bodega flors

El día flor del vino de Castellón

Llegar a casa Vicent Flors es saber que el tiempo pasará sin darte cuenta. Es otoño y se nota, después de tanta lluvia los suelos de las viñas están tintados de hierba fresca, llenos de vida pero con la sombra del cielo gris de casi octubre

12/10/2021 - 

Algunos racimos aún estar por vendimiar y es que su Monastrell es tardía, como su entrada en el mundo del vino. Parece que el día flor está más lejos que de costumbre, no es una buena añada.

Vicent dice que busca la frescura en los vinos y los encuentra en un valle (400m) entre el mar y el pico del Peñagolosa (1.813 metros). Es la comarca vitivinícola de Les Useres - Vilafamés, interior de Castelló. Tiene un clima especial y unos estíos sin demasiado calor lo que hace que el Monastrell tarde mucho más en vendimiarse (este año aún le quedan unos 20 días) y que la Tempranillo madure y se adapte como si no estuviésemos una zona mediterránea.

“El vino se hace en el campo” y éste en la comarca de l’Alcalatén. Su bodega se encuentra en el Pou en Calvo, un núcleo de masías a los pies de Les Useres; es una llanura rodeada de paisaje abrupto que encierra barrancos y materiales cretácicos y jurásicos, mucha roca y la rambla de la Viuda, afluente del río Mijares que se filtra dejando seco el cauce. Ya decía Vicent que el tipo de suelo era muy bueno y que precisamente lo que acabamos de llamar masías son bodegas reformadas como viviendas y las que no, en ruinas. “Toda Castelló era zona de vino hace cien años”. ¿Y qué nos pasó?

El vino en nuestra provincia era muy importante, en todos los rincones había vid incluso a 1.000 metros de altitud, cuenta Vicent con nostalgia. Hubo un arranque masivo de la viña porque Castelló siempre ha sido rica y la agricultura no se paga y entonces vender vino no era rentable si tenías que pagar intermediarios; por eso su familia vendía su propio vino en una tienda (al detalle) en un núcleo más urbano: Almazora. “Vivimos en una zona donde la industria generó mucha demanda y se abandonaron los campos, cosa que sigue pasando más que nunca”.

Pero Vicent retomó las raíces y volvió a casa podando. “Yo era de bolígrafo”.  Cuenta que un día cuando ya estaba jubilado del mundo de la banca vino a podar y en un descanso escuché el silencio, vi a los pájaros y respiré la naturaleza y entendí por qué la agricultura estaba mal pagada: sino nadie querría ir a trabajar a las fábricas”. Pudo ver que aquello era el verdadero sueño, como tantos otros que siguen sus pasos tras la pandemia y encuentran en el mundo rural la verdadera esencia.

Es una paradoja que de manera instintiva nos acerquemos más al campo, –en la zona de Les Useres ha crecido el número de masías rurales destinadas al turismo–, pero sin embargo, hoy el campo se trabaja menos que nunca.

“Nuestros viñedos siempre se han trabajado, mi familia tenía tierras pero a mí siempre me apartaron de las tareas agrícolas”. Entonces, su familia ponía la tierra y la vid pero la faena del campo era para los llamados medieros con quienes se repartían los beneficios a medias no solo con la viña, también con los olivos, almendras y algarrobo. “Llevábamos la uva a la cooperativa y lo apuntábamos a medias”.


Vicent comenzó de manera profesional en el 2007, aunque jugó desde el año 2000. Aunque, no fue hasta 2015 que inauguró sus instalaciones para vinificar y pudo empezar el camino hacia su vino soñado: el natural. Contrató un enólogo que no iba acorde a lo que su intuición le guiaba así que se fue a estudiar Enología y Viticultura a la Escuela de Requena, con los jóvenes, que dice él. Pero lo que realmente le ayudó fue visitar el Priorato en la época del 2001, el inicio de su esplendor y allí se empapó del sistema de lo natural: “me emborraché de su filosofía”.  Vicent ha recorrido muchos restaurantes, bodegas pequeñas y grandes nombres para aprender: Pablo Calatayud; Rafa Cambra; Pepe Mendoza; Toni Sarrión han influido mucho en su forma de entender el vino. Y ahora dice volver a la intuición, al Priorato y con el biodinámico que promulga la bodega familiar de Nin Ortí.

Todos conocen a Vicent. Es una de esas personas que contagian felicidad y no solo por su sonrisa sino por sus vinos. Dice que tiene la suerte de que el vino que le gusta a él, es el que gusta todo el mundo. Pero realmente, a la gente nos gustan las cosas hechas con cariño y pasión y Vicent mima la tierra para dar lo mejor a sus hijos, como los llama él. Aún no está del todo contento con lo que hace pero su evolución ha superado las expectativas de aquel banquero que volvió a casa a retomar la tradición familiar y dignificar el suelo dejándolo hablar a través de sus vinos. Mínima intervención. Y ahora, cuando va a un restaurante y encuentra un Clotàs F (Tempranillo) de 2015 lo pide, es el único vino  suyo que prueba  fuera de  su  casa, la  insignia que  marca  una etapa:  la inauguración de su bodega, sus inicios y “probarlo y disfrutar de su evolución es un subidón que me muestra que voy por el buen camino”.


Aunque el Tempranillo es el vino que más le representa, vinifica con variedades muy nuestras. El Macabeu crece con granos muy pequeños con una proporción de piel mayor a la común que le aporta muchos aromas; y la potencia del Monastrell enmascaró todo lo que vino detrás, incluso a su antítesis de Embolicaire de gran delicadeza y muy especial. Viñas viejas, levaduras naturales, sulfitos mínimos para conseguir guarda y mucha lógica aplicada para crear vinos disfrutones. Este año probará con ánforas y así sigue Vicent marcando el paso de toda una provincia que quiere recuperar su memoria vitivinícola.