ALICANTE. “Ni canta ni baila, pero no se la pierdan”, fue lo que cuenta la leyenda que el periódico The New York Times publicó tras la llegada de Lola Flores a Estados Unidos. La crítica no se conserva en ningún artículo tan solo en la memoria de los que recordamos el pasado a pesar de vivir en el futuro. Lolita nos aclaró posteriormente en el documental dedicado a La Faraona que nadie había escrito aquello y que se lo habían dicho a la cara a la mítica bailaora, pero ella pensó que se había escrito. La leyenda es buenísima, por lo que prefiero recordarla así. Como era, como la vivió su protagonista. Me pasa mucho eso con mis amigas. A veces la ficción supera la realidad que esperas y por ello merece recordarse esa ficción. Aunque no sea para todos los gustos.
La primera vez que entrevisté a Carlos Duarte –diseñador tras la firma Duarte Madrid– me dejó claras muchas cosas. La primera, su talento y pasión por el oficio. Se formó en los talleres de Sybilla y Ángel Schlesser –de los que heredó el rigor, la sensualidad de una pieza bien hecha y el misterio tras la firma–. La segunda, su intención por hacer de la moda española algo en órbita.
El diseñador y todo su equipo llenaba la pasarela de calidad, profesionalidad y experiencia con su colección SS24: Una mirada al espacio con un filtro vintage y surrealista. Una colección inspirada en los años sesenta y la conquista del espacio, con las flores y estrellas como hilos conductores de todos los diseños. Prendas caracterizadas por el uso de las transparencias y la organza, especialmente en los diseños de hombres, con un sello muy personal.
Además, Duarte ha incluido en los diseños de esta colección un código de barras, para que quien lo escanee pueda observar la estrella en la vía láctea que el propio diseñador ha comprado y adjudicado con su nombre. Una propuesta novedosa para los nuevos tiempos que se van vaticinando en la moda. Y Duarte siempre va a la vanguardia. “La clave está en rodearte de gente joven”, me afirmó una mañana. Quizá esa sea la clave para presentar las últimas novedades. No envejecer con tus clientes, sino seguir buscando aquellas nuevas voces que llegan.
Los modelos acapararon nuestras miradas, pero lo que llevaban en sus manos todavía lo hizo más. A los pies de la nota de prensa, descubrimos un nombre: Degabriel. Fátima y Loreine –las manos, cabezas y voces tras esta firma– formulan una interpretación renovada del lujo a través de sus piezas. Cada pieza es única, partiendo de la premisa del canon de oro para dar lugar a un conjunto armónico y atemporal que deja un legado para las generaciones futuras.
Producidos a mano con detalle y desde el corazón de España, combinan artesanía e innovación, siempre con la mirada puesta en la sostenibilidad. Degabriel crea siluetas únicas que esculpen una visión del empoderamiento a través de una prenda clave en nuestros estilismos: el bolso.
Fátima de Gabriel es el talento creativo detrás de la marca. Influida desde pequeña por el arte, la arquitectura, la ciencia y la naturaleza, aplicando las leyes de estos distintos ámbitos a sus primeros prototipos, consolidando lo que es ahora Degabriel. Y allí estaba, en la pasarela, porque si hablamos de ser de otro planeta Degabriel debe de venir de Venus. Y por el camino se ha encontrado de Duarte, que es de Marte, y ambos se han encontrado en la Tierra.
Solo Duarte y Degabriel son capaces de elevar un desfile al lujo urbano. Solo ellos pueden hacer de una camiseta un producto que aspiramos a tener y de un bolso un deseo que pedirle al Año Nuevo. Si algo he aprendido durante este tiempo de Duarte es que puedes ser profundamente sexy en un traje –ya sea oversize o entallado– hecho por un sastre; que la sensualidad está en las camisas fluidas, en colores dispares y chalecos de tafeta de seda; que la moda habla de sentimientos, de lo que nos interesa.
Si algo me van enseñando en Degabriel es que un detalle puede cambiar un look por completo, que hay que saber hacer para que te acompañe mucho tiempo y que la diferencia es la clave para diferenciar el lujo de un bolso más que tenemos en el armario. Por eso me vino a la mente Lola Flores cuando pensé en ellos. Porque no cantan, no bailan, pero si desfilan ahí hay que estar. Si se presentan ante la sociedad debemos de ir donde digan. Son como un Bonnie & Clyde buenos que hacen de nuestros días algo bonito entre tanta belleza.
Y así, sin más, ni cantan ni bailan, pero no se los pierdan. Solo puede ser Duarte, solo puede ir con Degabriel.