CASTELLÓ. En la vida hay dos clases de niños y niñas: a los que se les daba bien la clase de Plástica y a quienes no. O eras de los que caían en el vicio de dibujar la típica casa enmarcada en un valle, con su río, su banquito y sus nubes (con un sol asomándose entre medias); o eras de los que ganaban el concurso anual de dibujar. Más o menos esto es lo que se repetía generación tras generación. Sin embargo, poco importa a qué grupo pertenezcas, si lo que hacías salía de tu imaginario y de tu necesidad de coger un lápiz y crear. Porque podía ser más bonito o menos, pero todo tenía una razón.
En su caso, Verònica Fabregat era de las que llevaban más allá este afán por la pintura, puesto que con el tiempo se ha convertido en su modo de expresión. Aquella niña que creaba dibujos y se los regalaba a sus amigas tuvo claro que quería dedicarse al diseño, para más tarde hacer lo que realmente le gustaba: la ilustración. "Los que dibujamos de mayores es porque no tenemos más remedio, es una necesidad", asegura. Las creaciones de esta artista castellonense evocan además naturalidad. A Fabregat le interesa que el resultado final de sus piezas recuerden a los primeros bocetos hechos a lápiz. Es la forma que ella tiene de relacionarse con el arte. Por eso, no se desprende- en cierta medida- de los primeros "garabatos" y tampoco le interesa conseguir un resultado al que muchos definen como "mono".
En este modus operandi se enmarca su trabajo. Un portafolio que le ha valido para ilustrar muchos proyectos de la Generalitat como 'Històries a cau d'orella' y la programación cultural infantil del IVC; así como la Fira de teatre breu de Castelló. Igualmente, su carrera en este campo acaba prácticamente de arrancar, y es que la artista castellonense codirige desde 2005, junto a Sandra Bruboni, Meridiana Estudio, un taller dedicado al diseño gráfico. Igualmente, en su tiempo "libre" es profesora asociada en la UJI de Estética en Diseño de Producto y, al mismo tiempo, "madre" de Doña Rollos, una mujer con muchos líos en la cabeza. Hablamos con Verónica Fabregat para poner todo este mundo (y nuestro mundo) en orden.
-En Internet hay una frase que en la que se te cita y dice que tu compromiso como ilustradora es “Alejarte de lo bonito por lo bonito”. ¿Qué quieres decir con eso?
-La forma final de la ilustración no debería ser la intención última de la ilustración. Es decir, si la ilustración es bonita o es fea no debería ser lo más importante; lo más importante ha de ser el contenido. A mi me gusta ilustrar con un concepto detrás que lo sustente y que refleje la idea última del proyecto, más allá de si el resultado final es precioso o no. Vivimos inmersos en la cultura del "bonitismo" y está muy bien porque todos necesitamos la belleza, pero también es muy superficial si no hay detrás un mensaje que lo respalde.
-Precisamente en tus ilustraciones conservas un trazado que recuerda al de los lápices Alpino. ¿Pretendías hacer con ello un guiño a la naturalidad que supone, por ejemplo, el simple acto de dibujar?
-Sí, lo cierto es que lucho para que esa naturalidad de los primeros bocetos, que normalmente hago con los lápices de colores, se mantenga en el resultado final. Aunque no siempre se consigue, porque pierde frescura. Es difícil mantener el primer trazado del lápiz, los colores o el mismo rayajo mal hecho. Muchas veces he de deshacer sobre lo bonito para volver a la esencia de los lápices.
-No siempre habías considerado la ilustración como un medio de vida. ¿Cómo empieza tu coqueto con esta disciplina artística?
-Siempre he dibujado de pequeña y de hecho mis amigas todavía conservan dibujos míos de la infancia. Así que poco a poco me he ido encaminando hacia ella, pero pasando antes por algo que era, socialmente o laboralmente, más aceptado como es el diseño. En él encontré mi primer camino. Estudié diseño de producto y después me dediqué al gráfico, dado que es algo más cercano a lo visual, pero seguía sintiendo que me faltaba algo. Igualmente soy bastante inquieta, siempre siento que falta algo. Así que me animé a hacer un curso de ilustración en València y a partir de ahí empezó todo. Ha sido un camino muy largo hasta llegar a tener encargos, porque yo ya tenía una profesión.
