Manolo Alcántara aterriza en el Paranimf de Castelló con su último trabajo 'Déjà vú'
CASTELLÓ. Cuenta Manolo Alcántara que él nunca busco al circo, el circo lo encontró a él. Fue en un festival de calle, cerca de casa, cuando tenía 23 años. Un día, como podría haber sido cualquier otro, se cruzó con el circo y se hizo el flechazo. En 1996 firmó sus primeros contratos y desde entonces no ha parado de trabajar. Hasta se animó en 2006 a fundar su propia compañía. Solo Manolo, dos años antes de que estallase la anterior crisis económica. Pese a ello nunca renunció a crear. Locomotivo llegó en el mismo año de su fundación, y tras ello fue el turno de Plecs, dirigido y creado junto a Xavi Erra. En 2014 de nuevo se reinventa y crea la Cia. Manolo Alcántara, con la que estrena Rudo y Déjà-vu. Una obra, esta última, donde el artista habla de los imposibles, de los sueños que no son y querrían ser, y del desánimo al que conduce la frustración.
Manolo Alcántara aterriza hoy mismo en Castelló tras haber sido reconocido hace poco más de un mes con el Premio Nacional de Circo, un galardón con en el que el Ministerio de Cultura ha querido destacar "su profunda dedicación para introducir en sus creaciones elementos procedentes de otras disciplinas escénicas". Se autodefine, en efecto, el creador como un "artista artesano", puesto que puede dedicar hasta cuatro años únicamente a confeccionar la escenografía de sus espectáculos. Como un "artista integral" lo definió, en consecuencia, el jurado. Entre la ficción y la realidad, Alcántara dibuja un circo que se apoya en proyecciones, música o títeres, en busca de emocionar. Lo suyo, como ciertamente explica, es el "circo personal".
-Tras 25 años de trayectoria, recibe el Premio Nacional del Circo. ¿Se lo esperaba?
-Te miento si te digo que no, porque siempre se oye algún eco y sabía que mi nombre estaba en las quinielas. Es un sector muy pequeñito y alguna noticia tenía. Aunque hay gente que está en las quinielas y luego no se lo dan. Como sea, fue genial. Soñar es gratis y alguna vez pensé que me lo darían. Lo recibo con mucha ilusión. He llegado a pensar que este año es inmejorable, porque también me va muy bien en lo profesional. Pero me niego a que sea así, voy a trabajar para que este año sea inolvidable, pero espero que haya otros como este o incluso mejor.
-¿Qué le supone el galardón?
-A mí personalmente me cambia cero. Estoy haciendo lo que hacía antes del premio. No es tampoco el primero que me dan, aunque sí el premio de mayor repercusión. Pero como otras veces, me ha hecho muy feliz. Un premio te ilusiona y te ayuda a tirar adelante, porque es un oficio muy duro. Ahora quiero seguir trabajando con el mismo rigor y respeto hacia el escenario. Siempre me interesó del circo otras cosas que la mera demostración. Creo que hago un trabajo muy singular y muy mío, y aquí quiero seguir hasta que deje de hacer circo, espero que la mecha continúe encendida por mucho tiempo.
También quiero aclarar que he llegado hasta donde estoy porque he aprendido de mucha gente, que me ha ayudado y ha confiado en mí. Ha sido un camino construido con la ayuda de muchas personas.
-Define lo que hace como ‘circo de autor’. ¿Hace falta innovar y diferenciarse más en el sector?
-Hay una corriente de circo más contemporánea que se ha quedado con unos registros muy establecidos, pero también hay una serie de artistas que trabajamos más desde nuestra persona, miramos hacia dentro. Este es el circo que a mi me gusta, el circo que sale de las tripas y es intuitivo. Yo quiero que lo que haga digan, "es muy Manolo", y no por eso me quiero repetir. Trato de hacer espectáculos insólitos y diferentes entre sí, no tiro de repertorio. Cada espectáculo lo concibo como una historia y para esa historia necesito una serie de números. A partir de aquí busco un circo más sorprendente, no tiene porque ser el más difícil. No digo que sea fácil tampoco lo que hago, pero busco más bien sorprender. Intento, además, que siempre parta de acciones cotidianas susceptibles de ser coreografiadas. Me apoyo en el teatro físico, de actor y títeres, porque el circo como lo entiendo engloba muchas artes. Son herramientas que no quiero dejar de usar. Me gusta sugerir una historia antes de explicarla gráficamente.
-¿Ha logrado también inspirarse en estos meses tan 'raros'?
-Claro, en mi cabeza entran y salen muchas ideas. Creo que en verdad me inspiro fácilmente por la curiosidad que tengo. No me canso de probar y esto mantiene encendida la llama de la creatividad. Todo lo paso por el filtro del escenario, cualquier acción. Desde un niño pequeño haciendo una broma hasta una fotografía, todo es para mi un 'paseo por el campo', y por lo tanto, inspirador. Para Déjà vú me inspiré en la máquina de costura de mi pareja. Cuando entró en casa pensé que tenía que hacer algo con eso. Todo me mueve, no de la misma manera, pero me mueve para hacer algo. No obstante, como no monto en un mes, sino que le dedico años a cada espectáculo, tengo que hacer una buena elección de lo que voy a crear.
