El Rototom Sunsplash acogerá el 16 de agosto la presentación de 'La isla del tesoro', el libro que revisa los hitos y vaivenes de la música jamaicana... y su impacto en el sonido español
CASTELLÓ. Como no podía ser de otro modo el reggae, su música y su cultura llegaron a España en 1978 con el tema 'Is this Love' the Bob Marley. El cantante y músico jamaicano sigue siendo hoy en día, pese a fallecer en el 81, el artista más influyente y conocido del 'movimiento rastafari'. Prueba de ello, su hemeroteca que, tras ser llevada a Internet, recibe cada mes a veinte millones de oyentes en Spotify. Ahora bien, tras este nombre, hay más. Muchísimo más. "La música jamaicana lo ha influenciado todo, no se entendería el presente sin ella", sentencia el periodista Carlos Monty. De esa pequeña isla en medio del caribe surgieron técnicas cruciales como la reutilización de bases rítmicas (el remix), o "charlas cómplices sobre bases ajenas" (el rap). Pero también los sound systems, el ska, el rocksteady, el reggae, el dub, el toastin (beatboxing), el dancehall o el 'dub poetry'. Un sin fin de aportaciones que necesitaban ser recogidas en papel para rendirles el reconocimiento que toca.
La Isla del Tesoro. Historia de la Música Jamaicana del siglo XX (2023, VVAA, Caligrama) cuenta, por primera vez, en español la historia del reggae, desde su nacimiento hasta la actualidad. Un único volumen, de casi 600 paginas, que reúne los hitos de la música jamaicana gracias a la enorme labor de los mayores especialistas del género de España. Además de Monty, con quién ha conversado este diario, firman la publicación el dj y activista Ragnampaisser, y el locutor y quien fuera director de la Sound System Fm, Doctor Decker (David Vilches). También colaboran otros especialistas y periodistas, de ahí que el libro se articule como una especie de enciclopedia donde la información se narra como si fueran crónicas.
La publicación “va mucho más allá de la figura e impacto comercial de Bob Marley y no sólo habla de artistas, sino de los vaivenes sociales, políticos y culturales que dieron paso a los diferentes cambios de estilo de la música jamaicana”, reitera Carlos Monty.
El libro será presentado el próximo 16 de agosto en el seno de la Reggae University del festival Rototom Sunsplash en Benicàssim. Además, según avanza Monty a este periódico, a partir del día 23 la obra podrá encontrarse en todas las librerías y también en la web del libro, donde más adelante se colgará una edición digital con elementos interactivos para que los lectores puedan ampliar la información a medida que vayan leyendo. Así pues, también está previsto su lanzamiento en América Latina y Estados Unidos.
-¿Qué se puede encontrar en La isla del tesoro?
-Con formato de registro periodístico y crítica musical, recopilamos a finales de los 90, antes de internet, toda clase de fuentes directas (notas de contraportada de los discos, notas promocionales, entrevistas y reportajes en prensa extranjera), que nos permitieron trasladar al castellano la historia de Jamaica del siglo XX, con todas las dificultades religiosas e idiomáticas que eso supone. Es un volumen enciclopédico que ofrece todo el contexto y rigor necesarios para huir de prejuicios y clichés. La música jamaicana debía ser reconocida más allá de la figura de Bob Marley. La gente se queda normalmente con Bob, Bunny Wailer o Peter Tosh, porque son los nombres que históricamente más promoción han recibido, pero tras ellos hay mucho más. Grandes aficionados existentes desde los años 80 y artistas como Jimmy Cliff o Toots and the Maytals, que han venido varias veces a nuestro país y gozan de gran prestigio. Como ellos, hay muchos más. El libro sitúa el contexto no solo cultural e histórico, sino también explica cuál fue la evolución, de dónde nace y cómo se va transformando hasta llegar a lo que hoy conocemos, a un momento en el que todos los estilos se difuminan mucho más. La música jamaicana se ha convertido en el gran pozo donde productores de todo el mundo extraen influencias. Hoy día la influencia de la música jamaicana está presente de una forma u otra en grandes corrientes mainstream que más triunfan en todo el mundo como el pop negro americano y el mal llamado "Tropical House", el reggaetón o los afrobeats nigerianos
-La publicación misma se ha resistido tanto que han tenido que pasar veinte años desde el primer texto. ¿Era ahora o nunca?
-La verdad es que sí, era ahora o nunca. Se concibió en el año 96-97 y lo tendría que haber publicado la revista Rockdelux en el año 2000, pero finalmente no cuajó. Hubo más intentos en 2006 y 2012 a través de otros canales, pero la magnitud de la obra asustaba. Pretender reunir en un solo volumen toda la historia de un continente musical como Jamaica durante el siglo XX, daba pie a un libro muy extenso.
