El dibujante vuelve a las librerías con «El tesoro del Cisne Negro», que recupera la historia de cómo el gobierno español recuperó el tesoro de la fragata Nuestra Señora de las Mercedes
VALÈNCIA.-En mayo 2007, la empresa norteamericana de ‘caza tesoros’ Odissey Marine Exploration anunciaba el hallazgo, frente a las costas de Cádiz, de los restos de la fragata española Nuestra Señora de Las Mercedes, hundida en octubre de 1804 por el barco inglés HMS Amphion. El buque, que volvía de Perú, transportaba 300 marinos (solo sobrevivieron 50 a la tragedia) y 500.000 monedas de oro cuyo valor se estimó en 500 millones de dólares (en realidad, apenas llegó a los siete). Comenzó así una batalla legal entre la firma y el gobierno español que se prolongó hasta que, en 2012, el Tribunal Supremo de EEUU dictaminó que el tesoro pertenecía a España. Testigo privilegiado del proceso fue el diplomático Guillermo Corral, cuyo guion adapta el dibujante Paco Roca en El tesoro del Cisne Negro (Astiberri). El resultado es una especie de respetuosa deconstrucción de El tesoro de Rackham el Rojo, en el que los buenos son los burócratas y los malos, los aventureros.
– 20.000 ejemplares para empezar a hablar, y en menos de una semana otra tirada de 10.000 ¿Tu mejor debut?
– La verdad es que estoy muy contento. Con Astiberri, cada vez hemos ido subiendo más las tiradas y este ha sido salir y tener que reeditar. La verdad es que ha sido arriesgado. Puede que haya devoluciones, pero a los dos días teníamos más pedidos de los que podíamos servir.
– ¿Te lo esperabas?
– Bueno, yo siempre soy bastante cauto en estas cosas, y siempre tienes tus miedos a que no vaya a gustar, pero creo que aquí me ha beneficiado que cuando saco algo tengo un foco mediático encima y, por otro lado, es que el tema en si también es muy mediático. A todos nos suena un poco, luego está la intriga política… todo eso ha hecho que tenga mucha repercusión.
– A todos nos sonaba la historia , pero nadie la conocía del todo. ¿Cómo llegaste a ella?
– A mi me pasó lo que a todos, que la conocía por encima, de haber leído algo en prensa. Pero coincidió que fui a Washington a presentar la película de Arrugas, y un día Guillermo, que es el agregado cultural, me dijo que me invitaba a comer porque tenía una historia que igual me gustaba para un cómic.
– ¿Amor a primera vista?
– Bueno, todo el mundo tiene algo muy gracioso y me viene con lo de ‘mira lo que me pasó el otro día, seguro que de aquí sacas un cómic’. Yo, cada vez que me pasa, tiemblo. Aquí era más complicado porque Guillermo era el que me había gestionado el viaje, y no sabía cómo salir de esa. Pero cuando me empezó a contar la historia me pareció cojonuda porque tenía todos los componentes de una historia atractiva: un tesoro, el mayor jamás encontrado, piratas modernos… Pero lo mejor es que él había vivido todo el proceso desde Exteriores y el ministerio de Cultura y eso permitía contarlo todo en primera persona y darle un toque de realismo, de una forma muy diferente a cómo se había contado.
– Lo más sorprendente es que es un cómic que pasa sobre todo en despachos, lo más fuerte que tiene es una pequeña persecución. Pero, a pesar de eso, tiene mucho ritmo. Supongo que después de La Casa, hasta un cómic sobre burócratas te parecería una montaña rusa.
– Eso lo hablamos mucho. Guillermo tenía mucho miedo con eso porque él viene de otro mundo. El es escritor y quería hacer algo más de aventuras, quitar parte del juicio… En mi caso era lo contrario. Le dije que se olvidara, que el nuestro era un público adulto, y que si lo que estamos contando es interesante da igual que los personajes hablen, que cuenten los detalles… yo ya me buscaría la vida pero teníamos que meterle toda la intensidad que merece.
