CASTELLÓ. Casi cuatro décadas lleva Ignacio Meneu (Betxí, 1963) dedicándose a la animación. Decimos casi, porque lleva 39 años exactos. Toda una vida que cuesta resumir en unas pocas líneas, pero que se puede sostener en una sola idea: es Meneu uno de los principales referentes de esta técnica en la cinematografía valenciana. Fue de hecho el fundador del primer estudio de animación de la Comunitat Valenciana. Camelot Dibujos Animados, que es así como se llamaba, apareció en Castellón en el año 87 para crear cantera de una profesión que no se aprendía en las escuelas. Así se hizo, hasta que las ganas por empaparse de otros referentes le llevaron hasta Madrid o Londres, donde el castellonense trabajó en una producción de Steven Spielberg; la película An American Tail: Fievel Goes West (Fievel va al Oeste en español). Años más tarde regresó a su tierra y dirigió durante seis años el departamento de animación del estudio valenciano Cartoon Producción.
Largos, cortos, series de televisión o publicidad. Ignacio Meneu ha dejado su impronta en todo tipo de historias. No importa la estética requerida, se ha atrevido con todo, aunque es en la animación en 3D donde ha situado sus últimos trabajos. Una técnica a la que el profesional quiere dotar de "un poco de luz". Lo hace, además, en el que parece ser un momento bueno para la animación. Las plataformas en streaming lo apuestan todo a esta forma de hacer cine y mientras tanto Meneu quiere divulgar las posibilidades del 3D. ¿Cómo? Destripando su último cortometraje, Ivet y Michuco. Además de contar la historia de una niña de seis años y su peluche, el cineasta ha creado una página web, como parte de su Tesis doctoral defendida recientemente en la Universitat Politècnica de València,donde explica todas las fases para hacer el diseño de una producción propia. Dicen que el arte, con arte entra. Y aquí la muestra...
-Con tu trabajo pretendes dar a conocer más a fondo la animación en 3D, una técnica que tuvo su gran boom hace años, pero que no termina de desbancar a la animación tradicional. ¿Por qué crees que el 2D sigue teniendo tanto peso?
-Realmente el 3D es una técnica más y actualmente la tecnología permite combinar cualquier técnica cinematográfica, como son el 2D, el stop motion o la pixelación. Pero ninguna desbanca a ninguna. Sí que es verdad que cuando salió el 3D dijeron que si sería el fin del 2D, pero llega un momento en el que todas las técnicas se juntan y se apoyan las unas a las otras. Ninguna es más. Se puede contar una sola historia aprovechando muchas de estas herramientas. Antes era muy difícil hacerlo, pero ahora no te planteas si es caro o difícil juntar el 3D con el 2D; planteas primero la historia y depende de lo que quieras contar utilizas una u otra o ambas. La animación ayuda a contar historias que si fueran imágenes reales serían muy duras de ver. Suelen ser historias sociales y muy potentes.
-Hablas de relatos crudos y difíciles de digerir, pero, ¿todavía se cree que la animación, salvo escasas excepciones, se dirige a un público infantil?
-Esta sería una visión muy sesgada de lo que es el cine de animación. De hecho, la animación va más allá del cine y es tan apta para adultos como cualquier película de imagen real. Es más, la animación no es un género, como decíamos antes, es una técnica. Aunque muchas veces lo tildan de género, tu puedes ver películas del oeste, cómicas, tristes o de terror hechas en animación. Tenemos la prueba de que muchos festivales incluyen films de animación que no son para un público infantil, porque tratan temas bastante duros. Hay que ir descartando estos pensamientos y acostumbrándose a la animación. Casi todas las películas 'reales' podemos decir que incluyen la animación. Aunque alguien puede pensar que Gravity es imagen real, la mitad de la cinta está hecha en infografía, todo es 3D. En la última película de El libro de la selva, lanzada por Disney, lo único real es el niño.
-Aunque es un formato que si pensamos en todas estas grandes producciones parece que tiene mucha cabida en el cine, ¿hay realmente buenas oportunidades para exhibir la animación?
