Los tebeos de la dictadura escenificaron las obsesiones ideológicas del régimen. Los héroes, verdaderos machos, tenían valores patrióticos y religiosos que imponían, con violencia y en venganza, a los enemigos de la fe, generalmente judíos, africanos o musulmanes, que no paraban de raptar princesas. La evolución se vio con El Capitán Trueno, que se permitía sonreír, no como El Guerrero del Antifaz. Sin embargo, con la penetración de la cultura estadounidense tras el fin del Eje, lo primordial fue el anticomunismo y una defensa del capitalismo.