Como sea, tengo la suerte de que mi trabajo me encanta. Eso hace que lo adopto como forma de vida. Son inseparables. No cuelgo las zapatillas al terminar un espectáculo y me olvido. Es una máquina constante.
-¿Diría que la escenografía tiene tanto peso en la trama como lo que haga el personaje?
-Está ahí ahí, pero precisamente el miedo que tengo con mis montajes es que la escenografía se me coma. No quiero que la gente al salir me diga lo bonita que es la escenografía. Para mi es importante que sea bonita, pero es también importante, o incluso más, lo que yo desarrollo con ese objeto. Tengo que hacer algo que esté a la altura, ya que los objetos que utilizo para mis números de circo están creados y diseñados exclusivamente para el espectáculo, no tienen cabida para nada más. Me considero muy artesano. En el caso de Déjà vú, es una estantería. Una estantería con mucha vida que se convierte en un actor más. Compartimos foco, pero no quiero me que eclipse.
También decir, que somos cinco personas sobre el escenario. Andreu Sans, el actor que me replica; Laia Rius, cantante y director musical; Ivan Tomasevic, técnico; y Joan Trilla, quien mueve todo este universo de cajones. Se conforman como dos espectáculos; lo que ve el público y lo que pasa detrás.
-Hay algo en su espectáculo que tiene mucho en común con lo que históricamente ha querido representar el clown. Habla de un personaje que es un completo antihéroe, derrotado, taciturno. ¿Es al fin y al cabo este tipo de personaje el que más puede hacer reflexionar al público?
-Probablemente sí. Siempre me he identificado mucho con el perdedor, con quien tiene dificultades para salir adelante. Ya desde el cine mudo con Charles Chaplin. Todos tenemos nuestras dificultades y miserias que nos conforman. Está muy bien asimilarlas y trabajarlas, pero hay que saber que están ahí. Hay que saber que no somos perfectos. Yo me siento cómodo y mejor representado ante la figura del antihéroe.
-¿Puede el circo tocar la ‘fibra’ de la misma manera que lo hace un espectáculo de teatro o un concierto?
-Por su puesto, pero sin ningún tipo de duda. No estoy diciendo que el circo toque más que el teatro, más que la música o la magia, lo toca igual. Ya depende de qué espectáculo y que espectador, pero todas las artes en vivo, y por extensión todas las artes, te pueden llegar a emocionar por igual. Yo prefiero ver una buena exposición de fotografía que una mala de pintura. Prefiero ver un espectáculo tradicional bien trabajado que uno contemporáneo no trabajado, y mira que lo que yo hago es contemporáneo. Todas las artes en vivo son capaces de emocionar y ninguna tiene el derecho sobre otra. Ahí ya queda el gusto personal. Pero el circo, por su parte, reúne movimientos, actuación, es un arte muy completo.
-A usted, independientemente de porque es su trabajo, se nota que el circo le apasiona.
-Es que para emocionar representando has de emocionarte tú también. Yo también tengo mis enfados, pero si no amas tu oficio es muy complicado representarlo. Tienes que ser un talento muy grande o un fraude muy grande para emocionar sin disfrutar lo que haces. En mi caso te puedo asegurar que es mi pasión y eso contribuye a que lo que hago le llegue al público. Nunca sería capaz de hablar mal de un espectáculo porque son como hijos, no lo voy a hacer nunca porque los quiero. Además, es complicado emprender proyectos tan costosos y que te quitan tanta energía si no eres feliz haciéndolo. A veces inviertes todos tus ahorros para crear. El circo es mi vida, sino haría cosas más comerciales, me complicaría menos. El amor que sientes por tu trabajo es una trampa, porque pierdes mucho tiempo con la familia.
-No ha sido 2021 un año fácil para el sector del circo, pero no parece ser este su caso.
-Mi productora me lo dice, voy al revés del mundo. Es verdad que hablando con amigos del sector, también hay quienes han tenido buenas temporadas. La cosa está mejorando y en mi caso además se da la circunstancia de que diez meses antes de la pandemia pasé por el quirófano. He enganchado dos crisis seguidas. Cuando me dieron de alta y mi brazo empezó a funcionar llegó la pandemia. Fue terrible pero tenía un brazo que me permitía trabajar. Durante aquellos días fui a mi local a buscar material y seguir adelante con el nuevo proyecto que estoy montando. Me ilusionó mucho hacerlo y tenía el convencimiento de que esto iba a pasar y volvería a los escenarios. Lo que no sabía era que iba a volver trabajando más que nunca.
Cuando la pandemia no se ha llevado a nadie querido por delante como en mi caso, es más fácil olvidar este tiempo para alcanzar cuanto antes la normalidad. Yo también me considero muy positivo. Mientras esté en esta racha voy a disfrutar. Creo que me lo he ganado.
-No hay nada que frene sus ganas de seguir creando...
-Mi energía está muy canalizada. Cuando voy de gira me convierto en una "semilla", porque toda mi energía va para el espectáculo. Espero no perder nunca esa ilusión, porque todo se puede reconducir si la tienes. Ahora, también he de ser consciente que cuando mis brazos me dicen hasta aquí, es hasta aquí. Tengo que diversificar los ensayos y equilibrar. Pero mis ganas de crear son un motor inagotable.