya) con Olea, una obra de danza teatral que centra toda su atención en un olivo. Lo hacían, al igual que el resto, con mucha ilusión pero también con mucho cansancio. Más del habitual. "Se ha notado que estábamos desentrenados. Han sido tres meses de parón y aunque hacíamos un poco de deporte te encuentras con el problema de que ya no tienes fondo. Por eso, el regreso ha traído, por una parte, sensaciones muy positivas, pero por otra, una sensación de cansancio doble. Unidos, claro, a los nervios de no saber muy bien cómo va a ser ese regreso", explica el cofundador de la compañía, Tomás Ibáñez. La suya era una función que había sido programada en enero, pero desde el ayuntamiento de Getafe apostaron por no cancelar hasta el último momento. Una decisión que no se corresponde con la tomada por la mayoría de festivales o administraciones. "Casi todas las reprogramaciones se han hecho para 2021. Nuestra visita en Euskadi por ejemplo ha sido una contratación de última hora. Ahora es cuando empieza a sonar el teléfono, aunque pensar en el verano siendo como una quimera".
A Scura Splats la propuesta que le hicieron para el desconfinamiento les pilló totalmente por sorpresa. Y es que en Alzira les interesaba que el teatro volviera a las calles con un espectáculo itinerante, es decir, que no quedase inmovilizado en ninguna plaza, sino que su calor se dejara sentir por toda la ciudad. "No esperábamos que nos pidieran hacerlo por razones obvias, ni que la primera actuación que íbamos a hacer tras tres meses fuera con unos gigantescos hinchables, pero la organización controló en todo momento que nadie entrase en la calle cuando nosotros pasábamos. Y al final quedó un bonito mensaje. Se trataba de que la gente desde sus balcones viera que en la calle empiezan a pasar cosas". Eso sí, en su caso también tuvieron que renunciar a algunas de las bromas que hacen de normal en La Mar de B. "En verano le tirábamos al público agua. Lo agradecían porque hace calor. Pero claro, con la pandemia hemos tenido que rebajar el nivel de relación y de juego. Ha sido una intervención más discreta, que le ha quitado cierto encanto. No obstante, preferimos obras menos interactivas si eso nos permite trabajar", sostiene su director Joan Raga.
La calle ha cambiado, como hemos cambiado nosotros y como ha cambiado el mundo que nos rodea. Es por eso que en sus primeros bolos, los profesionales de las artes escénicas han topado con unos ánimos diferentes a los que conocían antes de la crisis. Miedo, mucho desconcierto, pero también cierta sensación de alivio. Así lo dictan ellos mismos. "Siempre hemos tenido la necesidad de saber cómo es la reacción de la gente. Ara no es distinto. Miro mucho a los ojos, lo necesito y es casi lo primero que hago al aparecer en escena. Es importante porque con ese contacto ya sabes qué necesitan y que les puedes dar. Ahora con el tema de las mascarillas no sabíamos qué nos encontaríamos, pero aun así pude sentir y ver que muchos se estaban riendo. Parece ser que la mascarilla no impide saber si lo que haces le está gustando al público. Especialmente quienes están cerca. Había una pareja sentada a primera fila que se notaba perfectamente cuando estaban sonriendo y cuando miraban con atención", cuenta Sergio Chaves.
Más crítico se muestra Joan Raga, quien en su primer contacto con el público notó cierta reticencia. "Parece que para ir al teatro cuesta relajarse, pero lo que estamos observando es que la gente en el bar ha tardado muy poco en comportarse como lo hacía antes. No creo que en nuestros espectáculos se puedan contagiar más que en estos sitios. Denoto por eso cierta hipocresía social y política. Que para unos sitios haya normas tan rigurosas y para otras actividades no. Pensamos que debería de ser igual de severo en todos los sitios. Es la eterna historia de que hacemos el trabajo de una cigarra, pero vivimos como hormigas. De todos modos, remarco que la experiencia ha sido bonita porque hacía muchos meses que no actuábamos." Los diferentes profesionales quiere seguir con todo en su labor de transmitir "tranquilidad y seguridad", mientras dan oxígeno a la actividad cultural en una carrera de fondo.
Además, también son muchas las compañías que están considerando readaptar sus obras, pensadas para un teatro de sala, al formato de calle. Es el caso de La Ravalera, quienes despedirán la temporada teatral del Principal de Castelló con Instruccions per a no tenir por si ve La Pastora. "En verano teníamos que hacer un tour por diferentes espacios y localidades, a través de la Fira de Teatre Breu. Y muchos de los pueblos nos están pidiendo que los adaptemos a la calle. Pero también nosotras nos planteamos reformular obras y proyectos nuevos que tenemos previsto estrenar", asegura Laia Porcar. En la misma línea, Sergio Chaves opina que la calle "es el lugar más seguro para actuar". "Se pueden guardar las distancias si no hay grandes multitudes, pero ahora es el momento de apostar por la cultura de pequeño formato. La sociedad necesita de la cultura para desencapotarse".