Entrevistamos al cantautor asturiano a propósito de su concierto en València y lo hacemos con las preguntas que plantean las canciones que componen Violética, su último disco
VALÈNCIA. A las puertas de la sala Moon se congrega un pequeño comité de nachoveguistas; ellas esperan a que suceda algo, miran de reojo al portero, y cuando este recibe indicaciones y se aleja, se aferran a la puerta metálica para tratar de intuir qué ocurre en el pasillo propio de garaje de los noventa que de momento constituye el único acceso al recinto. Lo cierto es que no les preocupa tanto entrar como ver quién puede salir. Aguarda también un hombre de avanzada edad que no se corresponde con el perfil de fan del músico pese a lo amplio de este perfil, sin embargo allí está, tranquilo, silencioso, expectante. Vuelve el portero y las amigas se retiran de nuevo a esa cola que ellas mismas han inaugurado, que una empieza y la otra cierra. Faltan todavía dos horas para la apertura de puertas cuando se escucha el eco de unos pasos por el corredor. La puerta se abre hacia adentro, y la persona cuyo rostro y nombre figuran en un cartel luminoso unos metros más arriba en la fachada nos invita a pasar. Habrá tiempo para una entrevista. Primero la prueba de sonido, y luego la entrevista. Violética (Marxophone, 2018), el disco que sonará en directo esta noche, suena a canciones que llevan por título Maldigo del alto cielo, Ideología, Crímenes cantados, Todos contra el cielo o Bajo el puente de l'Ará. La prueba de sonido concluye cuando el comité congregado fuera de la sala tiene ya naturaleza de marea. El pacto se cumple y comienza la conversación.
-Si el miedo no es ya nuestra emoción más transversal, va camino de serlo, y que la guerra es entre el mal y la neutralidad, y que va ganando el mal, es un hecho. ¿Estamos durmiendo el sueño del rendido?
-Supongo que hay momentos en los que tienes que adormecerte para que te den una hostia y despertarte, igual que hay momentos en los que tienes que pasar por ciclos de desencanto para volver a encantarte con las cosas; ahora desde luego estamos en un momento en que hay una amenaza en el horizonte que debería estar haciendo que nos movilizáramos como sociedad en todos los aspectos, en el aspecto político, en el aspecto cultural, en el aspecto civil en general, pero de momento en el aspecto cultural no hay ningún movimiento y en el aspecto político no hay más que fragmentaciones por parte de la izquierda. La verdad es que parece que seguimos un poco dormidos, parece que hace falta que nos den la gran hostia, que vendrá pronto yo creo.
-El mar no para de tragarse a gente por nuestra inacción, y a la gente que llega la encerramos. Con todo y con eso, ¿percibes más sensibilidad respecto a los CIE en los últimos tiempos, o vamos a tener que seguir cantando sobre crímenes mucho más tiempo?
-Yo creo que vamos a tener que seguir cantando, porque fíjate que precisamente la trampa que tiene esto que llama Manolo Monereo “los tiempos del partido único articulado” es que el PSOE hace sus gestos un poco progres -lo que hizo Zapatero en su momento de recibir a inmigrantes-, pero realmente los cambios estructurales, que empezarían por cerrar los CIE, nadie se atreve a hacerlos, y de hecho van a abrir nuevos CIE, de hecho Grande-Marlaska sigue con el plan que ya había empezado Zoido. Es mucho más peligroso cuando hay un gobierno que tiene estos gestos simbólicos y culturales progresistas pero que en el fondo no se atreve a acometer cambios materiales, que cuando el gobierno directamente va de cara.
Al final no creo que la gente esté sensibilizada con el tema de los CIE, por eso hacen tanta falta plataformas como la de aquí de València [Campaña por el cierre de los Centros de Internamiento de Extranjeros y el fin de las deportaciones - València] y como todas las que hay en el Estado. Pero falta un empujón como el que hubo con la PAH: cuando a la PAH se le ocurrió la acción Stop Desahucios, y empezaron a parar desahucios, se visibilizó y se vio que la policía estaba sacando a la gente de los pelos de sus casas, fue cuando la gente tomó conciencia de que era un problema real. Con los CIE el problema no está suficientemente visibilizado porque encima es algo muy opaco, ni siquiera hay imágenes de lo que pasa ahí dentro. Forma parte de las cloacas del Estado, y eso es muy difícil de limpiar. Va a seguir habiendo mierda durante mucho tiempo, pero hay que pelear por ello.
