CASTELLÓ. El Espai d'Art Contemporani de Castelló se ha convertido en uno de esos lugares donde una no sabe qué va a encontrar cada vez que entra. Tras despedir la muestra El descrèdit de la realitat, inspirada en el universo de Joan Fuster, el centro cultural se convierte ahora en un polígono industrial. El artista catalán Franscesc Ruiz ha trasladado la conocida como 'Ciutat del transport' a su interior, llenándolo así de camiones, rótulos gigantes y hasta un quiosco donde poder comprar cosas tan imposibles como un pasaporte o dinero impreso. Una instalación inmersiva, organizada por el Institut Valencià de Cultura y su director artístico Carles Àngel Saurí, que puede visitarse hasta el 12 de febrero.
Siempre le han interesado a Francesc Ruiz los cómics, además de por su valor estético, por cómo distribuyen modelos de vida y de cultura allá donde van. Y es que aunque normalicemos que unas viñetas creadas en Japón puedan leerse en Castellón, han recorrido estas cientos de kilómetros y divulgado, en consecuencia, unos conocimientos procedentes de una sociedad totalmente distinta a la nuestra. Es por ello que en su trabajo el artista hace un guiño al cómic, pero también al 'capitalismo impreso', es decir a todos esos avances que tuvieron lugar gracias a la aparición de la imprenta y también a todo ese sistema que facilita la distribución de mercancías.
"Mi obra se centra en el cómic, pero poco a poco fui fijándome en la distribución general de mercancías y cómo funciona esta. La aparición de la imprenta marcó un antes y un después. A la iglesia no le gustaba que la gente tuviera acceso a otras interpretaciones y los periódicos, por su parte, crearon la idea de nacionalidad", explica Ruiz. Centrado en esta idea, el creador quiso especular sobre un posible modelo de comunidad nómada donde los medios de producción y distribución han sido tomados.
"Cuando me propusieron un proyecto en Castelló, investigué y vi que había un área industrial llamada la 'Ciutat del transport' de vital importancia que, además, encajaba perfectamente con el EACC, cuyo interior puede recordar al de un centro de logística". A partir de aquí, Ruiz, que ya expuso todas estas reflexiones en un trabajo anterior dedicado a la empresa de mensajería Correos, empezó a crear un mundo que revela todo su imaginario.
En un primer vistazo es imposible entender todo el significado que contiene la exposición del EACC. Su autor ofrece un mundo hecho de papel y plástico donde cada palabra o imagen cuenta algo nuevo. De un lado, este 'polígono' se especializa en las artes gráficas, la reproducción y las fotocopias; de otro, abundan los neumáticos, las ruedas y las piezas de recambio. "Se genera un polígono que tiene la posibilidad de viajar y reproducirse y fotocopiarse al mismo tiempo", señala el artista. El objetivo es generar un nuevo paisaje contemporáneo del consumo.
"Todo está pensado desde esta idea. En esta ciudad se habla una lengua extraña. Las letras de su abecedario están hechas a partir de las marcas que dejan las ruedas de los neumáticos. Pero además de los grandes rótulos y los camiones que se pueden ver, los espectadores encontrarán ruedas derrapando que pisan cómics". Unas publicaciones que, puesto que todo está bien hilado, vienen a explicar la exposición con una estética de tebeo.
La 'Ciutat del transport' muta en el EACC para transformarse en una comunidad donde hace falta imprimir todo a gran formato para sobrevivir. Los panfletos que llegan a nuestros buzones, la prensa en papel, así como los vinilos y rótulos que cubren las ciudades se han 'hackeado' y albergan un viaje por rutas no transitadas. El 'capitalismo impreso' se ha adueñado de los 'vecinos' del Espai d'Art para ofrecer una posibilidad de escape desde dentro, no exenta eso sí de la fragilidad y vulnerabilidad que significa cualquier mundo de papel y plástico.