La webserie creada por alumnos de la UJI, y que se estrena el 3 de octubre en la Llotja del Cànem, muestra la vida de una drag queen que vive reprimida por unos padres franquistas
CASTELLÓ. Dice RuPaul, una de las drag queen más influyentes de la actualidad, que "todos venimos a este mundo desnudos, y el resto es drag". Lo es porque "cuando nos vestimos todo lo que se conforma alrededor es apariencia. Lo queramos o no, de una forma más buscada o menos, todo es drag". Pero, ¿cómo hacer entender esta idea a aquellas personas contrarias a cualquier vínculo con el colectivo LGBTI? No es este el objetivo principal con el que se creó la webserie musical La vida es drag. Sin embargo, su interés por contribuir a una mejor representación de todo el colectivo, y en particular de las drag queens, podría acabar con tantos estigmas y prejuicios.
La trama principal gira entorno a la doble vida de Fernando Palazuelo (Arturo Sebastià), un reputado sastre de València que por las noches se transforma en Totó la Piconera. A lo largo de la historia tendrá que romper con las imposiciones sociales y familiares que le están causando presión en su día a día. Y es que su madre y sus padre son franquistas; en su casa no falta el retrato de Franco, y mucho menos el de Cristo. "Queríamos mostrar las dos España que parecía que no estaban ahí, pero recientemente se ha visto que están y las dos tienen mucho poder. Solo hay que ver el auge de Vox, de hecho aparecen bastantes toques de atención e incisos respecto a este partido político", explica Paula Abellán, coguionista del proyecto. Así, mientras en su hogar se respira un ambiente tradicional y cerrado, en su otra vida el protagonista podrá ser totalmente libre. Una dualidad que se sirve como "reflejo" del colectivo LGBTI. Además, es bastante habitual que haya drags que trabajen como sastres. De ahí que la historia parta de vivencias reales.
La webserie nace, como tantos otras obras, como excusa del Trabajo de Final de Grado de Comunicación Audiovisual, en este caso, de la Jaume I. No obstante, sus creadores -Paula Abellán, José Luis Roglá, Joan Milián, Paula Tórtola y Neus Monmeneu- querían darle desde un principio una vertiente más profesional, por ser concebido como un film social que urge máxima difusión. Su idea principal fue, en efecto, hacer un cortometraje o mediometraje. Pero tras presentarse al Cliffhanger de la UJI, un espacio de visionado y mentoría de proyectos audiovisuales, diferentes productoras les aconsejaron que era mejor convertir su trabajo en una webserie para hacerlo "más vendible". A partir de ahí, el equipo reconfiguró su pitching y subdividió la trama en 6 capítulos de, aproximadamente, cinco minutos.
Ahora bien, el proyecto -que ha salido a la luz gracias a una campaña de crowdfounding y a la ayuda del propio colectivo- también se mantiene como cortometraje para poder presentarse en la mayor cantidad de festivales posible. "Nos dijeron que cómo se nos había ocurrido hacer un trabajo de estas dimensiones. Que yo sepa nunca antes se ha hecho un musical dentro de la universidad. Y nuestra falta de recursos hizo que no hubieran ni ensayos. Las drags, eran drags en su mayoría y por lo tanto estaban trabajando. Por eso, muchas veces íbamos a toma única. Ha sido muy importante la implicación de los intérpretes porque estaban tan metidos en los personajes y en las situaciones que vivían, que eran capaces de improvisar y hacerlo mejor de lo que nosotros teníamos previsto", señala Abellán.
La vida es drag, que ha sido rodada en un mes y 11 jornadas, tiene además canciones originales. Junto a la música ambiente -que no es propia- se pueden escuchar cinco temas con letra, compuestos por Joan Milián. "En medía hora no teníamos tiempo de desarrollar todo lo que queríamos, por eso recurrimos a canciones que ayudarán a que la trama avanzara", explica la castellonense. Entre otras, hay un canto al colectivo, en el que se hace mención, por ejemplo, al autobús de Hazte Oír. "Es un canto a la necesidad de unirnos dentro del colectivo. Tenemos que dejar los problemas internos aparte, porque lo que se avecina desde fuera es mucho peor y hay que estar más cerca que nunca".
