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el joven turco / OPINIÓN

Autoestima

Foto: ESTRELLA JOVER y KIKE TABERNER
14/02/2022 - 

Cualquiera que haya escuchado algún discurso del President le sonará haber oído que la Comunitat Valenciana padecía una hipoteca reputacional, tan grave como la económica. El significado de lo valenciano estaba injustamente ligado a elementos que afortunadamente ya quedan muy atrás. De hecho, hace nada comentaba con un compañero que hablar hoy de corrupción, algo que capitalizó el discurso político valenciano, se hace raro. Suena lejano, como fuera de lugar. Y, si bien esa ya es una etapa cerrada, anteayer València puso punto final a otra con la gala de los Goya.

Con la espectacular imagen de los fuegos artificiales, sólo podía ser con pólvora, tras el Palau de les Arts nuestra ciudad se quitó de una vez por todas aquella asimilación de evento con exceso, despilfarro o mala gestión. Pero, sobre todo, con suplantación de lo propio en beneficio de una identidad ajena en la que había que parecerse a. Ya se habían producido grandes momentos en estos años, pero ninguno con este impacto y esta proyección de ciudad. Ninguna imagen tan potente como esta para fijar València en el imaginario colectivo. Se demostró que no se trataba de renunciar a que en esta ciudad ocurrieran cosas, sino que debían hacerse bien. Porque sí, la corrupción también había dejado la necesidad de una especial cautela, incluso una excesiva prudencia dados los precedentes. Un antes quedarse corto que volver al exceso.

Lo del sábado tuvo algo de catarsis. Porque entre los que veían en los eventos una oportunidad de negocio propio a toda costa y quienes renunciarían a que en esta ciudad ocurriera nada hay un inmenso espacio para una València que además de tener eventos tenga proyecto. Porque por mucho que ‘estimemos’ Bienvenido Mr.Marshall no se trata de engalanar la ciudad para otros, sino de que los hitos abran puertas, dejen huella y no se consuman. Esta gala ni es fruto de un día, ni tendría sentido que lo fuera. En palabras el otro día de su presidente Mariano Barroso, València ha dejado de ser un espectador del proceso cultural para ser una de sus partes más activas. Aquí se rueda cada vez más o la propia Academia organizará su campus a partir de este próximo verano. En definitiva, esta y otras iniciativas tienen que ver con un todo, una idea de ciudad. Un momento València. No sólo un momento Goya, aunque sea capital.

Foto: ESTRELLA JOVER y KIKE TABERNER

Y es evidente que no soy neutral, pero me parecería injusto dejar de mencionar que este momento no habría existido sin que Sandra Gómez fuera, como vicealcaldesa, a la Academia en Madrid para plantear esta idea loca de que nuestra ciudad pudiera albergar la gala.  O sin ese viaje posterior a Málaga para traerla definitivamente. Sin tres años de trabajo y relación ejerciendo como embajadora de la ciudad. Las cosas se componen de ideas y trabajo. Precisamente fue otra valenciana, Carmen Alborch, como recoge en su libro ‘La ciudad y la vida’ quien como ministra creyó en la importancia de unos Goya que crearán expectación para ayudar al cine. Y tampoco habría acogido el Palau esa noche sin que otras personas, especialmente las que se dedican a que otros parezcamos mejores cada día, hubieran hecho suyo un proyecto colectivo. 

No puedo dejar de mencionar entre ellas a nuestra compañera Rosa Domínguez. Ay si Berlanga la hubiese conocido. Claro, puede no ser el momento, pero no sería fidedigno decir que todas las personas creyeron en el proyecto desde el principio, por utilizar una frase manida en este contexto. El propio conseller Marzà dijo en su día que no eran una prioridad y tuvo predicamento entre los suyos. Pero por eso tiene más mérito destacar cuando las cosas salen bien a quienes defienden aquello que creen positivo o se atreven a mirar más allá, antes de que eso ocurra. Soy afortunado porque trabajo con mujeres maravillosas y esta ciudad tiene la suerte tenerlas.

Como es justo alabar la valentía de la Academia para salirse, desde hace unos años, de esa norma no escrita sobre donde debía ocurrir todo. Fue un triunfo de una descentralización donde como ciudad podemos tener un papel referencial. Se demostró que se puede sumar cuando todo no ocurre en Madrid. Y que, modestamente, es posible sumar cuando ocurre en València.

Foto: ESTRELLA JOVER y KIKE TABERNER

No soy por principio chovinista y no se trata de replicar ese imaginario en el que ‘Calabuch’ trataba de vencer al municipio de al lado. Tampoco aquí la reivindicación de un papel relevante tiene que ver con el deseo de aislarnos del resto. El papel que puede interpretar València hacia el resto de España es la defensa de que la inteligencia, el talento, la creatividad o las ideas no residen solo en una pequeña parte de nuestro país.  Y ya sea en el debate sobre una nueva financiación o reivindicando que un país realmente cohesionado distribuye la presencia del Estado de forma policéntrica. Esta tierra nunca ha pensado exclusivamente en ella.

Si hemos roto las voces uniformes ha sido para defender que un mundo cada vez más complejo y mixto no puede ser interpretado sólo desde un punto geográfico. Porque esa mirada, por bien intencionada que fuera, no sería capaz de captar todos los matices. Y, sobre todo, porque si el centralismo puede suponer un problema de desigualdad, lo es mucho más de afectos. Y los sentimientos son más difíciles de revertir que las cifras, conforme se han consolidado los agravios.

Sobre la alfombra roja o en cada plaza que se llenó en los barrios de la ciudad de música en torno a su propio Goya, paseaba la autoestima de una ciudad que, sin complejos, ha espolsado su hipoteca reputacional. Ha demostrado que no debe renunciar a nada y puede hacer las cosas bien. En esos ‘bona nit’, en ese desde València, se fotografía una España que puede ser mejor si suma talentos. Si respeta que todas sus partes tengan autoestima y cultiva los afectos por el otro. El genio homenajeado este año dijo que para el siempre las soluciones políticas del mundo son soluciones estéticas. Qué bonita se vio València.

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