CASTELLÓN. Escoger la danza por sus posibilidades de trabajo y futuro puede sonar -un tanto- utópico en nuestro país. Y es que, concebirla como tal no supone únicamente dedicarse a esta disciplina artística de manera interrumpida; alude a una estabilidad y a poder crear una familia o un hogar. Pues bien, parece que sí, fuera de nuestras fronteras dicha anomalía es posible. “Estamos tan bien valorados que a los bailarines se nos ve incluso como a estrellas", relata Ismael Del Valle, artista castellonense afincado en Suiza.
Alcanzó tres veces el campeonato nacional de gimnasia rítmica masculina y estuvo dedicado a esta disciplina desde los 9 a los 15 años. Sin embargo, Ismael Del Valle quería utilizar su cuerpo, plenamente, como una herramienta artística. Ahora bien, su elección fue consecuencia, también, de un razonamiento lógico: “La gimnasia no tenía futuro y el baile sí”. Todavía cuesta leer la palabra “posibilidades” junto a “arte”. Pero quién es alguien para decir que no será así. En efecto, antes de su traslado a Europa central, se formó en el Real Conservatorio Profesional de Danza Mariemma de Madrid, donde el castellonense ya notó como sus posibilidades se extendían. Fue, de hecho, en una audición en la propia ciudad cuando consiguió obtener una plaza para la prestigiosa formación suiza. “En la capital ya hay muchos más medios para ser bailarín, así como para cualquier otro tipo de arte. Por eso, fue un gran cambio en mi vida”, explica.
En la actualidad, el artista pasa sus días sumergido en el Teatro Baser donde, junto a otros compañeros, trabaja en una producción doble para dos nuevas creaciones coreografiadas por el artista checo Jiri Pokorny y el creador inglés, Thomas Noone. Ambas, obras que verán la luz el próximo 14 de febrero. “En este momento estamos centrados en el proceso creativo y en la creación de tomas. Pero, normalmente mi rutina diaria suele empezar a las 10 de la mañana con una clase de ballet de hora y cuarto; sigue de 2:45 a 5:45 con más ensayos; y a las 7:30 es tiempo para los shows.” Cuesta creer, y más con este horario, que a Del Valle antes no le gustase la danza clásica. “Hubo unos años previos a la gimnasia que hice bailes latinos, pero siempre tuve esta inquietud por el ballet; y una vez lo conocí más profundamente, me enamoré. Hay piezas más superficiales que se pueden llegar a mecanizar de tanto reproducirlas, pero al final siempre requieren esfuerzo emocional. Es imposible separarlo. Y cada vez que te subes al escenario tus sensaciones son diferentes. De todos modos, está claro que la danza requiere mecanizar un poco los pasos para sentirse libre y sentir".
El artista ha comprobado además como los estándares de la danza en Suiza no solo obtienen la admiración de los países vecinos, sino la de los propios ciudadanos, quienes convierten en popstars a personalidades que en muchos otros lugares transitan entre sombras: “Fuera de España descubrí otro mundo. La gente te detiene por la calle, porque te reconocen de ir a verte al teatro en tantas ocasiones. Así mismo, te dan las gracias y la enhorabuena. Es chocante, pero da gusto que se valore el esfuerzo y la dedicación”, relata el castellonense, quien señala como principal problema en nuestro país la falta de educación. “Si bien es cierto que son culturas diferentes porque en España somos más de salir a la calle y aprovechar el sol, mientras que en Suiza el tiempo casi te obliga a transitar teatros o cines; necesitamos mucho trabajo y que nos inculquen ir a los museos y demás entes culturales desde pequeños. Además, si en Suiza les dices que eres bailarín te sueltan un “¡Guau!” Pero en España es más frecuente escuchar un “ah bien, pero ¿En qué trabajas?” Hace falta valorarnos”.
Tampoco, parece haber en las escuelas espacio para esa fragilidad masculina que suele acompañar a tantos bailarines cuando deciden poner "un tutú" en sus vidas: “Ya en Madrid vi que la danza para hombres está mucho más normalizada porque al ser más cosmopolita hay todo tipo de gente. Pero aun así tengo que decir que nosotros mismos vivimos en una burbuja, no tenemos tiempo para relacionarnos con gente de fuera de la disciplina. Por eso, como vivimos en nuestro mundo se lleva todo mejor. Aun así, está claro que siempre hay prejuicios y menosprecios”, detalla el castellonense.
Seguir una disciplina a raya no es fácil: requiere compromiso y sacrificios. Entre otros, prescindir de la autocreación. Con un horario tan ajustado, Ismael Del Valle tiene poco tiempo para experimentar. No obstante, según nos cuenta, son sus ganas por explorar su propio cuerpo las que le llevan a grabarse en casa improvisando y a crear, así, pequeñas piezas de “algo”. Lo combina, además, con otros hobbies como son la poesía, la escritura o el dibujo; para después entremezclarlo todo. “Suelo dibujar elementos abstractos que vienen de ideas que tengo en mi mente y sensaciones que aplico además a la danza. Y en cuanto a la poesía, la puedo usar directamente como música o como hilo conductor para crear pasos”, detalla el mismo.
Así, aunque aspira a ser bailarín hasta “por lo menos los 43 años”, su meta es poder ser director de alguna compañía o coreógrafo de la talla de algunos de sus iconos en la danza como son Nacho Duato, Ohad Naharin, Sharon Eyal y Jiri Kylian. “Digo hasta los cuarenta años porque en Suiza es común tener estabilidad en el trabajo, pero es verdad que siendo tan joven prefiero experimentar”. Mientras sus intervenciones en la provincia se reducen a talleres y a contadas actuaciones como la habitual gala de apertura del Festival Internacional de Benicàssim (FIB).