CASTELLÓ. La investidura este sábado de Begoña Carrasco como nueva alcaldesa de Castelló vislumbra un mandato especialmente complejo y repleto de avatares. Más allá del acuerdo de gobernanza que terminen alcanzado el PP y Vox, con las consiguientes consecuencias, la pugna entre el PSPV y Compromís por liderar la oposición se adivina perenne.
La estrategia de socialistas y valencianistas de postular a sus propios candidatos a la alcaldía en la toma de posesión, José Luis López e Ignasi Garcia, respectivamente, supone toda una declaración de intenciones de lo que va a ser la legislatura. La disputa por abanderar la alternativa progresista tiene visos de marcar la acción política de las dos formaciones, que se consideran legitimadas para llevar la voz cantante, a pesar de la diferencia de concejales (9 los primeros y tres los segundos).
En esa porfía se dan dos elementos fundamentales. Por un lado, el adiós de Amparo Marco deja al PSPV sin un liderazgo manifiesto y sólido, con dos cabezas visibles en el seno del grupo, el citado López y Patricia Puerta. Por otro, Compromís es el único integrante del Acord de Fadrell que ha mejorado sus resultados en estas elecciones respecto a 2019. Podem-EU ha desaparecido de la corporación al no llegar al 5% y el Partido Socialista ha perdido más de 3.000 votos y un regidor. Sin embargo, la coalición ha crecido en las urnas con su segundo mejor resultado de la historia (9.377 sufragios frente a los 8.565 de hace cuatro años), quedándose a tan solo 566 papeletas de sumar el cuarto munícipe.
Ese incremento refuerza la tesis interna de la formación valencianista de asumir la iniciativa dentro la oposición. Prueba de ello es que, nada más conocerse los resultados del 28M y ante el presumible acuerdo PP-Vox para convertir a Carrasco en alcaldesa, oficializó su posición de oponerse a la proclamación de la popular. El anuncio de votar en contra, en realidad, significó que presentaría su candidato para evitar la abstención. La Ley Orgánica 5/1985, de 19 de junio, del Régimen Electoral General (Loreg) solo contempla dos posibilidades en una investidura: apoyar a un alcaldable o el sufragio en blanco.
Compromís, tras pregonar el simbólico no en la votación, confirmó días después que postularía a García a la alcaldía. Ese paso adelante forzó de alguna manera a que el PSPV moviera ficha, ya que hasta ese instante no se había pronunciado de manera clara. Apenas 24 horas después, el Partido Socialista ratificó su candidato en la persona de López.
La pretensión de la formación valencianista de marcar la pauta no es nueva. En este último mandato, como miembro del equipo de gobierno, trató siempre de condicionar al Partido Socialista en cuestiones como las fiestas, el código ético, el topónimo, el conservatorio (Plan General) o la reforma de la Pérgola. Los desencuentros generaron sonadas polémicas. Incluso, una gran crisis de gobierno, que puso en peligro la continuidad de la alianza progresista escasamente unos meses después de constituirse.
En efecto, la ambición de Compromís de liderar el discurso de la izquierda siempre ha estado ahí. Antes de la (pre)campaña, en febrero, cuando presentó parte de la candidatura municipal, Garcia ya anticipó la intención de "encabezar un nuevo gobierno progresista, que lidere políticas valientes y que dan seguridad y certeza a la gente". Un mensaje que repitió en cada acto y debate electoral, y que ahora pretende llevar a cabo en la oposición.