En 2020, con el confinamiento, nos dimos cuenta que seguía habiendo un gran desconocimiento sobre el tema, pero también un gran interés por parte de las nuevas generaciones ya crecidas con internet. Había demasiada confusión sobre el origen de las cosas y mucha falta de información rigurosa, y había que reparar eso de una vez. Así que decidimos retomar el proyecto y la verdad es que tocamos todas las puertas posibles, editoriales grandes y pequeñas, pero al final los únicos que entendieron y valoraron nuestra visión fue gente que no forma parte del mundo editorial, como es el Rototom Sunsplash. Entendieron el valor del libro y contribuyeron económicamente, también en la difusión y comercialización.
-¿Y cómo fue el momento de investigar sin disponer de Internet?
-Fue complicado, porque hablamos de artistas con una gigantesca producción. No son cantantes con unas carreras planificadas por compañías discográficas que te hacen sacar un disco cada dos años, como sucede en el rock. Un músico jamaicano puede llegar a sacar una treintena de discos al año y en distintos sellos además. A mi que me tocaba revisar la parte de actualidad, me hizo falta actualizar constantemente lo redactado. Fue muy duro pero muy gratificante. Y todavía hay gente que nos pregunta por qué paramos en los 2000, pero si el volumen ya era grande, imagina añadir veinte años más. Con todo, en 2002 hubo un cambio paradigmático en la forma de consumir música, con la llegada de Internet y de programas para compartir archivos como Emule. La piratería cambió la forma de ver la música y de producirla. Se entra en otra dinámica, muy alejada de lo que había convertido a estas músicas jamaicanas en algo tan influyente.
-Así a lo pronto, ¿cómo sería la música sin el reggae?
-Pues no existiría tal y como la conocemos. Ha influido en todos los estilos musicales. El éxito de Bob Marley abre la puerta a otros artistas e influye en el punk y la nueva ola inglesa. Eric Clapton hizo una versión de 'I Shot The Sheriff' de Marley, que logra convertirse en número 1, y a partir de ese momento todo el que hacía rock en Inglaterra se fijaba en lo que salía de Jamaica. Además, en la década de los 70 empieza a originarse la cultura del hip hop en Nueva York y los djs empezaron a pinchar de forma muy similar a lo que se hacía en los sound systems jamaicanos. De esa forma de trabajar que tenían los Sound Systems jamaicanos nacen las primeras agrupaciones de disc jockeys que dieron nacimiento al hip hip, como la de Kool Herc. Así que no solo influye en la nueva dirección que toma el rock, sino en el nacimiento de otro estilo. También su influencia se deja notar en el rhythm and blues o pop negro americano. Hasta si nos fijamos en la actualidad, el 'Work, work, work' de Rihanna bebe de la música jamaicana, de hecho ella es una muy reconocida fan. E incluso la variante inicial del reggaetón, que surge en Panamá y Puerto Rico, viene de la parte más bailable de la música jamaicana de los 90. Por lo que, no, no se entendería la música actual. El sonido jamaicano está mezclado en todos los estilos que conocemos.
-Llama la atención que Jamaica ostente el récord de mayor número de personas dedicadas a la música, cuando apenas recibe ingresos.
-No hay que olvidar que Jamaica es una isla muy pobre y nunca se le ha permitido alcanzar un estándar como debería. Muchas son las quejas de los productores, desde los años 70 hasta hoy en día. Se quejan de que ni un dólar de la venta de discos jamaicanos vuelve a Jamaica. Se los quedan Nueva York, Miami, Los Ángeles, Londres... Es una de las grandes maldiciones e injusticias. Por eso este libro pretende que al menos todos esos artistas y profesionales que contribuyeron a la grandeza de la música no queden en el olvido y que el público pueda profundizar y rendir tributo a tantos músicos que nos hicieron emocionar. Gente muy humilde y pobre pese a su talento.
-A finales de los 80 empiezan a aparecer las primeras bandas de reggae y ska nacionales. ¿Cómo era su sonido? ¿Se asemeja al jamaicano?
-Hay una adaptación a la realidad española en distintos puntos del país, sobre todo en Euskadi y Valencia. No solo de los sonidos sino también del concepto y los valores de la armonía con la naturaleza, el amor, el respeto y la diversidad. Esos valores que conlleva el reggae los supo trasladar la formación Jah Macetas, con el legendario cantante Pere Andrés, cuyo timbre de voz era muy semejante al de los cantantes negros jamaicanos. También grupos como los Potato fueron pioneros de un movimiento que a partir de los 90 se extiende y en los 2000 se asienta de manera definitiva. Hoy en día, hay grandes productores internacionales de la música jamaicana en España, como Roberto Sánchez, quien precisamente visita el Rototom Sunsplash junto a dos estrellas que suelen grabar habitualmente con él. La escena española prendió la mecha a finales de los 80 y más tarde eclosionó.