– Desde luego, es una aventura contada de manera poco usual
– Sí, es una aventura en el suelo, y la parte de los despachos es más importante que todo lo demás, pero luego había que utilizar los diálogos, las viñetas… para meter planos esquemas… y hacerla más digerible. Lo hicimos sin miedo, sabiendo que si era buena, nuestros lectores aguantarían páginas y páginas de despachos.
– ¿Y qué ha sido más fácil, trabajar con Guillermo o con José Manuel Casañ [cantante de Seguridad Social] en La encrucijada?
– [Se ríe] Es diferente. Las dos experiencias han sido muy interesantes porque cuando trabajas solo al final acabas tratando siempre los mismos temas y no tienes con quién compartir tus dudas. Con Guillermo ha sido distinto porque él es escritor además de diplomático, con lo cual la estructura del guion, la forma narrativa estaban controladas, íbamos por terreno seguro. Con José Manuel fue más caos, porque era una conversación que luego había que darle forma, pero era divertido porque aprendí mucho. Con los dos casos me lo he pasado muy bien.
Normalmente, el bueno es el que encuentra el tesoro y los malos son esos abogados, funcionarios, políticos… aquí son los buenos
– Igual me equivoco pero me da la sensación de que los buenos, con o sin comillas, son un personaje colectivo –aunque cada uno tenga su personalidad–, pero los malos son un personaje individual. Frank Stern, el dueño de Ithaca, tiene a su camarilla, pero está muy desdibujada.
– En cierta manera, sí. Yo creo que ha quedado un poco así, pero no fue buscado. Lo que sí queríamos es contar un poco la historia al revés. Normalmente, el bueno es el que encuentra el tesoro y los malos son esos abogados, funcionarios, políticos… aquí son los buenos. En realidad se mueven como equipos.
– Pero también hay matices. Stern no es solo malo, es algo más complejo.
– Stern es un soñador, como los demás. Uno es un soñador como lo eran los arqueólogos de otros tiempos. El Museo Británico es un monumento al expolio, y él tiene esa mentalidad antigua, la de encontrar el tesoro, llevarlo a tu país, y sacar un beneficio. Los otros también son soñadores porque pelean por esa idea de luchar por el patrimonio, y rellenar la historia. Pero entre ellos están los políticos que, al final, se pusieron la medalla. En realidad, al único al que premiaron fue al abogado, y luego los políticos que se pusieron las medallas. Los funcionarios, en cambio, al día siguiente estaban a otra cosa.
– Los ‘fans verdaderos’ están atentos a los cien mil guiños que hay en El tesoro del Cisne Negro. ¿Es para tanto?
– La verdad es que no hay tantos. Yo soy muy fan de Tintín, pero todo es más casual. Guillermo sí viene de haber vivido la historia en la realidad y de escribir un tipo de relatos más cercano a Philip Roth, por citar a uno. Su acercamiento al cómic si es más a través de la aventura, como Tintín o Corto Maltés. Pero lo mío es al contrario. Yo he crecido con ellos y es lo que ha habido siempre, por eso intento ir por otros derroteros, más hacia el realismo. Él quería ir hacia allí y yo casi huía, pero al final nos hemos encontrado en un punto intermedio. Yo Tintín lo tengo asumido, pero no he ido a hacer guiños… hay dos o tres.
– Vamos, que no es un homenaje a las lecturas de tu infancia.
– No, yo no reniego de Tintín, es más, me encanta, pero prefiero buscar otros caminos. Es verdad que hablas de aventuras marítimas y tebeos y te sale El tesoro de Racham el Rojo, pero también están Guy Delisle, Joe Sacco, Chris Ware… que van por otros derroteros, y que son muy interesantes. Ha sido un poco como llegar a un punto de encuentro entre todas esas influencias.
– Sin reventar la historia, hay una parte que es verdad y otra que supongo que es más recrear la realidad o caer a fondo en el terreno de la ficción. Ya exploraste con éxito esa fórmula en Los surcos del azar.
