CASTELLÓ. El pez borrón era declarado en 2013 el animal más feo del mundo. "Parece triste, es gelatinoso y la belleza no es uno de sus atributos", consideraba por entonces parte de la humanidad. Fue por esa misma razón que la Sociedad para la Preservación de los Animales Feos, organizadora del concurso, lo adaptó como su mascota líder. Afincada en Reino unido, la UAPS (siglas en inglés) tiene como objetivo dar a conocer miles de animales que están en peligro de extinción y que, casualidad o no, no se ajustan precisamente a las preferencias estéticas imperantes en la sociedad. Pues bien, esta misma causa fue la que inspiró a Miguel Alayrach a crear La revolución de los animales feos (Malian Editora, 2019), un cuento ilustrado por la artista, también castellonense, Sara Bellés.
"A raíz de leer la noticia le di vueltas a cómo las personas creamos estereotipos. Pero sobretodo, a cómo pueden afectar estos a la inocencia de los niños, quienes no han adquirido todavía los vicios de los adultos y posiblemente no noten la diferencia entre un animal u otro, y no se planteen si son feos o no", explica el escritor. La trama se desarrolla así alrededor del pez borrón, que no entiende porque goza de esta distinción, y menos aún al no hallar ningún argumento que objetivice la calificación. Por ello, junto a un pulpo y otros animales 'feos', organiza una quedada para reivindicar sus derechos. El cuento que puede evocar a una versión actualizada del Patito Feo, hace referencia desde el principio al poder de colectividad y a la empatía que puede haber entre unos y otros. Además, hace claros guiños a la actualidad al aparecer, entre otras redes sociales, el WhatsApp o el Facebook (Facepet en este caso). "Hay una pequeña revolución cuando estos se dan cuenta de que se considera que dan repelús, que casi nunca se hace peluches de ellos y que son siempre los malos de los cuentos. Aunque a priori parezca difícil, deben protestar. La igualdad siempre termina por imponerse".
Hace falta destacar que es un trabajo que combina maravillosamente el cuento clásico, con sus moralejas y pequeñas historietas de introducción-nudo-desenlace, con la ilustración al óleo de Bellés. Así mismo, ambas partes, ilustración y texto, casan a la perfección. Tanto que según explica Alayrach cuando está trabajando una obra siempre visualiza los personajes y qué tipo de estilo podría encajar. "Mientras creo suelo definir a pequeños rasgos las escenas. No coacciono mucho a los ilustradores, pero sí les explico mis preferencias en cuanto a si quiero que en una página haya, por ejemplo, un pulpo en una playa. Igualmente, siempre les enseño el cuento antes y les pregunto si realmente les gusta, porque los encargos sin más no funcionan. Las dos partes deben creer en el proyecto y sentir que es suyo", explica el autor. El título -que también cuenta con su versión en valenciano- fue presentado en la primera edición del Salón del Cómic de Castelló y viajará, el 25 de abril, a la Feria del Libro de València.
La inmigración o la paridad, entre otras 'moralejas'
Miguel Alayrach que ya ganó el premio Ciutat de Castelló en 2015 por su libro Els Puntets Britalls del Cel, recogerá el día 23, a las 20h en el Teatre del Raval, su galardón a Mejor Literatura Infantil Ilustrada por El pet volador. Su 'hobby' parece así consagrarse. De hecho, al escritor siempre parece rondarle por la cabeza alguna historieta. Desde que se animara a crear cuentos infantiles hace 15 años, ha publicado 15 piezas. Pero además, afirma que en lo que queda de año publicará otros dos. "Escribía novelas para adultos hasta que una amiga me animó a que hiciera una historieta educativa. El libro hablaba sobre una niña que era bombera y un niño enfermero. Funcionó muy bien y me resultó curioso que los pequeños no se preguntasen por qué era la niña la bombera, pero los mayores sí. Así que me animé a sacar a la luz más publicaciones infantiles."
Lo especial de los cuentos infantiles es que logran disfrazar sus historietas de importantes metáforas y moralejas que a quien suelen hacen reflexionar es precisamente a los adultos. En El salto de Kowin, una gota de agua salada quiere convertirse en una gota de agua dulce, pero tiene muchos impedimentos para lograrlo. Lo que esconde esta historia detrás es la realidad de la inmigración o el salto de vallas en la frontera. En La Caquita Margarita se habla de perseverancia y es que su protagonista queda pegada al zapato de una florista y tras ver lo bellas que son las flores quiere convertirse en una de ellas. Pues por imposible que parezca, se convierte en abono y más tarde renace como flor. "Es verdad que una niña a primeras no captará estos conceptos, pero se trata de dejar el mensaje subliminal".
Como otras, vivir de la literatura infantil no es tampoco tarea fácil. De hecho, para Alayrach, que ha ganado varios premios, es sencillamente imposible. Y es que, si la lectura generalista atraviesa más momentos agrios que dulces; en este caso, su problemática se acrecienta porque el impulso de compra no depende de su público objetivo. "Es el único sector donde el lector final no lleva el dinero para adquirir el libro. Por eso, aunque haya muchas novelas para adultos, siguen funcionando gracias al boca a boca o al 'amor a primera vista'. En este caso hay que esperar a papá o mamá", recalca el escritor que aún así cree en la perseverancia, como gran moraleja de la vida adulta.