-Es cierto que en la niñez nos pasamos la mayor parte del tiempo coloreando y dibujando. ¿Por qué se va abandonando está práctica conforme crecemos?
-Todos dibujamos de pequeños, es algo que todo el mundo hace. Lo que pasa que se suele abandonar pronto al presuponer que no se hace muy bien. Y quienes continúan pintando de mayores es por necesidad. Una necesidad de expresión, igual que el que se expresa mediante la música o la escritura y no pueden evitar no hacerlo. Los que dibujamos de mayores es porque no tenemos más remedio, nos sentimos obligados.
-Dar este paso hacia adelante ha supuesto tu crecimiento profesional. ¿Si lo hubieras sabido, habrías tomado esta decisión antes?
-El salto a la ilustración ha venido un poco dado desde fuera. Yo sí di el paso a la formación para sentirme un poco más segura, pero ha sido a lo largo del tiempo cuando ya he tenido trabajos. Consecuentemente, se han empezado a ver y esto ha provocado que lleguen más encargos, pero aún hoy es un volumen menor al trabajo que hago en diseño.
-En Castellón buena parte de los artistas gráficos que están en el candelero sois mujeres. ¿Hay un sentimiento real por alcanzar la paridad?
-En el diseño la paridad es menor porque esta disciplina viene siendo importante en España desde los años 70 y 80. Desde entonces los grandes referentes fueron hombres. Pero como el sector de la ilustración es tan nuevo, sí hay una mayor paridad. Aun así, el hecho de que en Castellón parezca que haya más mujeres ilustradoras que hombres, no se si será casualidad.
-Sea como sea en tus trabajos tu misma tratas de ayudar a visibilizar el feminismo y parece que este sentimiento es común en muchas otras ilustradoras. ¿Tiene el arte el deber –por su impacto visual- de servir como herramienta de cambio?
-Seguramente el arte tiene ese deber pero el hecho de visibilizar lo femenino parte del hecho principal de que yo pienso en femenino, soy mujer y por eso lo que expreso será seguramente más cercano a lo femenino. Más que una reivindicación es un hecho. El feminismo también se ha de vivir desde esa postura. Si existiera una paridad tendría que ser así, soy en femenino y soy en masculino, y respeto lo que es el otro.
-Volviendo a la naturalidad de tu trazo, esta misma sencillez te ha llevado a trabajar para muchos proyectos infantiles. ¿Qué opinas de la sobreexposición de los niños a las pantallas?
-Las pantallas son inevitables por el mundo en el que vivimos. Incluso los adultos estamos sometidos a las pantallas, pero es evidente que si los niños crecen sobreestimulados por ellas van a crecer en un mundo que no es el real. Partimos de que en la mayoría de veces en las pantallas no está la realidad. Por eso, los niños deben tener una educación muy rica en experiencias, y eso generalmente, no está dentro de las pantallas, está fuera. En el experimentar en las manos, con su cuerpo, en contacto con otras personas...
-Parece imparable además la digitalización y las herramientas que tenemos a nuestro alcance. ¿Pero caminamos hacía una sociedad más creativa e ingeniosa, o al contrario?
-La creación, la invención, la imaginación es algo tan inherente al ser humano que se dará en un entorno más digital también, pero la capacidad de crear con las manos aporta una serie de valores y de experiencias que no se dan en el entorno digital. Es interesante crear primero con las manos y después poder llevar eso al plano digital.
-Entre tus obras más recientes está la colaboración con una campaña de inclusión llamada 'Tea&Rock'. Resultado de ello fue un disco interpretado por niños con autismo, para el que diseñaste la portada. ¿Cómo te llega este trabajo?