– Sí, pero en este caso es todo bastante verdad, por lo menos el 90%. Yo quería hacer esta historia realista, pero no buscábamos problemas, porque estás hablando de personas que viven, que son ministros, y vas a poner en su boca cosas que a lo mejor no han dicho, y eso puede acarrear complicaciones. También sigue existiendo el Odyssey [Ithaca en el cómic] que también nos podía haber dado algún dolor de cabeza. Luego está todo lo del espionaje y los servicios secretos, que no se puede demostrar aunque se intuye, así que nos desviamos hacia la ficción.
– ¿Más ficción para ser más realistas?
– Sí, porque nos ha permitido no autocensurarnos. Si, por ejemplo, dibujas a César Molina [ministro de Cultura cuando estalló la crisis] y pones algo en su boca… a ver si se enfada. Y recuerda que Guillermo aún trabaja en el ministerio. Pero sí, esta pátina de ficción nos ha hecho ser más realistas. Yo diría que el 90% de El tesoro del cisne negro es realidad.
– Y para terminar ¿qué es ese proyecto del IVAM? Hablaba con Max el otro día que el dibujante ha pasado de la indigencia y el ninguneo, a que le cuelguen obra en los museos, y ahora ya os piden que creéis obra específica saliendo incluso de vuestros marcos habituales.
– Sí, eso es lo que me parecía más interesante. Es bueno ver que el medio cada vez tiene más dignidad. Los que estamos dentro ya lo sabíamos, pero muchas veces es cómo te ven o te valoran, y gracias a centros como el IVAM que ya ha hecho cosas relacionadas con el mundo de los tebeos, eso nos da un ‘algo’. Pero esta propuesta es muy novedosa; no se trata de colgar obra. Un dibujante siempre está limitado por el formato, por el papel y la página, y la narración está dentro de eso. Cuando sales de ahí, cuando dejas la esclavitud de la página, es otra cosa.
– El reto será grande
– …y lleva una gran responsabilidad
– ¡Hostia!, ¿como Spiderman?
– Sí [Se ríe]. El encargo es: ahí tienes la sala y haz lo que quieras. Lo que pasa es que no me veo saliendo de mi mundo y haciendo cuadros, que sería poco respetuoso para los artistas plásticos de verdad; lo mío es la narración gráfica. El reto es ¿qué hago con esto? Ahora la página es la pared y el cómic toda la sala, y eso es un reto enorme.
– Pero eso lo cambia todo, desde la estructura hasta el contenido.
– Sí, y eso es lo interesante. Todavía no voy a desvelar lo que vamos a hacer, pero sí es un reto a un paso acelerado. Pasas del periódico a la revista, luego al cómic… y luego esto. El salto es muy grande.
– ¿Algún proyecto más?
– Sí, estoy colaborando en un documental sobre Vicent Miguel Carceller, el editor de la revista satírica La traca [fusilado por la Dictadura] y luego, antes de verano, habrá una edición especial de Los surcos del azar con cosas que no me cupieron o que no sabía.
– ¿Un director’s cut?
– Algo así.
Hoy Paco Roca vive del sueño que tuvo de niño, ser dibujante y trabajar desde casa, aunque seguramente no imaginó que se convertiría en el dibujante español de cómic más importante de la última década. Tampoco que sus historias lograrían conectar con un público que, hasta la fecha, no leía a través de viñetas. Su tesón por convertirse en dibujante y su voluntad de acercar temas sociales con una sensibilidad y compromiso inusuales le convierten también en una voz que reivindica la memoria y huye del olvido
Los actores David Verdaguer, Óscar de la Fuente, Miguel Rellán y Luis Callejo, junto a las actrices Olivia Molina y Marta Belenguer, entre otros, dan vida la familia de Roca, que se reunió en la casa familiar al año siguiente de fallecer su padre para ver que hacían con el inmueble y ello despertó muchos sentimientos en todos. Se estrenará en cines el 1 de mayo