En general, era muy importante dar a conocer la historia del "reggae en español", por eso hay un epílogo en el libro dedicado a ello. Los valores del reggae son tan universales y la fuerza de su música es tanta que pese a que los jamaicanos hablan ese dialecto criollo del inglés que es el "patuá", tan ininteligible para los hispanoparlantes, la influencia jamaicana acabó extendiéndose como la pólvora por toda América de norte a sur. Contar cómo era posible que se cruzara esa barrera idiomática y cultural era importante, porque fue algo histórico.
-En tu caso, ¿cómo recuerdas tu vida antes del reggae?
-Yo vivía en Madrid por entonces y me impactó mucho toda esta revolución que trajo el movimiento punk y la nueva ola inglesa de los 70. Empezaron a sonar bandas de ska como Madness y The Specials, procedentes de Inglaterra. Pero sobre todo se empiezan a publicar en España los discos de Bob Marley y Peter Tosh y otros artistas como Third World o Aswad, y además se estrena en 1980 la mítica película protagonizada por Jimmy Cliff The Harder They Come, que aquí se llamó Más dura será la caida. Esto hizo que mis oídos, los cuales generalmente escuchaban rock, empezaran a investigar a otros artistas. Cuando me vine a vivir a València tuve la suerte de contactar con una persona muy atenta a los nuevos sonidos negros como Rafa Villalba, luego batería de Seguridad Social, quién además ya tenía una cierta colección de viejos sencillos de Studio One y quien me presentó a Jah Macetas allá por 1987.
-La música jamaicana también ha logrado cristalizar en bandas jóvenes valencianas, como Auxili y Zoo.
-Es que la música jamaicana, no solo el reggae, también el ska, ha estado presente en todo tipo de formaciones de toda la aérea de Valencia, porque la semilla de Macetas se ha ido manteniendo con el tiempo. En Aldaia apareció en los 90, Stereotone Crew, uno de los primeros Sound Systems españoles (y que también colaboran en el libro) y que todavía siguen siendo muy respetados nacionalmente. De allí surge también Supa Bassie que ha seguido grabando por su propia cuenta y grabando con Francia y sobre todo con el Sargento García, afincado desde hace años en Castellón, donde hasta la actualidad hay fiestas del género regularmente como en el Roots Klub o en el Pub Terra, o sellos como Krakatoa que colaboran habitualmente con Newentun Records de Valencia para seguir editando música reggae producida en la terreta. En definitiva, el ska en muchos grupos punk rock ha sido una mezcla habitual. Sobre todo en los años 90 y los 2000. Grupos populares como Zoo recurren a bases reggae, pero es que prácticamente en toda València todo el mundo recurre a bases jamaicanas, ya sea reggae o ska. Auxili es ejemplo de un trabajo muy bien hecho. Pocos grupos son tan respetuosos con los orígenes en sus mezclas.
-Presentáis La Isla del Tesoro en el Rototom Sunsplash. ¿Qué sería del reggae sin estas citas especializadas? De nuevo, no tienen la misma cabida en el resto de macrofestivales.
-Uno de los grandes problemas que ha tenido siempre el reggae en España es que a los grandes programadores les parece que no es comercial, y esto es una aberración. Festivales como el Rototom te demuestran lo contrario. Aunque también hay que decir que, aunque es una opinión discutible, son muchos los que piensan que festivales como el Rototom han perjudicado a los clubs. Después hay casos como el Viña rock que tienen un escenario rock donde a veces incorporan a artistas que fusionan este género con el reggae, pero es un caso bastante aislado. Siempre ha habido mucho prejuicio sobre el reggae y en cambio el rock ha bebido inescrupulosamente de sus fuentes. Muchas editoriales nos decían que los libros de reggae no venden, que si fuera de Bob Marley y sus hijos sí nos lo publicaban. Esto te demuestra los prejuicios hasta donde están extendidos. El libro trata de combatir esto. La música jamaicana es tan importante e influyente en el resto de música que no tiene ni pies ni cabeza se la siga ninguneando.
Hay que dejar de una vez el prejuicio del porro, las trenzas y la playa que han servido para marginar históricamente la importancia de la influencia jamaicana no solo musical, sino cultural, y reconocer públicamente que detrás de esa mística hay una brutal carga de esfuerzo, talento y reivindicación que cuando nos confronta desde su orgullo nos hace sentir incómodos en nuestro privilegio. Para tomarla de vacaciones y a broma, perfecto, para para reconocerla como un igual o incluso más, de eso nada. Y eso se tiene que acabar.