CASTELLÓ. Claudia de Vilafamés y Manuela Ballester. La idea de unir a estas dos artistas en una exposición conjunta se debe al uso de un lenguaje que ambas emprenden con la misma solvencia: una figuración donde predomina la idea de lo fugaz, la extrañeza de lo cotidiano. Claudia nació en Vilafamés a finales de la década de los sesenta, Manuela, sesenta años antes. Ambas protagonizan la última muestra del MACVAC, que puede verse hasta el 4 de septiembre.
El Museo que ahora las acoge fue un detonante para que Claudia tomase los pinceles y quisiese llegar, con ellos, a todos estos pintores y pintoras a quienes tanto admiraba. Hoy se presenta como una artista consolidada, artífice de un mundo hiperrealista en el cual, sin embargo, domina la poesía antes de que la referencia fotográfica. Sus frutas, sus trapos… cualquiera de ellos es tan real como imaginado. Y cada uno refleja momentos de introspección, imprescindibles para transmitir la emoción sentida.
"El suyo es un hiperrealismo con claras influencias clasicistas y naturalistas y, sin dejar de ser fiel a la realidad, es fugaz y es emotivo. Es íntimo y es cálido, y se aleja del ruido de la ciudad y la industria para adentrarse en las casas y llegar hasta la alacena. No deja de sorprender la oniricidad de su obra, y es que una manzana no es fantástica, no es sentimental y no es onírica hasta que nace de las manos de Claudia. Una despensa es poesía si nace de su pincel. En su estudio, la naturaleza muerta cobra vida", señalan desde el museo.
Manuela, por su parte, fue una de esas pintoras que, como cualquier mujer de principios del siglo XX, se casó y tuvo hijos muy joven, y como a cualquier mujer de izquierdas, la guerra y el fascismo la expulsaron de su país, pero no consiguieron expulsarla de sí misma. Ella continuó pintando en México y Alemania, siempre dentro de un lenguaje en el cual se reconocen objetos y figuras, que ella trata con una buena dosis de enigma. El tinte surrealista aparece en algunas de sus obras, mientras en otras ocasiones se apega más a la realidad, siempre narrada con un deje de nostalgia, y siempre bañada en soledad.
"Ella, durante tanto tiempo eclipsada por una familia de artistas hombres y sometida por su marido, consiguió librarse de su yugo y es ahora reivindicada como una de nuestras imprescindibles. Nuestro Museo, que posee un buen número de sus obras, le debía este reconocimiento".