-El handicap está más bien en el corto, que ya de por si es un problema emitirlos por televisión, porque pocos canales incluyen programación exclusiva dedicada a ellos. Y si hablamos de la animación, queda relegada a poder verla únicamente en festivales. Ojalá en À Punt hubiera una sección o un programa dedicado a cortometrajes. Ojalá nos lean y lo apunten. Aunque ahora con la llegada de las plataformas digitales, la animación está teniendo más opciones.
-De hecho hay plataformas como Netflix o Amazon Prime que están apostando de lleno por la animación. Ejemplo de ello es Undone, que además de ser una serie para púbico adulto, está hecha con la técnica de la rotoscopia. ¿Se han convirtiendo estas plataformas en un importante nicho?
-Yo creo que sí. Están dando un empuje fundamental a la animación. Netflix está creando estudios para producir sus propias series de animación infantiles, pero también para personas adultas. Esto está ayudando a crear mucha industria y a dar visibilidad. De todo tipo además, porque emplean todas las técnicas de las que hablábamos antes. No solo 2D o 3D, sino muchas mezclas.
-Las película española Klaus consiguió llegar hasta la final de la última edición de los premios Óscar. ¿Hay que dejar de pensar que la animación española no tiene ambición?
-La animación española tiene mucha ambición y mucho talento. Hay grandes profesionales y el hecho de que muchas productoras extranjeras están acercándose a España, lo demuestra. Es verdad que lo hacen también porque la mano de obra les sale más económica que en otro lugares, pero sobre todo es por el talento que hay, si no no vendrían a producir. Nuestro problema es que la industria española no está tan desarrollada en distribución como la de Estados Unidos. Si haces una película muy cara pero no puedes distribuirla a nivel mundial, no puedes sacarle rendimiento.
-El cortometraje es precisamente un formato al que muchos cineastas acuden cuando tienen pocos recursos a su alcance...
-Sí, porque lo bueno de los cortos es que puedes hacer historias tan potentes como las de un largo. Es verdad que requiere muchos menos esfuerzos, pero hay historias que no necesitan un metraje tan extenso. Con un equipo más pequeño y con los recursos suficientes para distribuirlo por festivales basta. Pero más allá de esto, hasta que las televisiones no apuesten por los cortos, no tienen demasiadas salidas. Se nutren, en su mayoría, de subvenciones o, como en mi caso, de la financiación propia. Dedicas unos recursos que normalmente no tienes pero los sacas de donde sea. Trabajas de la mano de compañeros/compañeras y de amigos/amigas que te van prestando sus horas.
-¿Cuáles son los mayores desafíos de hacer animación? Independientemente de la duración que tenga.
-Sobre todo encontrar al equipo apropiado y los recursos necesarios. El equipo, en cuanto al talento y a los profesionales que necesitas. El resto dependerá de la técnica que utilices. En su caso, el 3D abarca recursos de tecnología más grandes. Buena parte del presupuesto se lo lleva el ordenador y el software.
-En 1978 creas el primer estudio de animación de la Comunitat Valenciana. ¿Cuál es la huella que queda de aquellos años?
-De Camelot salieron grandes profesionales, porque fue un poco el germen del talento en animación. Muchos de quienes estaban estudiando Bellas Artes, encontraron aquí un medio nuevo donde desarrollar su talento. Pascual Pérez (Pascu) que nos dejó hace algunos años, Víctor Soler un grandísimo ilustrador de Castellón, Arantza Sestayo, Sergio Meliá o Sergio Abad (quien participó en la fase de producción de Buñuel: El laberinto de las tortugas, premio Goya a mejor película de animación), son alguno de esos nombres. En el estudio estuvimos trabajando durante siete u ocho años y producimos cantidad de cortos, también hicimos un videoclip para Radio Futura de su canción 'Tierra'.
-El coronavirus ha puesto patas arriba, en pequeña o mayor escala, gran parte de las de profesiones artísticas. ¿Ha cambiado o cambiará en algo la animación?
-Por suerte los equipos de animación han podido coger sus ordenadores y siguen trabajando en casa. Así como en la imagen real necesitas hacer un rodaje en el que esté todo el equipo junto, aquí no se ha notado prácticamente en nada. Se trabaja en remoto por videoconferencia y hemos funcionado perfectamente. Esto ha servido además para que muchas productoras se den cuenta de que la presencialidad no es imprescindible para hacer animación. Yo de hecho he trabajado online para Estados Unidos en varias ocasiones.