CASTELLÓ. Hace diez años que el fotógrafo castellonense Julián Barón hizo publica 'C.E.N.S.U.R.A'. Una serie de imágenes, realizada en las elecciones al congreso de los diputados de 2011, que querían evidenciar cómo la fotografía es utilizada muchas veces como falso documento para manipular. El flash que Barón utilizó en estas de manera accidenta marcó, además, un antes y un después en su trabajo.
Un flash a máxima potencia que quemó sus fotografías por error, pero que sirvió como forma de acción política. Sus imágenes quitaban cualquier elemento superficial que pudiera haber, para centrar el ojo en su expresión facial. Fotografías que, como explicaba años atrás su mismo autor, censuraban a la censura para, así, "negativo contra negativo, ofrecer algo positivo, unas nuevas perspectivas sobre los políticos y su estado superficial".
El impacto que tuvo su trabajo -desde premios, hasta el salto a museos, revistas o firmas de moda como Balenciaga- reside ahora, y hasta el 5 de febrero, en la Llotja del Cànem de Castelló. Una pieza documental, creada por Manuel Vargas, que homenajea el fotolibro 'C.E.N.S.U.R.A' y también el sello propio que Barón consiguió tras ella. "La muestra recoge cómo el fotolibro ha impactado en la mirada de otros fotógrafos y se ha deslizado hacia nuevos espacios, camuflada bajo etiquetas tan sofisticadas como 'arte' o 'moda'", detallan desde la organización. Desde Castellón Plaza nos citamos con el autor para saber más de este esfera en el que la política, la fotografía y la censura se alían.
-Se cumplen diez años del proyecto 'C.E.N.S.U.R.A', ¿Qué ha cambiado y qué no ha cambiado durante la última década en la política española?
-No soy analista político, pero parece que en estos últimos años las cosas han cambiado mucho para no cambiar nada.
-Por más que los políticos utilicen las redes sociales para mostrarse cercanos con la sociedad, ¿cree que se sigue mostrando una imagen demasiado superficial?
-Todavía más si cabe, es decir, la imagen que se muestra ahora es la más superficial debido a que potencia la imagen personal a través de una exagerada y teledirigida exposición mediática. Las imágenes también son máscaras y muchos políticos las utilizan como salvavidas.
-Su serie gustó tanto porque fue capaz de ofrecer otra visión de la realidad. Como dice en su web, bajó a los políticos de esa "torre de marfil" en la que muchos creen vivir para dejar en evidencia toda la parafernalia que les rodea. ¿Debemos ser, en general, menos confiados con las imágenes que vemos?
-Sin duda, es una evidencia que han compartido aquellas personas sumergidas en la investigación desde/en/entre/por/con las imágenes en diferentes tiempos: hay que desconfiar de las imágenes, como anunciaba el cineasta Harun Farocki, y no solo desde la creación o elaboración de estas si no también en las cuestiones político-estéticas que se relacionan con la revisión, producción y difusión de las imágenes contemporáneas.
-Precisamente, en la pandemia se generó mucho debate en torno a las imágenes y el uso, muchas veces falaz que se les da. Pongo por caso una portada del diario ABC que se viralizó muchísimo por mostrar a familias amontonadas paseando en la 'desescalada', cuando en otras imágenes aparecían manteniendo la distancia de seguridad. ¿Es la fotografía de los medios la que más corrompida está?
-La fotografía es lo que la luz puede hacer a través de espejos, lentes y sus correspondientes distorsiones. ¿Qué más quieres comentar de aquella o cualquier otra portada? No sabría decirte si la fotografía de los medios o fotoperiodismo es la que más corrompida está, pero sí que se siente que en los últimos años esta fotografía ha sido domesticada hasta unos niveles inauditos, hasta hacerla desaparecer prácticamente de los medios.
-¿Concibe que las palabras expliquen las imágenes, o estas deben explicarse por sí mismas?
-Concibo que no existe ningún tipo de educación visual, educación de la mirada… que permita lo segundo que propones. Como no es el caso de nuestra sociedad, ya que no existe ningún tipo de atención al lenguaje visual, pues de vez en cuando se presta a que se expliquen las imágenes de viva voz. En cualquier caso creo que hay mucho camino por hacer en una educación basada en el lenguaje visual, en la mirada, iniciarnos desde la base entre los entresijos y complejidades de las imágenes, cómo nos afectan y cómo las dejamos afectadas.
-Volviendo a su exposición en la Llotja. También se pueden ver fotos realizadas para la firma de lujo Balenciaga. ¿Cómo surge esta colaboración?
-Esta colaboración surge de un correo electrónico que recibo del equipo de Visual Projects de Balenciaga con la propuesta de realizar la campaña internacional de gafas de sol de la marca para 2021 utilizando la técnica del flashazo como en C.E.N.S.U.R.A. A partir de ahí nos pusimos a organizar el shooting que se realizó en París a finales del año 2020.
-Hoy en día la imagen lo es todo, especialmente para aquellas generaciones que han crecido con las redes sociales. ¿Pero tiene esta dependencia visual algo bueno?
-Ni bueno ni malo, todo depende de cada cual, sé que es muy fácil decirlo pero realmente más fácil es hacerlo. La dependencia visual depende de la no educación visual que tenemos. Solo tenemos que pararnos un rato, conseguir un tiempo de silencio para realmente conectar con las necesidades esenciales. No solo tenemos dependencia visual sino algo más controvertido para nosotros y es que si no tenemos a mano nuestro smartphone la gente entra en estado de ansiedad. Hace unos años realicé un ejercicio del proyecto imagenred.org en un instituto con jóvenes y les propuse que metieran sus teléfono en una urna y se volvieran a sentar en sus asientos. Les dijimos que los teléfonos podrían ser hackeados o que no los volverían a ver durante unas horas. Después les dimos unas hojas para que escribieran lo que sentían y el estado de ansiedad era la tónica común de sus palabras y sentimiento cuando su móvil no está en su poder. La dependencia visual también tiene que ver con la relación que hemos normalizado entre seres humanos y máquinas.
-Una última pregunta a modo curiosidad. ¿Ha habido algún "desengaño" con una fotografía que especialmente le marcara?
-Sí, sobre todo en los fundamentos de la fotografía documental social europea y norteamericana, mi trabajo recorre el camino de ese desengaño.
-Por otra parte, el año que viene la Fundación Max Aub ha anunciado que celebrará el 50 aniversario del fallecimiento del autor. ¿Qué peso tiene Max Aub en su obra? Justamente este año inauguraba una exposición inspirada en su trabajo.
-En los 90, durante el instituto comencé a leer a Max Aub, por un lado eran lecturas obligatorias en la asignatura de Literatura y por otro lado porque mi padre traía a casa todas las publicaciones que hacía la Fundación Max Aub, y recuerdo que me dejaban maravillado. Recuerdo con un brillo especial el libro de ‘Josep Torres Campalans’ de 1958, donde Max Aub se inventaba la vida y la obra de un pintor. Es espléndido su diario de 1969, ‘La gallina ciega’, cuando recorre desengañado la ajena España franquista. Y por supuesto ‘El Correo de Euclides’, en edición facsímil, esos posters me llenaron la cabeza de un montón de ideas sin que yo lo supiera.