CASTELLÓ. ¿Cómo reducir el tiempo de un viaje sin usar ningún vehículo? ¿Cómo disfrutar de una terraza siendo no fumador? ¿Y cómo acabar con el silencio en un restaurante? El estudio de París Poumtchak ha irrumpido este miércoles en l'Escola d'Art i Superior de Disseny de Castelló con 32 dispositivos ficticios que dan respuesta a estos y otros problemas cotidianos. Cada uno de las elementos que los arquitectos han creado refleja un escenario distópico, en el que sería posible, por ejemplo, gracias a un zancos que se mueven por el aire reducir el número de pasos de nuestra casa hasta el trabajo. Ahora bien, sus dispositivos plantean un límite que los hace imposibles. En este caso, si hiciera aire sería dificilísimo desplazarse.
Otro ejemplo viene de un problema que comparten los franceses con los españoles, lo ruidosos que somos. Imagina cómo sería poder comer en un restaurante en absoluto silencio. Para ello, los arquitectos han diseñado un aislador de sonido, que dos personas deberían sujetar cada uno desde un extremo. ¿El inconveniente? Que si uno se mueve, el otro también debe hacerlo y, quizá algo peor, que con el silencio se acentuarían los ruidos que hacemos al comer.
Lo que Poumtchack busca se demostrar así es que en un mundo donde cada vez deberíamos ser más sociables, qué sentido tiene aislarse en una burbuja. Un possible futur -como han titulado a este proyecto- confronta el futuro que podemos crear si trabajamos de manera colectiva, con el futuro que nos espera si seguimos trabajando de manera individual.
Llevaban tiempo Charly Dufour y Elsa Lebrun cuestionándose el sentido de su trabajo y reflexionando sobre qué tanto responsable es la arquitectura de lo que sucede en el mundo. "Nos dimos cuenta de que para los clientes estaba clarísimo cuál era nuestro papel, pero para nosotros era difuso. Empezamos a plantearnos qué significaba ser realmente arquitecto y cómo podíamos hacer lo máximo por nuestro entorno".
Hay varias instalaciones, presentes en la mayoría de ciudades, que empujaron a los arquitectos a este debate. Entre los más cuestionables, el mobiliario que ha sido instalado para reducir la presencia de personas sin techo en las calles. "Se ha contratado a urbanistas y arquitectos, e invertido dinero, para que la gente no pueda dormir o sentarse en la calle. Creo que fue en ese momento cuando nos dijimos que debíamos tomarle el pulso a nuestra profesión. Era momento de actuar y de crear soluciones igual de absurdas para la sociedad en la que estamos. No tenemos ninguna intención moralista de decir qué es correcto y qué no. Pero sí tenemos claro que no queremos un mundo individualista y defendemos una visión colectiva. Si se quiere reducir la presencia de personas sin techo, el mobiliario no es la respuesta, debería ser ver cómo repartir la riqueza", señala Dufour.
Las instalaciones que Poumtchack propone dan respuesta a problemas que la sociedad tiene. Sin embargo, imaginar que estos inventos pudieran utilizarse en la práctica produce gran pavor.
Como personas no fumadoras que son Dufour y Lebrun han diseñado un ventilador portátil que necesita conectarse a nuestras fosas nasales. "La persona tiraría el humo a ese ventilador y el ventilador desprendería un olor más rico hasta nuestra nariz", cuentan. Algo que sería bastante incómodo y que, además, no acabaría con la raíz del problema que es dejar de inhalar humo. Ahora bien, imagina que para reducir el consumo eléctrico de la ciudad solo hubiera una forma y es que la luz se encendiera únicamente cuando las personas gritasen durante tres segundos. Seguramente el consumo se reduciría, aunque la gente acabaría desquiciada, porque por la noche deberían estar todos gritando para conseguir luz.
Como estos, muchos de los otros inventos que Poumtchak ha creado pueden verse en la EASD de Castelló hasta el 30 de abril. Además, el estudio francés permanecerá en el centro artístico hasta hoy para impartir dos talleres en los que el alumnado de Castelló dará vida a más dispositivos ficticios pensados para la ciudad del mañana. Son, en efecto, estos una parte clave de su proyecto. Los arquitectos buscan ante todo sensibilizar y han realizado, para ello, distintas actividades en las que han preguntado a los participantes qué les gustaría cambiar de su ciudad.
Una de las propuestas más sorprendentes que el estudio recibió llegó de la mano de tres niñas de siete años, quienes les plantearon crear un dispositivo para distribuir la riqueza entre los pobres. "Imaginaron a dos personas: una persona rica, que llevaría una mochila con dinero, y otra pobre que llevaría una especie de cinturón con todos sus sueños almacenados. Entonces, esta última podría darle a la otra un sueño cada año y la otra le daría dinero a cambio. Nos sorprendió porque es un reflejo de la sociedad. De cómo nosotros también damos nuestra fuerza creadora a diario a cambio de dinero", concluyen desde Poumtchak.