La actriz sube al Paranimf de Castelló para interpretar 'La señorita Doña Margarita', una peculiar maestra de la época franquista
CASTELLÓ. Cuando Petra Martínez interpretó por primera vez a La señorita Doña Margarita tenía 52 años y muchos papeles por delante. La veterana actriz nunca ha detenido su carrera y, en consecuencia, no son pocos los reconocimientos que ha recibido. Los últimos le llegaron por el papel de Maria en La vida era eso (2021), con el que fue nominada a Mejor Actriz en los últimos Premios Goya. Además, se ha convertido en uno de los rostros más reconocidos de la ficción española por su papel de Doña Fina en La que se avecina.
Pero, si hay un sitio en el que Petra se siente como en casa es en el teatro. Donde, reconoce, hace y deshace a su gusto. El 23 de noviembre volverá a ponerse en la piel de La señorita Doña Margarita con su actuación en el Paranimf de Castelló. Una comedia dirigida por Juan Margallo, donde la actriz interpreta a una maestra autoritaria, caótica y muy peculiar de la época de la dictadura franquista. Es la tercera vez en cuatro décadas que la actriz lo hace y es que en realidad, no deja de ser una obra estrechamente ligada con la actualidad. A través de la comedia, la actriz da un toque de atención sobre los abusos de poder.
-Hace realmente poco que terminó el rodaje de la nueva temporada de La que se avecina. ¿Cómo compagina la televisión con sus trabajos en el teatro?
-Realmente no la compagino. He terminado La que se avecina y ahora he retomado las funciones que me quedaban de Doña Margarita. Rodando no he hecho ninguna función, bueno solo una. Es muy duro, si puedo lo evito.
-¿Diría que tienen muchos elementos en común ambas mujeres? El humor suele acompañarla allá donde va.
-Sí, las dos tienen muy malas palabras a la hora de hablar. El personaje de Fina lo acepté porque me hacía gracia hacer de un personaje tan malo en televisión, pero la señora Margarita la interpreté por primera vez hace 30 años. Es liberador de pronto tener un personaje que chilla, me sirve casi de terapia. En la vida real no me gusta mucho imponerme, son actitudes que no me gustan. En realidad, soy más de personajes tiernos. La tragicomedia me gusta mucho.
-En este caso Doña Margarita es una profesora bastante testaruda que no esconde las ganas de imponer sus pensamientos. ¿Está el autoritarismo presente en todos los niveles de la sociedad?
-Pienso que sí, el autoritarismo a veces no se nota, pero está en todos los niveles de la sociedad. No se ejerce como hace años, pero ahí está. En los colegios no creo que exista un autoritarismo como tal, pero existe una forma de enseñar muy cerrada. Los niños casi no van a divertirse, cuando han de estar ahí ocho horas. Hay muchos a los que no les gusta y si además topan con una profesora que no es maravillosa, puede ser para ellos horroroso. También se les pone muchos deberes. Aun así, la obra no cuestiona a los colegios, sino como decías, el autoritarismo que existe en la sociedad.
-¿Ha sido, precisamente, la involución social que parece vivir el mundo occidental lo que les llevó a recuperar esta historia?
-En parte sí. Nos pareció casi mejor momento interpretarla ahora que hace 30 años. El colegio es el pretexto que el autor -Roberto Athayde- pone para hablar de la dictadura militar brasileña, pero cuando vas por la calle ves muchas muestras de autoritarismo. Somos unos pequeños dictadores cotidianos. Los políticos, los colegios y la sociedad en general deberían darse cuenta de que debemos ser más flexibles, comprensivos y solidarios.
-¿Considera que los actores han de hacer uso de su fama para alzar la voz en determinadas causas?
-Si son causas que les parecen justas, creo que es estupendo. Como en cualquier trabajo.
-Es en esta etapa de su vida cuando más segura se siente de sí misma. ¿Fue difícil iniciarse como actriz?
-La edad tiene cosas malas, pero también muchas buenas. Vas cogiendo seguridad en tu profesión tanto como en tu vida. Ya has leído muchos libros, visto películas, hablado con mucha gente, más o menos interesante, tienes un recorrido y vas ganando mayor seguridad. En mi caso entré en una profesión como es la de actriz sabiendo algunas cosas, porque estudié en una escuela de teatro, pero nada que ver con lo que me ha dado la práctica. La edad es buena porque te sientes como con más armas. Has conocido a tanta gente que has almacenado en tu ordenador vital muchas cosas. Estoy segura de que la edad, si eres un poco consciente, lo que te da es un bagaje muy interesante.
-La primera nominación a un Goya le llegó con 77 años. ¿Era algo que esperaba recibir en su carrera?
-No, la verdad es que no. No sé cuántos actores o actrices somos, pero muchísimos. Se hacen tantas películas al año... y yo siempre he sido más de teatro que de cine y televisión. Cuando la película La soledad estuvo nominada al Goya, ni mi compañera Sonia Almarcha ni yo estuvimos y no me extrañó, porque como te digo somos tantísimos los actores y actrices que hacemos un papel protagonista y secundario.
-Finalmente no lo ganó, pero ¿ha notado un cambio en su carrera?
-Sí, por supuesto. Todo te produce un cambio. La que se avecina me llevó a ser más conocida como actriz. Toda la vida he hecho un teatro independiente dirigido a un sector de público no masivo, pero muy fiel. La película fue muy bien recibida desde el primer momento y hemos tenido muchos premios. Como actriz tengo todos los premios de España, quitando el Goya. Todos los reconocimientos agrandan y te cambian tu profesión.
-Alguna vez ha contado que unos antiguos amigos llegaron a preguntarle si no sentía vergüenza por su participación en La que se avecina. ¿Cómo se encaja el juicio constante?
-Me dijeron: "¿No te da vergüenza? Y cuando les respondí que no, me contestaron "pues debería dártela". Tras ello, les dije que tenía prisa y me fui. No he dado su nombre, por supuesto, pero no volví a hablarles. Si las críticas se dicen de buenas formas las acepto, pero no era el caso. Suponía que nos teníamos aprecio. Lo puedes pensar, pero que te lo digan es muy duro. Quitando ese matrimonio, nadie más me ha hecho un comentario así. Es una serie que se puede pensar que es banal, pero la gran mayoría considera que a la larga será un clásico.
-Quienes la ven actuar en directo coinciden en que se mueve por el escenario como si fuera su casa. ¿Tras tantos años, lo es?
-He hecho tanto teatro que la obra que escribía o interpretaba, sí, era como mi casa. Contratarme en teatro es complicado, nos lo montamos nosotros. Trabajo de este modo. La obra la ha dirigido mi marido y compañero y juntos hacemos lo que nos da la gana. En lo próximo que hagamos será igual, hablaremos de lo que nos dé la gana. Por eso, la sensación continúa es la de estar en casa.