-A través de Yolanda, la mamá de Álvaro (un niño con autismo), que es quien crea esta iniciativa junto a Juan Vives. Ya había colaborado con Yolanda en varios proyectos, uno de ellos fue la jornada de TEA que se hizo el año pasado en el parque Ribalta. Fue entonces cuando Yolanda me plantea el reto de diseñar e ilustrar el disco. Sobre todo me inspiré en la canción que creó Juan Vives para el disco. Es además la única nueva, ya que el resto son o versiones de canciones valencianas o cedidas por otros grupos locales. En su caso, el tema -llamado 'La vida en blau'- hace referencia a todo ese universo particular en el que se encuentran las personas con autismo.
-La iniciativa nace para llevarse a las escuelas, pero el objetivo que hay tras ella –como visibilizar y reivindicar un espacio en la sociedad para estas personas- interpela también a los más adultos. ¿Qué fue lo que más te sorprendió cuando empezaste a trabajar?
-Son niños que con ayuda y con soporte, pueden llegar a alcanzar cosas tan sorprendentes como el mismo hecho de hacer un disco de rock. La letra de 'La vida en blau' habla de alguien que está en su mundo y que es capaz de entregarte las lunas y las estrellas. Las personas con autismo pueden tener un mundo propio, porque su mente funciona diferente a la nuestra, entonces les podemos ver en ese mundo propio que tienen, pero a la vez están cantando bien fuerte y su canción llega a todas las partes. Esa es la esencia del proyecto. Como dijo Juan Vives, en la presentación a prensa, estas personas también tienen que poner su granito de arena. No son solo receptores, ellos tienen también que aportar a la sociedad. Cada uno con sus capacidades y en su medida.
-A otro nivel está Doña Rollos. Una serie ilustrada que haces para una revista de periodismo infantil. Pero para quienes no la conozcan, cuenta quien es esta característica mujer.
-Doña Rollos nace de un libro autoeditado que es el Manual de resolución de problemas en cinco pasos. Es una mujer que tiene un gran rollo en la cabeza y se da cuenta que si no se lo trata y lo convierte en algo mejor, el rollo va a estar ahí siempre. Es una especie de libro humorístico que vieron los editores de ¡La leche! y me propusieron adaptarla en cuatro números. Está bien porque habla de trabajar los problemas hasta transformarlos en algo positivo. Y ella transforma esos rollos que tiene en algo útil y mejor.
-¿No tienes el gusanillo de crear algún libro más de ilustración?
-Encima de la mesa siempre hay algún proyecto, alguna idea o alguien que te propone un texto. Lo que ocurre es que son proyectos muy largos y tienes que trabajarlos mucho. Al menos en mi caso que no lo hago de normal. Por eso de momento son proyectos que están ahí.
-El año que viene se cumplirán 15 años desde que se abrió Meridiana Estudio. ¿Cómo está el estudio y cómo está el trabajo en la provincia?
-La crisis hizo bastante daño al sector del diseño. Se hicieron avances que después en los años de crisis retrocedieron sin más. Pero es cierto que ahora la acción que hace La Exprimidora está siendo muy positiva porque visibiliza toda la cantidad de estudios que hay en la provincia. Además, ayudan mucho los encargos que están haciendo la administración y el ayuntamiento. Lo hacen muy bien porque reparten el trabajo entre todos lo estudios y eso nos visibiliza porque los ve mucha gente. Así que, dentro de que hemos ido hacia atrás, es una época que tiene más visibilidad.
En el caso de Meridiana estamos en un muy buen momento. Sigue siendo parte de nuestro día a día, tanto de Sandra como mío. Y en mi caso, el diseño sigue teniendo más peso que la ilustración.
-A principios de mes se daba la noticia de que València será Capital del Diseño en 2022. ¿Cómo vivís esta noticia los diseñadores de Castellón? ¿Y cómo pensáis aprovechar la cita?
-Desde el gobierno en València se dijo, en rueda de prensa, que se iba a hacer extensiva esa capitalidad del diseño también a toda la Comunitat. Espero que haya cierta colaboración con el asociacionismo, y en general, con los estudios para que podamos mostrar que València es merecida capital del diseño, pero que también hay otras provincias más pequeñas que lucen músculo, ya que hay un sector que vive del diseño y promueve el diseño.