-Errejón, Iglesias, Cantabria, Andalucía; la ola que nos desbordó amenaza ahora con ahogar precisamente a quienes más la navegaron. ¿Se podrá capear el temporal o llega un naufragio?
-La verdad es que no lo sé, yo soy supermalo intentando hacer pronósticos, no soy nada visionario, pero siempre suelo ser pesimista, pesimista, pero ilusionado a la vez. Es verdad que ahora hay unas elecciones municipales en el horizonte; más allá de todo lo que significa la política y la llamada democracia representativa, es en las municipales donde se podría mostrar un municipalismo que es precisamente la política de cercanía que implica a toda la ciudadanía desde abajo y de forma realmente plural, y seguro que hay ciudades que son un modelo a seguir. Yo confío en eso. Lo que pasa es que no existen suficientes alternativas. Por ejemplo, de donde vengo yo, Xixón, no va a haber alternativas. En Madrid se está viendo lo que hay: al final lo que empezó siendo un proyecto muy participativo con muchos sectores como fue Ahora Madrid, acabó aupando a Manuela Carmena para que se presentara con su equipo y haciendo lo que ella quiere. El problema del poder es que esto de que el poder corrompe es cierto. Al menos desde la cultura hay que ejercer de contrapoder aunque esté en el poder alguien a quien tú hayas apoyado.
A mí me pasó con Barcelona en Comú que hice un par de actos con Ada Colau cuando se presentó para la alcaldía de Barcelona, yo estaba muy ilusionado, y la verdad es que me alegro de que haya salido como alcaldesa, una persona que venía del activismo y de la calle, pero luego en algún momento hice alguna crítica pública a a ciertas cosas que pasaban en Barcelona en Comú y hubo gente que me llamó traidor. Creo que todas las mierdas que están ocurriendo ahora se dan en clave de traiciones, de lealtades, de puñaladas; tenemos que hablar menos de eso y más de hacer cosas en comú, y hablar desde una pluralidad real, en la que sepamos que muchos pensamos diferente pero tenemos un objetivo común, y sobre todo ahora, un enemigo muy claro.
-Tal y como están las cosas, puede que acaben prohibiéndonos maldecir. ¿Qué maldices tú en mayor medida ahora que todavía se puede?
-La verdad es que tengo que reconocer que maldigo mucho más -estoy pensando en términos políticos- a la izquierda que a la derecha, porque haciendo un trazo grueso de lo que es izquierda y derecha, yo que he vivido en Asturias, con tantos años ahí del PSOE, con todo el daño que hizo la reconversión industrial, con todo eso, sé quiénes nos han hecho daño y precisamente sé que hay que entablar una lucha contra cierta élite que sigue queriendo mantener ese statu quo, y precisamente lo que más me cabrea, lo que más me hace maldecir pero en el buen sentido, porque significa que estás vivo y que tienes ganas de que las cosas cambien, es la gente que está a tu alrededor y que tiene diferentes visiones y que... Como en la canción de Violeta Parra, debería haber un foro donde todos maldijésemos a gusto para llegar a un punto común, en el que todos maldigamos del alto cielo pero con todo lo que existe en la tierra, con el ancho mar y sus caletas, que decía ella.
-No somos terroristas, pero sabemos algo del terror. ¿Qué es lo más terrorífico que podemos encontrarnos últimamente cuando encendemos el televisor?
-El problema es que las cosas terroríficas están demasiado normalizadas, eso es lo que me asusta, que haya presos políticos, que haya músicos que están condenados o perseguidos por la justicia, que haya una represión tan brutal por parte del Estado español y que eso se acepte como una normalidad y que se hable de ello en términos casi folclóricos. Lo que más me aterra es la normalidad con la que se habla de las cosas que nos deberían aterrar.
-Tengo una conciencia y va a estallar, ¿qué puedo hacer?
-La verdad es que yo no tengo ninguna respuesta. Las canciones son preguntas que te llevan a otras preguntas, y a otras y a otras, por eso sigue habiendo canciones. Una canción se hace desde una voz propia y muy íntima y es proyectada de forma colectiva, por eso la respuesta se tiene que dar entre todos. Todos tenemos que pensar en qué podemos hacer.
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