Con la ayuda de una vida llena de "purpurina, ilusión y mucho maricón", el protagonista de la historia conseguirá hacer frente a su autoritaria madre y, en general, a toda una sociedad anclada en los valores del pasado, por tal de ser feliz. Pero, la lucha de Totó la Piconera no solo es con el exterior sino también con el propio colectivo. "El machismo y la homofobia viene desde fuera hacia dentro del colectivo, pero también en él hay casos de transfobia o bifobia", denuncia Abellán, quien añade que, por ello, La vida es drag es también una llamada de atención a todo lo que sucede entre las personas 'LGTBI'.
En la propia trama uno de los personajes se ve interesado por otro que está viendo el espectáculo, pero no quiere intentarlo con él porque piensa que será rechazado. "A las drags o se las fetichiza por hombres heteros y casados, o dentro del colectivo hay hombres que cuando se enteran de que otro es drag queen, no lo toleran. Es algo que nosotros fuimos descubriendo al estar con ellas".
Los creadores de La vida es drag, como parte también del colectivo, consumen a menudo mucho material LGBTI. Historias que cada vez más encontramos en las grandes plataformas de vídeo como Netflix y HBO. Pero, ¿son estos relatos totalmente representativos? Para Paula Albellán, no solo no se corresponden -mayoritariamente-con la propia realidad, sino que las grandes empresas que hay detrás "se están aprovechando de un colectivo que nunca se ha visto representado y que, como consecuencia, se agarra a cualquier producto en el que se vea encarnado". "Casi todo son historias de hombres gays, apenas hay de lesbianas, y se tiende a vincular a las personas LGBTI con las drogas o los problemas", expone la autora de la serie.
De igual modo, tampoco están conformes con los finales que se le suele dar a este tipo de historias, especialmente cuando hablan de reconciliación. "Son finales muy Antena 3, es decir, de arcoiris y en los que los padres tras todo el drama aceptan que su hijo o su hija es quien es, y eso no siempre sucede. Precisamente tenemos amigos y gente muy cercana que lo ha vivido y no siempre es de color de rosa. A algunos los han sacado de casa a los 16 años o sino están viviendo pero con mucha represión. Así que la reconciliación no es el 99% de las veces". Con ello, lo que hace interesante el relato de La vida es drag es su apuesta por ofrecer un mensaje diferenciador que defiende que "si la cosa va mal y tus padres no te apoyan, no es un drama como para querer suicidarse o tirarse a las drogas. Simplemente cada uno a de hacer su vida por un lado".
Otro de las premisas de La vida es drag era crear una historia que estuviera principalmente interpretada por gente del colectivo. El reparto se compone así, junto a Arturo Sebastià, por Alicia Navarro (Doña Eulalia), Sergio Martínez Montés (Alex), David Collado (Mario), Fernando Barber (Madame Atómica), Guillem Escoi Pitarch (Perla), Teresa Gadea (Carmencita) y Albie Leo (Leo Pantone), conocido activista drag, que ha diseñado el cartel del último Orgullo de València. Esto ha permitido al propio equipo de estudiantes salir adelante, gracias a que muchos de ellos han comprado su propio vestuario o sus propias pelucas. Un gasto que los castellonenses no hubieran podido absorber.
Precisamente, los creadores de La vida es drag -que se proyectará el próximo 3 de octubre, a las 19h, en la Llotja del Cànem de Castelló- ambicionan con dotar de más temporadas a su historia para seguir profundizando en las vivencias del colectivo. Pero, para ello, necesitan contar con alguna productora o patrocinio que les ayude a tirar adelante el futuro del proyecto. "Nosotros hemos llegado a un límite y no podemos hacer más sin el apoyo de alguien", concluyen.